Domingo XXII del Tiempo Ordinario (C)

2-9-2007 DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO (C)
Ecl. 3, 19-21.30-31; Slm. 67; Hb. 12, 18-19.22-24a; Lc. 14, 1.7-14
Queridos hermanos:
Hace unos días muchos periódicos sacaban en sus páginas unos datos sobre la madre Teresa de Calcuta[1] muy llamativos. La Nueva España titulaba su noticia así: “La madre Teresa perdió la fe”. Después en el texto que acompaña el titular se matizaba esta afirmación. El ABC tenía otro títular: “La madre Teresa vivió una crisis espiritual durante cincuenta años”. Veamos algunas de las frases y datos que aportaban los medios de comunicación:
- La ausencia de Dios en la vida de la madre Teresa parece haber comenzado casi en el mismo momento en que empezó su labor ayudando a los desheredados de Calcuta en 1948 y, con la excepción de un breve periodo de cinco semanas en 1959, ese vacío estuvo siempre presente.
- La madre Teresa escribió: “mi sonrisa es una gran capa que esconde una multitud de penas”. Porque siempre sonreía, la gente pensaba que “mi fe, mi esperanza y mi amor me desbordan, y que mi intimidad con Dios y la unión con su voluntad llenan mi corazón. Si supieran...”, afirmaba la religiosa.
- En una carta remitida a un sacerdote amigo le escribía: “Jesús tiene un fuerte amor por ti. ¿Pero por mí? Los silencios son demasiado. Miro y no veo. Escucho y no oigo. Te pido que reces por mí. Ruégale que me eche una mano”. “Siento que Dios no me quiere, que Dios no es Dios, y que El verdaderamente no existe”. En todos los escritos se percibe el gran dolor espiritual de la religiosa.
- Y es que la madre Teresa de Calcuta pasó la mayor parte de sus últimos cincuenta años de vida en medio de una profunda crisis espiritual que le llevó a dudar de la existencia de Dios. En una de sus cartas a su director espiritual decía en 1980: “El silencio y el vacío son tan grandes que miro pero no veo, escucho pero no oigo, la lengua se mueve (durante la oración) pero no habla”. Esas palabras llegaban después de otras bien diferentes: las que pronunció durante la ceremonia de recogida de entrega del premio Nobel de la Paz, la madre Teresa había dicho que “Cristo está en nuestros corazones, en los pobres a los que encontramos, en la sonrisa que ofrecemos y en la que recibimos”.
¿Qué pensamos de todo esto? ¿Cuál es nuestra opinión? ¿Mintió la madre Teresa cuando decía en la entrega del premio Nobel de la Paz que Cristo estaba en nuestros corazones, y a la vez a sus amigos íntimos y confesores les decía que no veía a Dios, que no escuchaba a Dios, que no existía Dios?
Ante todo se ha de decir que el sufrimiento espiritual de la madre Teresa de Calcuta fue tremendo; su oscuridad en el alma y en el corazón debió de ser terrible; seguramente pensaría que podía estar engañando a las chicas que querían entrar en su congregación religiosa para seguir su camino; seguramente pensaría que podía ser una hipócrita por engañar a tanta gente en el mundo que le daba su dinero, su admiración, su cariño y su confianza, porque la creían cerca de Dios y ella se sentía tan lejos de El, pues en momentos llegó a dudar de su existencia.
Pero repito las preguntas de arriba: ¿Mentía la madre Teresa cuando hablaba y escribía tantas maravillas de Dios[2] y en su interior vivía otra cosa muy distinta? ¿Llegó a perder la fe realmente la madre Teresa?
Quien no entienda ni sepa de cosas del espíritu contestará afirmativamente a estas preguntas y se escandalizará de los escritos y de las vivencias íntimas de la madre Teresa. Pero quien sepa algo de la vida de fe y quien conozca un poco de la vida de los santos verá que, lo que le pasó a la madre Teresa, era algo completamente normal y habitual en el camino de santidad y en el camino de cada cristiano:
- Quién no recuerda las palabras de Jesús en la cruz, cuando dijo a voz en grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Jesús experimentó el silencio de Dios, la ausencia de Dios y todo ello en medio de un sufrimiento atroz. Dios no estaba cuando más lo necesitaba. Pero, ¿recordáis las últimas palabras de Jesús en la cruz antes de morir? “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y es que la prueba, el silencio y el aparente abandono de Dios no hace que Jesús o una persona de fe auténtica reniegue de Dios, sino que hace que uno viva desde la pura fe, oscura y cierta, y se entregue con confianza absoluta en sus manos.
