Domingo I de Adviento (A)

2-12-2007 1º DOMINGO ADVIENTO (A)
Is. 2, 1-5; Slm. 121; Rm. 13, 11-14a; Mt. 24, 37-44
Queridos hermanos:
- Comenzamos hoy el año litúrgico en la Iglesia. Es el año A y leeremos en los domingos de este año mayormente el evangelio de S. Mateo. El año litúrgico lo comenzamos con el tiempo de Adviento en el que preparamos la venida de Jesucristo. No es este tiempo de Adviento simplemente para celebrar que Jesús ha venido hace más de 2000 años, sino para preparar la definitiva llegada de Jesús, Mesías y Salvador.
En esta semana me preguntaba una persona cuál era la diferencia o diferencias entre el tiempo de Adviento y el tiempo de Cuaresma. Parecen bastante iguales o similares, pues en ambos se utiliza el color morado en la casulla y en otros paños litúrgicos; en ambos se da paso a otros tiempos litúrgicos más fuertes: Navidad y Pascua; y en ambos se hace penitencia –me decía esta persona.- La verdad es que los dos primeros puntos son ciertos, pero no el último. En efecto, el tiempo de Adviento no es propiamente un tiempo de penitencia, sino que es un tiempo de espera y esperanza, un tiempo de ilusión y de oración, tiempo de preparación a la venida del Señor. Sí, lo que importa preparar en estas cuatro semanas es que el Señor viene. Por eso, el evangelio de hoy nos anima con estas palabras: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor […] Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”
Recibí el miércoles una carta de una religiosa que me escribía lo siguiente: “quiero encomendar a sus oraciones a una hermana de la comunidad, que falleció anoche, a las nueve de la noche. Dos días antes estando cenando le dio un infarto cerebral y a las 48 horas fallecía. Hacía 9 años que le había dado algo parecido y se recuperó bastante. Por lo tanto, nadie esperaba este desenlace tan repentino. Verdaderamente el Señor viene como ladrón en la noche, y hay que vivir preparados, pues una muerte santa no se improvisa.” Tiene toda la razón esta religiosa: una muerte santa no se improvisa… y una vida santa tampoco. El Señor pasa a nuestro lado a la hora de la muerte, pero igualmente pasa de modo constante para tocar nuestro corazón.
Recordáis que el otro domingo os hablaba de una señora que está mal, bastante mal. Ese mismo domingo, por la tarde, fui a verla y la más entera de todos los que encontré en su casa era ella. Tenía una paz que no era de este mundo. Las lágrimas se nos saltaban a sus hijos, a su marido, a mí…, pero a ella no. Ahí os van algunas de las perlas que he visto y escuchado en esa tarde del domingo:
* Al quedar a solas con esta mujer para administrale los sacramentos me dijo que tenía una gran paz, que el Señor estaba haciendo con ellas cosas grandes y que notaba que la estaba preparando. Ella sentía como si estuviera subiendo una montaña y percibía que estaba ahora muy cerca de la cumbre.
* Una de sus hijas le decía: “Mamá, tú ¿por qué no lloras?” Y la madre le contestó. “Porque a mí no se me va a morir nadie”.
* Decía un yerno: “Es tan injusto esto, que le pase esto a ella”. Pero esta mujer lo vive con gran paz.
* Algunos le pedían a Dios poder entender lo que le está pasando a esta mujer, pero ahora dicen que no es cosa de entender, sino de vivir.
* Me decía esta mujer que tenía que preparar yo la Misa de su fallecimiento: que quería que fuera una Misa de alegría, y no de un funeral como otros (de tristeza). Ella pasa a otro lugar en donde estará mejor, me decía.
* Le decía yo a una de sus hijas que tenían que tener una grabadora al lado de su madre, pues las palabras de ésta estaban verdaderamente inspiradas y rezumaban una sabiduría y una paz que no era de este mundo.
* Esta mujer, como dice S. Pablo, sembró espíritu durante su vida, por eso ahora cosecha y recoge Espíritu. Pero quien siembra en esta vida sólo para la “carne”, únicamente cosechará y recogerá luego “carne”.
Que por qué os cuento esto, pues por lo que decía la religiosa más arriba: una muerte santa no se improvisa y una vida santa tampoco. Os lo cuento también porque esta mujer está preparando su Adviento y está diciendo en su corazón: “Ven, Señor Jesús.” Durante años esta mujer quiso vivir al lado del Señor, con muchos pecados y fallos, pero al lado del Señor. Quiso vivir ella y que viviera su familia y las gentes cercanas a ella de un modo muy próximo al Señor. Esta mujer quiso ser del Señor y para el Señor, y sembró, y ahora está recogiendo los frutos.
- En la segunda lectura nos dice S. Pablo: “Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.” Sí, es necesario que sembremos espíritu para cosechar Espíritu, y que no sembremos “carne” para no recoger después sólo “carne”. Por ello, un año más os propongo que hagáis un plan para este Adviento. Así lo estoy proponiendo en las penitencias que impongo estos días a las personas que se confiesan conmigo. Os doy algunas ideas que puedan ayudaros:
* En el ámbito espiritual sería bueno que 1) nos pudiéramos plantear el acudir más frecuentemente a la Eucaristía entre semana; 2) podemos meditar en la oración sobre las lecturas de la Biblia que se nos proponen en cada Misa; 3) podemos realizar una confesión en medio del tiempo de Adviento; 4) podemos frecuentar más el Sagrario como medio de cercanía a nuestro Amado Jesús.
* En el ámbito humano y familiar y de trabajo podemos luchar contra un defecto que se nos resiste o por fortalecer una virtud que el Señor nos pide con más ahínco. Por ejemplo, dejar algo más de lado la televisión, el ordenador, Internet, la lengua, los gastos-compras superfluos, los regalos superfluos, no tomar dulces navideños hasta el día 24 de diciembre por la noche, el hacer más tareas en casa o en nuestro trabajo o estudio, ser ordenados en nuestros horarios de levantarnos o de acostarnos, o ser puntuales en nuestras citas, sujetar el genio, mortificar el egoísmo o la soberbia, visitar enfermos o gente que sabemos que nos agradecerá un poco nuestro escuchar o nuestra presencia, dar dinero o cosas o “cacharritos” que no nos dejan movernos hacia el Amado Jesús. Ser más cariñosos con los que nos rodean, perdonar a los que nos ofenden, pedir perdón a los que herimos…
* En el ámbito pastoral o de apostolado, ver qué puedo hacer en la Iglesia, parroquia, movimiento… en los que Dios me ha puesto.