Navidad (A)

25-12-2007 NAVIDAD (A)
Is. 52, 7-10; Slm. 97; Hb. 1, 1-6; Jn. 1, 1-18


Queridos hermanos:
- El primer domingo de Adviento os proponía que hicierais un plan para preparar la Navidad. Sé de gente que en este tiempo ha intensificado su oración, ha procurado confesarse con más frecuencia, ha quitado comida de su estómago (en cantidad y en caprichos) y ha hecho algo de ayuno, ha leído algunas cosas espirituales, ha intentado moderar su genio y su lengua, ha quitado algo de tabaco, de cafés y de Internet, ha procurado no hacer gastos superfluos, ha quitado cacharritos de su casa y de su corazón, ha dado parte de su tiempo a personas necesitadas de compañía y de cariño; en definitiva, ha querido ser un poco más de Dios.
¡Enhorabuena a quienes han procurado en este Adviento vivir en esta línea! Dios les ha dado muchísimo más de lo que ellos han entregado a Dios y a los demás. No importa si han fallado mucho o poco en sus planes. Lo que importa es que Dios los ha encontrado caminando hacia El. Ellos han dado 10 pasos hacia Dios y El ha dado 990 pasos hacia ellos. En ellos se cumplen más y más las palabras que Jesús dijo en el evangelio: “Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me distéis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me vinisteis a ver” (Mt. 25, 34-36).
- El domingo 23 estaba confesando después de la Misa de las 11 y en una ocasión, al terminar la confesión, me dice una persona: “Felices Navidades.” Yo le di las gracias, pero surgió de mí ser otra respuesta: “Le deseo unas Santas Navidades.”
En “Felices Navidades” puede haber jolgorio, encuentros familiares, noches largas y animadas, etc. Pienso que lo de “Santas Navidades” tiene para mí otra connotación y significado. “Santas Navidades” quiere decir que buscamos y deseamos una celebración sobre todo religiosa y espiritual, en donde la comida, la bebida, los regalos, la lotería y las reuniones familiares quedan en segundo lugar, porque lo que importa es que Dios se ha hecho hombre y está con nosotros para siempre. Además, en “Santas Navidades” puede haber lágrimas, soledad humana, perdón hacia los demás y hacia uno mismo, oración ante el Niño Dios, celebraciones eucarísticas (Misas), presencia de Dios, ternura de Dios, etc. También “Santas Navidades” quiere decir que, aunque los problemas y sufrimientos sigan con nosotros en estos días, el Niño Dios viene a nosotros y nos acompaña.
- Celebramos hoy la Santa Navidad. El Hijo de Dios ha bajado del cielo y pisa para siempre nuestro suelo. Dios ha acompañado siempre al hombre, pero, desde el nacimiento de Jesús, este acompañamiento se da en la cercanía: donde se alegra el hombre, se alegra Dios; donde sufre el hombre, sufre Dios; donde muere el hombre, muere Dios; donde peca el hombre, perdona Dios…
* Hace un tiempo me preguntaron la opinión para nombrar a un sacerdote para un puesto determinado. Yo me opuse a este nombramiento por una serie de razones. A pesar de ello, el sacerdote fue destinado a ese lugar. Hoy pienso que ese sacerdote se merecía y se merece una oportunidad. Dios me da siempre oportunidades; yo no soy quien para negárselas a los otros. Y es que la Navidad significa la Gran Oportunidad que Dios da al género humano para dejar el mal y caminar hacia el Bien, hacia Dios.
* Una de las mayores dificultades que encuentro en la tarea sacerdotal es transmitir a los cristianos que han de tener paciencia con los demás, pero sobre todo consigo mismo. No pueden pretender cambiar de repente, dejar de tener pecados de repente. Dios tiene paciencia con nosotros y con los demás, por lo que yo no puedo ser impaciente con los demás ni conmigo mismo. Y es que la Navidad significa igualmente la Gran Paciencia que Dios tiene y tendrá siempre con todos los hombres, con todos y cada uno de los hombres. Siempre digo que, aunque sólo hubiera habido un hombre pecador en todo el mundo durante todos los siglos de existencia de la Tierra, Dios Padre habría enviado a su Hijo Único al mundo para que naciera por ese solo hombre pecador. Y este Hijo Único hubiera muerto en la cruz por este solo hombre pecador. ¡Qué importantes somos cada uno de nosotros para Dios, pues su obra de salvación merece la pena por un único hombre! ¿Sabéis cuándo descubrí esto? Pues cuando estuve de cura en Taramundi, entre los años 1984 y 1988. Resultaba que, en ocasiones, iba a celebrar Misa por las aldeas y sólo acudía 1 persona. Yo me preguntaba entonces si merecía la pena subir hasta aquella aldea perdida sólo por 1 persona, y el Señor siempre me respondía que sí, porque ése era hijo suyo, un hijo amado.
- Cuando los evangelistas S. Mateo, S. Marcos y S. Lucas nos relatan la Navidad, es decir, el nacimiento de Jesús, lo hacen simplemente describiendo de un modo sencillo lo que aconteció a los ojos humanos y a los ojos de la fe, o sea, que aquel niño que nació era el Hijo de Dios. Sin embargo, el evangelista S. Juan nos narra la Navidad desde una perspectiva más teológica. Así dice: “En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.” Cuando S. Juan menciona la Palabra se está refiriendo a la segunda persona de la Santísima Trinidad, es decir, al Hijo. Por eso, la traducción de esta frase sería ésta: ‘En el principio y desde toda la eternidad existía un solo Dios, pero con tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Hijo estaba desde siempre con el Padre Dios, y el Hijo era también Dios.’
Sigue diciendo S. Juan en su evangelio: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres […] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.” Esto quiere decir que en el Hijo Dios había Vida, pero Vida con mayúsculas, y esta Vida se entregaba a los hombres que estaban muertos, a los hombres que morían y que morirían, porque quien tiene al Hijo no muere para siempre. Su muerte es sólo temporal. Además, en el Hijo de Dios hay luz para los hombres, pero luz verdadera, no luz engañosa. Recuerdo que hace tiempo vi una película en la que se narraba que, cuando había tormentas y poca visibilidad en un mar cercano a las costas, varios desalmados encendían hogueras para inducir a los marineros de los barcos a acercarse a los arrecifes pensando que era un faro que les guiaba por lo seguro. Cuando embarrancaban, los desalmados robaban las pertenencias que transportaban dichos barcos. Los armadores perdían sus barcos y su medio de vida; los comerciantes perdían sus mercancías y quedaban en la ruina; y los marineros perdían sus vidas. Pues bien, el Hijo de Dios no es nunca para nosotros una hoguera que nos lleva a los arrecifes y que nos roba lo nuestro, sino que es la VERDADERA LUZ que nos descubre el mal que nos hunde y que nos destroza día y a día, y a la vez nos muestra el camino seguro. El Hijo de Dios, no sólo no nos quita lo nuestro, sino que nos da todo lo suyo.