Domingo de Ramos

1-4-2007 DOMINGO DE RAMOS (C)

Is. 50, 4-7; Slm. 21; Flp. 2, 6-11; Lc. 22, 14-23, 56
Queridos hermanos:
* El evangelio de S. Lucas que hemos leído y escuchado al principio de la celebración, para la bendición de los ramos, nos mencionan tres tipos de personas que están presentes en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén: los discípulos, los fariseos y el pueblo-la gente. Los discípulos “echando sus mantos sobre el pollino, ayudaron a montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, (1) toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: -‘Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.’ Algunos de los (2) fariseos, que estaban entre la (3) gente, le dijeron: ‘Maestro, reprende a tus discípulos.’ Respondió: ‘Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.’”
- A diferencia de los otros tres evangelistas (S. Mateo, S. Marcos y S. Juan), al relatar la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, S. Lucas especifica que solamente el grupo de los discípulos aclamaba a Jesús “por todos los milagros que habían visto”. ¿Quién es discípulo? Discípulo es el que ha visto a Jesús amar (a Lázaro y a sus hermanas), perdonar (a la adúltera), acoger sin importarle la procedencia ni otras circunstancias de la persona (a la samaritana), comprender, acariciar (a los niños, que eran rechazados por todos), curar (al endemoniado de Genesaret, al ciego, al leproso y a tantos y tantos hombres y mujeres y niños), aceptar a los demás como son (a Pedro, tan bocazas y tan impulsivo y a la vez tan amante de Jesús y tan fiel), escuchar con paciencia (a Nicodemo). Discípulo es el que ha compartido el pan, el frío, el calor, los miedos, los ratos largos de oración, los gozos, los fracasos, los triunfos, las soledades y las multitudes con Jesús. Discípulo es el que ha escuchado a Jesús las parábolas y tantas enseñanzas y se ha sentido encandilado (“Jamás nadie ha hablado como habla ese hombre” ([Jn. 7, 46] o aquello de S. Pedro “Señor, ¿a dónde vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” [Jn. 6, 68s]). Sí, discípulo es el que cree en Jesús como Dios, como Señor, como Rey del Universo. Porque el discípulo acompaña a Jesús en su entrada a Jerusalén, se quita los mantos o los abrigos o todo aquello en que confiaba antes de tener fe (riquezas, títulos, fama, poder, buena vida, rencores, murmuraciones, viajes…) y con todo eso el discípulo alfombra el suelo para que Jesús lo pise subido en un pollino, en un borrico. Sí, un borrico pisa todo aquello a lo que estamos atados, a lo que estábamos atados antes de tener fe. Y todo esto provoca en el discípulo ENTUSIASMO, ALABANZAS A DIOS, GRITOS DE JÚBILO sin importarle que los demás le tengan por un loco.
- Los fariseos son aquellos que no consienten que otro, ni siquiera Jesús, estén por encima de ellos. Los fariseos con sus palabras o con sus obras no reconocen a Jesús como Señor, como Rey, como Dios. Le llaman simplemente “maestro”. Maestro: como si fuera únicamente un título universitario, pero que no compromete a nada. Los fariseos quieren meter cizaña entre Jesús y sus discípulos: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Los fariseos no aguantan el entusiasmo y la alegría de los otros, sobre todo si no son ellos quienes provocan esta alegría o si no son para beneficio suyo estas alabanzas. Los fariseos son como el perro del hortelano, que ni comen ni dejan comer.
La diferencia entre los discípulos y los fariseos es la diferencia entre la incredulidad y la fe, el rechazo y la aceptación.
- Las gentes en este pasaje de la entrada de Jesús en Jerusalén son aquellos que asisten como espectadores. No se involucran ni se comprometen. Ni ven ni quieren escuchar. No son ni frío ni caliente, ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda. Son mudos asistentes a un espectáculo y, además, gratis. Jesús, para esta gente, es un hombre que pasea subido a un burro y los discípulos no dejan de ser unos exaltados que gritan, y que son talibanes, fundamentalistas, carcas o raros. Recuerdo que en la Semana Santa de 1985 estaba yo celebrando uno de los cultos del Triduo Pascual en la iglesia parroquial de Taramundi y subió por el pueblo una profesora atea, compañera mía del instituto de Vegadeo (en donde yo impartía clase de religión) y, al ver que estábamos más de media hora en la iglesia, decía por el pueblo: ‘Pero, ¿qué hacen tanto tiempo ahí dentro metidos?’ Sí, para la gente sin fe, lo nuestro es un espectáculo decimonónico o medieval, para hacer una foto de turismo, pero nada más.
Vamos a empezar el recorrido de la Semana Santa con esta celebración del Domingo de Ramos. También hoy puede haber una división en tres grupos de personas: los discípulos, los fariseos y la gente. En nuestra mano está el pertenecer esta Semana Santa a uno u otro de estos grupos.
* Cuando los fariseos le dicen en el evangelio a Jesús que mande callar a sus discípulos, El les responde “que si éstos callan gritarán las piedras.” Sí, es tan grande lo que vamos a vivir y celebrar en estos días santos que, si todos los discípulos se callaran, gritaría la creación entera. Recuerdo un hecho milagroso atribuido a S. Antonio de Padua. El estaba predicando a la gente, les hablaba de Dios y nadie le quería escuchar. Entonces S. Antonio dijo a la gente que, si no querían oír hablar de Dios, que entonces les hablaría de Dios a los animales de la creación. Así, S. Antonio se puso a predicar el evangelio a los pájaros que revoloteaban por allí y a los peces de un río cercano. Y los peces asomaban sus morros de entre el agua para escuchar al santo y los pájaros se pararon sobre las ramas de los árboles y alrededor del santo para escucharlo. Y así se cumplió la palabra de Jesús: “si éstos callan gritarán las piedras.”