Inmaculada Concepción (A)

8-12-2007 INMACULADA CONCEPCIÓN (A)
Gn. 3, 9-15.20; Slm. 97; Ef. 1, 3-6, 11-12; Lc. 1, 26-38

Queridos hermanos:
Nos relata el evangelio de hoy que “el ángel, entrando en su presencia (en la de María), dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres.’” Vamos a tratar de acercarnos a alguna de estas afirmaciones que el ángel le hace a María.
- “Alégrate.” Son las primeras palabras que le dice el ángel a María, cuando se presenta ante ella. Y María le puede preguntar que por qué ha de alegrarse. El ángel le dice que se ha de alegrar porque el Señor está con ella. En este mes de noviembre estuve en Covadonga impartiendo con otras personas Cursillos de Cristiandad; a medida que iban transcurriendo y que el Señor iba actuando, la alegría se iba adueñando de todos los que estábamos allí. Era un contento profundo, hondo, totalizante y sanador el que teníamos. Todos comprendíamos que era fruto de la presencia de Dios, porque, cuando Dios viene y nos visita, la Alegría de verdad se instala en nuestro ser más profundo. En este mes de noviembre estuve en Lugo impartiendo ejercicios espirituales a más de 60 personas; a medida que iban transcurriendo las horas y los días, y el Señor actuaba en todos nosotros, la alegría se iba adueñando de todos nosotros. En los ejercicios espirituales procurábamos estar en silencio; procurábamos más escuchar al Señor que a los otros; procurábamos más escuchar al Señor que a nosotros mismos y, cuando esto sucedía, la alegría profunda, honda y totalizante se adueñaba de nosotros. Y es que la alegría no es otra cosa que Dios presente y actuando en nosotros.
- “Llena de gracia.” María está llena de gracia, es decir, de Dios. Está llena de gracia desde el mismo momento de su concepción, porque el Señor la preservó del pecado original. También nosotros estamos llenos de gracia en el momento de nues­tro bautismo. Sin embargo, existen dos diferencias entre María y nosotros: 1) En cantidad y calidad nuestro "llenos de gracia" es distinto del "llenazo de gracia" de María, ya que todos tenemos una misión en este mundo, pero la misión de María consistió en dar a luz al Hijo Unigénito de Dios, al Santo entre los santos. 2) María mantuvo esa incolumidad, este “llena de gracia” hasta la hora de su muerte. Pudiendo pecar, porque era tan libre como nosotros para decir NO a Dios, pero no lo hizo y por eso ella no perdió ese "lle­nazo de gracia", con el que fue saludada por el arcángel Gabriel.
- "Bendita tú eres entre todas las mujeres". ¿Por qué dice esta expresión el ángel? Las mujeres en Israel y en otros lugares esta­ban normalmente sometidas al varón: al padre, al hermano y al marido. Su única riqueza eran los hijos. Una mujer sin hijos era una desgraciada. Así Rebeca, mujer de Jacob, entregó una esclava suya a éste para que tuviera hijos suyos por envidia hacia su hermana; Ana, la madre de Samuel, sufría por no tener­los; Sara, la mujer de Abrahán, reñía con Agar, ya que ésta tenía un hijo de Abrahán y ella no; Isabel, la prima de la Virgen María, al saberse embarazada estuvo 6 meses sin salir porque el Señor se había acordado de su opro­bio; el caso más sangrante para mí y que nos narra el Antiguo Testamento se da cuando las hijas de Lot emborracha­ron a su padre para tener descendencia, pues todos los hombres de aquella región habían muerto; etc. Por eso, Isabel felicita el embarazo de María, ya que una mujer con un hijo en su vientre era una mujer dichosa.
Pero, ¿por qué el ángel le dice que es bendita sobre todas las mujeres? Cuando Eva pecó e incitó a pecar a Adán, el Señor ya prometió la salvación del género humano a través de un Mesías. Esto se desprende de las siguientes palabras de la primera lectura: “ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.” Es decir, la serpiente buscará morder el talón del género humano a través del pecado, pero la mujer aplastará la cabeza de esa serpiente. ¿Cómo será eso, cómo una mujer podrá aplastar la cabeza de la serpiente-Satanás? El pueblo de Israel siempre interpretó que una mujer daría a luz a un salvador, al Mesías. Toda mujer judía confiaba en ser la madre de este Mesías. Pues bien, María fue la mujer elegida por pura gracia de Dios para traer la salvación al género humano y por ello fue felicitada por el ángel como bendita entre todas las mujeres.
- "El Señor está contigo". María recordando su vida, en su ancianidad, podía haberse preguntado si realmente el Señor había estado con ella a lo largo de todos los años:
* Cuando quedé embarazada de Jesús por obra del Espíritu Santo, yo ya estaba desposada con José. Y él podía haberme denuncia­do por haberlo traicionado (como si hubiese cometido adulterio) y el castigo por ello era el apedreamiento. ¿El Señor estuvo realmente conmi­go?
* Cuando tenía el embarazo muy adelantado, tuve que marchar por esos mundos de Dios y dar a luz de un modo insano, como los animales, en una cuadra. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Cuando nació mi hijo, casi me lo mata Herodes y tuvimos que escapar rápidamente. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Nos marchamos a Egipto, un país desconocido, con lengua extraña y malviviendo en medio de muchas dificultades. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Luego al regresar a Nazaret, cuando Jesús tenía 12 años, nos dio un susto de muerte al escapársenos en Jerusalén. ¡Vaya angus­tia la nuestra durante los tres días que pasamos antes de encon­trarlo! ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* En Nazaret Jesús se comportaba de un modo raro, ya que no quería casarse como hacían todos los chicos a la edad de 18 años, rechazando a todas las chicas que nosotros le apuntábamos. Todos los vecinos y la familia murmuraban de nosotros. ¿El Señor estuvo realmente conmi­go?
* Para colmo de males en medio de tantas estrecheces como pasábamos, se murió mi querido marido José, dejándome sola con Jesús. Y yo seguía sin ver nada de lo que me había anunciado aquel ángel misterio­so unos 25 años antes. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Además, después Jesús me dejó sola y se marcha a predicar. Muerta de vergüenza tuve que irme con mi familia, porque yo no tenía medios de subsistencia y tuve que escucharles a todas horas que Jesús no tenía cabeza al abandonarme y no darme nietos, como hacían todos los buenos hijos. Me decían que era primero la obligación y luego la devoción. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Jesús, mi hijo, era bueno, hacía siempre el bien. Así me lo decía tanta gente, pero otros lo querían matar y lo odiaban. ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
* Al final, mataron a mi hijo Jesús. Y yo me quedé sola: sin marido, sin hijo, sin nuera, sin nietos. ¿Dónde están aquellas promesas maravillosas que oí hace tantos años? ¿El Señor estuvo realmente conmigo?
Como María podemos decir también nosotros: ¿El Señor está conmigo con mi hijo drogadicto, con mi marido en paro, con mi familia o yo enfermos, etc.? Si María hubiera sabido lo que supo al final de su vida, ¿hubiera dicho el ”fiat” al ángel o se hubiera negado? ¿Mereció la pena el decir que sí para lo que luego resultó? ¿Merece la pena nuestra fe para lo que resulta en nuestra vida?
María dice hoy y siempre: Sí, el Señor estuvo siempre conmi­go. Yo me fío de Dios, confío en El. Ha merecido la pena todo lo sufrido, porque El me ha dado mucho más de lo que yo nunca pude esperar.