- Hay unas palabras de Sta. Teresita del Niño Jesús que a mí siempre me dieron mucha luz. Ella entró en el convento de la Carmelitas Descalzas cuando tenía unos 16 años y murió hacia los 24 años de tuberculosis. Su vida siempre fue de muchas pruebas exteriores e interiores. Poco antes de morir escribía ella: “Al entrar en el convento entre Tú y yo había un velo. Ahora hay un muro…, pero sé que detrás del muro estás Tú”. Teresita casi “tocaba” a Dios al entrar en el convento. Su corazón y su alma estaban henchidos de gozo. Mas al entrar todo se volvió oscuridad y tuvo que aprender a descubrir la presencia de Dios, no a través de los sentidos o de la razón, sino de la pura fe. Ella ya no veía a Dios, ya no escuchaba a Dios, ya no sentía a Dios, pero sabía que Dios estaba.
- Quien conoce un poco de la vida de S. Francisco de Asís sabe que los últimos años de su vida los pasó en medio de la oscuridad del alma. Cuando sentía a Dios, todo lo podía. Cuando El le faltaba, no era nada.
- Esto mismo lo experimentaba Sta. Teresa de Jesús; por eso llegó a escribir aquello de “si tienes a Dios, ¿qué te falta? Si te falta Dios, ¿qué tienes?” Ella llegó a confiar tanto, tanto en Dios, que escribió aquella poesía preciosa y terrible a la vez, que muy pocos estarían (estaríamos) dispuestos a firmar:
“¿Qué mandáis hacer de mí?/
Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz cumplida,
flaqueza o fuerza a mi vida,
que a todo diré que sí.
¿Qué queréis hacer de mí?/
Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida, dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?/
Si queréis, dadme oración,
si no, dadme sequedad;
si, abundancia y devoción,
y, si no, esterilidad;
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?/
Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar,
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando. Amén”
- S. Ignacio de Loyola, uno de los mejores maestros de espíritus de la Iglesia, nos define qué es y cómo es sentirse cerca de Dios y poseído por El. Y qué es y cómo es sentirse alejado de Dios. Lo primero lo llama consolación y lo segundo desolación: “Llamo consolación espiritual cuando en el alma se produce alguna moción interior, con la cual viene el alma a inflamarse en amor de su Creador; y asimismo, cuando ninguna cosa criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas. Asimismo, cuando derrama lágrimas que mueven a amor de su Señor, sea por el dolor de sus pecados o por la pasión de Cristo, o por otras cosas directamente ordenadas a su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad, y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud del alma, aquietándola y pacificándola en su Creador.” “Llamo desolación todo el contrario, así como oscuridad del alma, turbación en ella, inclinación hacia las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a desconfianza, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador.”
- S. Juan de la Cruz llamaba a todo este proceso “noche oscura”: noche oscura de los sentidos y noche oscura del espíritu.
Por eso, para caminar en la vida de fe es necesaria la ayuda de un director espiritual. El te orienta, te guía, te da seguridad, paciencia y hace que te abandones en las manos de Dios. El fin de todo este proceso, de lo que le pasó a la madre Teresa, a todos los santos y a todos los que quieran seguir el camino de Dios es la purificación, es decir, el desprendernos de todo lo que no es Dios para que quede únicamente nuestro ser más íntimo, desnudo y solo, para El.
[1] Hemos de recordar que la madre Teresa, la monja albanesa cuya dedicación a los pobres de Calcuta la convirtió en símbolo de la caridad, fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en 2003.

[2] ¿No habéis leído libros de la madre Teresa con palabras que nos reconfortan y ayudan en nuestra fe?