Domingo XIV del Tiempo Ordinario (C)

8-7-2007 DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (C)
Is. 66, 10-14a; Slm. 65; Gal. 6, 14-18; Lc. 10, 1-12.17-20

Queridos hermanos:
- Decía el evangelio: "la mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies". El otro domingo Jesús nos indicaba algunas de las condicio­nes que deben poseer sus discípulos, es decir, los que quieran seguirle. Hoy Jesús anima a los discípulos para que trabajen. Hay mucho trabajo para todos los que deseen hacer algo por el Reino de Dios.
El domingo de Pentecostés se ordenaron en la catedral de Oviedo tres sacerdotes. El día 24 de junio se ordenó en Covadonga un diácono. Todos ellos son muy pocos para el relevo que necesita nuestra diócesis ante los sacerdotes que fallecen cada año, que enferman cada año o que siguen, con bastantes años de edad, al frente de diversas parroquias por toda Asturias.
En la parroquia del Corazón de María de Oviedo se imparten cursillos prematrimoniales a jóvenes parejas que desean casarse por la Iglesia. Al frente de estos cursillos se encuentran unos matrimonios de una edad superior a 60 ó 65 años y que llevan trabajando en este ámbito desde hace más de 30 años. Hace unos meses el responsable seglar de este grupo me pidió ayuda y me dijo que les enviase algún matrimonio cristiano joven o de media edad para que los relevase al frente de esta tarea. Los matrimonios integrantes del equipo se comprometían a prepararlos y, enseguida, a dejarles la responsabilidad. No pude dar el nombre de una sola pareja de cristianos, por un motivo u otro, para encargarse de esta tarea.
Es bastante frecuente que en las parroquias asturianas, al empezar el curso de catequesis, los párrocos no encuentren catequistas para los niños de primera comunión o de posteriores edades o de confirmación. No hay gente preparada y, con frecuencia, ni gente dispuesta tampoco. En ocasiones he oído cómo el párroco ha dicho a los padres de los niños de primera comunión que, o asumen ellos mismos esta tarea o él no se compromete a prepararlos y, por tanto, a impartirles la primera comunión cuando debiera corresponder.
A veces hay parroquias en donde nadie se compromete a llevar las cuentas, a leer en la Misa, a hacer de sacristanes, a limpiar los templos, a pasar la cesta, a formar parte de equipos de visitas a enfermos o ancianos, a acudir a grupos de formación espiritual-catequética-bíblica-teológica… ¡Hay tantos jóvenes para quien el hecho religioso y el Dios de Jesucristo son unos extraños hoy día! ¡Los valores morales, religiosos y humanos faltan en gran medida! ¡Hay grandes necesidades materiales y espirituales en nuestra sociedad y en nuestro mundo! Percibo que hay una gran vacío en todos nosotros y que estamos buscando algo que dé sentido a nuestra vida: viajes, emociones fuertes, sectas religiosas, cosas materiales… ¡Qué razón tenía Jesús cuando exclamó, al ver un gentío inmenso, aquello de: “están como ovejas sin pastor”! Por eso, Jesús en el evangelio de hoy decía a sus discípulos y nos dice también a nosotros: "la mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies".
- Bien, hasta ahora hemos visto que hay mucha necesidad en este mundo. Por eso, Jesús nos dice: “¡Poneos en camino!” No importa si somos pocos o somos solamente uno. Con frecuencia el caminar de los santos es un caminar en soledad o también con resistencias de todos los que les rodean. Pues bien, Jesús se dirige a mí y me dice que me ponga en camino. Si yo he escuchado su voz y su llamada como obrero de esta mies, he de ponerme en camino, aunque sea para hacer una cosa muy sencilla e inútil a mi vista y a la vista de los demás: pasar la cesta, llevar las vinajeras al cura sobre el altar, ser catequista de tres niños de primera comunión, dar mi opinión de fe en Dios y en la Iglesia ante una reunión de gente abiertamente contraria a ellos…
- Luego Jesús nos da una serie de indicaciones para nuestro trabajo en esa mies necesitada de Dios, aunque dicha mies no sepa que está necesitada de Dios o no quiera a Dios. 1) “Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.” Recordad cómo Eliseo quemó sus bueyes, sus posesiones y seguridades para poder seguir al Señor. Pero, como también os decía el domingo anterior, siempre tenemos la tentación de que se nos peguen a nuestras manos otros bueyes, otras posesiones, otras seguridades. Jesús nos previene contra ello y nos dice que no llevemos nada a qué agarrarnos (talega, alforja, sandalias, amigos, conocidos…). Recuerdo haber leído en la vida de S. Francisco de Asís que, habiendo salido de dos en dos a predicar al Señor por toda Italia, con S. Francisco iba un hermano. Francisco se puso a predicar en medio de una plaza llena de gente, pero ésta no hizo caso y se burlaba de Francisco. Entonces el compañero de Francisco empezó a decir a la gente que Francisco era hijo de un comerciante rico de Asís, que era de buena familia y que era estudiado… Veis: ¡talegas, alforjas, sandalias, bueyes, posesiones, seguridades, títulos…! Francisco llamó la atención a este hermano y le dijo que no siguiera hablando. Si la gente aceptaba el mensaje predicado, que fuese por el mensaje mismo y no por el mensajero y por sus títulos.
2) “Cuando entréis en una casa (cuando encontréis a alguien), decid primero: ‘Paz a esta casa.’ Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros […] Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘Está cerca de vosotros el reino de Dios.’” Jesús nos dice que entremos en las casas, es decir, en lo más íntimo de las personas y de las familias. Jesús nos dice que deseemos su Paz a la gente que mora en aquella casa; gente con sus alegrías e ilusiones, gente con sus dolores y miedos, gente con sus resistencias y aperturas a Dios… Jesús nos dice que hagamos vida con la gente entre la que estamos sin apropiarnos de nada, sin exigir nada. Jesús nos dice que hagamos el bien (curar enfermos) y que prediquemos la cercanía de Dios y de su Reino. Cercanía de la que nosotros somos testigos en nosotros mismos. Cercanía, no de oídas, sino de certeza propia y en otros.
3) “Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.’” Se trata de un texto duro y a la vez lleno de misericordia por la llamada a la conversión, por el anuncio de la buena noticia: “’De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.’” Lo más normal en los tiempos que corren es que nos pase esto último (que la gente no nos reciba) que lo primero (que la gente nos reciba). En ese caso Jesús quiere que nos sacudamos su polvo. Entiendo que Jesús puede referirse aquí a su pecado, a su egoísmo, a su sordera, a su dureza de corazón… No quiere que eso se nos pegue a los obreros de Jesús, ya que ese “polvo” es muy contagioso. En definitiva, Jesús rechaza el “polvo” de la gente = el pecado de la gente, pero quiere la salvación de la gente y, por lo tanto, hemos de anunciarles que “’de todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.’”
- Al volver a Jesús después de nuestros trabajos, no hemos de alegrarnos por los triunfos de nuestro apostolado –dice Jesús-, tampoco hemos de entristecernos por los fracasos de nuestro apostolado, sino que hemos de alegrarnos –dice Jesús-, porque nuestros “nombres están inscritos en el cielo.”