Domingo XXVII del Tiempo Ordinario (A)

5-10-08 DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO (A)
Is. 5, 1-7; Slm. 79; Flp. 4, 6-9; Mt. 21, 33-43

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Queridos hermanos:
El trabajo en el campo, y en este caso el trabajo en las viñas era algo muy común en los tiempos de Jesús y entre las gentes a las que él hablaba. Por eso, Jesús para hablarles de Dios utilizaba parábolas en las que la siembra y las viñas estaban muy presentes. De este modo las gentes podían entender mejor a Jesús.
Ya adentrándonos en las lecturas de hoy podemos decir que nosotros mismos somos las viñas de Dios. El profeta Isaías tiene experiencia del amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros y lo escribe en una imagen poética muy bella: “Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña: Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar.” Así nos ha tratado y trata Dios a todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo hemos respondido en tantas ocasiones y cómo respondemos a este amor de Dios? También nos lo dice Isaías: “esperó que (la viña) diese uvas, pero dio agrazones”, es decir, frutos amargos, que no sirven para nada. El jueves hablé con el párroco de Cudillero y me preguntaba él qué debía hacer, pues una persona le había pedido “borrarse” de la Iglesia Católica y este sacerdote no sabía cómo actuar. Hace poco comentaba D. Carlos, nuestro Arzobispo, que pide cada poco a la curia diocesana que se le pase una lista actualizada, con nombres y apellidos, de todos los que piden “borrarse” de la Iglesia Católica, de todos los que apostatan. Esa lista la pone D. Carlos sobre el altar de la capilla de su casa para orar por todos y cada uno de ellos, pues cada nombre es como una puñalada en su corazón de pastor y de padre.
Nos cuenta Jesús en el evangelio que Dios ha enviado a sus profetas e incluso a su propio Hijo para que los hombres diésemos frutos de verdad y de santidad, y no agrazones. ¿Cómo hemos reaccionado ante estos mensajeros de Dios? Pienso que principalmente hay cuatro formas de reaccionar:
El primer modo es la agresión. Así se nos dice en el evangelio: “Agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo […] Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.” Cada vez que alguien se mofa de la Palabra de Dios, o de los Sacramentos, o de la Iglesia, o de los cristianos… se está cumpliendo este evangelio. El miércoles pasado vi por Televisión Popular, la cadena televisiva de la Iglesia, cómo en la India se quemaban iglesias católicas, se apaleaban a cristianos y sacerdotes, se destrozaban a palos las imágenes de Cristo crucificado o de la Virgen María… También así se está cumpliendo ese evangelio.
El segundo modo es la indiferencia. Lo que dice la Palabra de Dios o la Iglesia no interesa en manera alguna. Se “pasa” de ello. No interesa la catequesis, el recibir los Sacramentos, la resurrección, la oración… No nos es útil. Recuerdo que hace unos años le preguntaron a un deportista muy famoso en España y en el mundo si era creyente, a lo que respondió que no, que no necesitaba a Dios para nada. Era joven, era famoso, era rico, era el primero en su especialidad en el mundo… ¿Para qué quería a Dios entonces? PARA NADA.
El tercer modo es la pereza. Y para explicar esto me voy a servir de una poesía de Lope de Vega, un escritor que llevó una vida disoluta y hacia el final de su existencia se ordenó sacerdote católico. Dice así la poesía en la cual relata cómo respondió él ante los mensajes que Dios le fue enviando a lo largo de su vida:
"¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
'Alma, asómate a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía'!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
'Mañana le abriremos', respondía,
para lo mismo responder mañana!"
Con frecuencia así reaccionamos también nosotros y posponemos día tras día el abrirnos de todo y para siempre a las palabras y requerimientos de amor de nuestro Dios.
Finalmente, el cuarto modo consiste en la respuesta positiva a las llamadas de Dios. Y a esto os invito al inicio de este curso. Dios nos ama y nos ha cuidado desde antes de nuestro nacimiento. No podemos matar a los mensajeros de Dios o permanecer indiferentes o en la desidia y pereza ante sus palabras. Cada uno debe pensar cómo responder a la llamada de Dios. Yo os propongo una cosa concreta para este curso en esta Archidiócesis de Oviedo:
* Al final de 2009 se va a celebrar un Sínodo Diocesano en nuestra Iglesia diocesana. Nuestro Arzobispo nos llama en este curso 2008-2009 a participar en los grupos sinodales, es decir, en “grupos de oración, reflexión y trabajo acerca de los documentos que sobre los temas del Sínodo se enviarán con el fin de hacer propuestas para preparar la Asamblea Sinodal.”
* Los temas que se van a tratar en el Sínodo son: 1) Matrimonio y familia; 2) la iniciación cristiana de los niños; 3) los jóvenes; 4) el ejercicio de la caridad (para con los más necesitados); 5) la Iglesia y su relación con la sociedad y la cultura. Vamos a trabajar sobre estos cinco temas en las reuniones de los grupos.
* Los grupos sinodales estarán formados por un número no inferior a 8 personas ni superior a 12. Se reunirán cada 15 días, o sea, 2 veces al mes. Lo haremos en la parroquia de S. Tirso el Real, que nos deja gustosamente sus locales. Se nos van a proporcionar unos documentos sobre los cinco temas arriba mencionados con algunas preguntas para hacer propuestas operativas y que no se quede en mera palabrería. Se va a poder hablar libremente y a hacer propuestas libremente buscando a) el bien de la Iglesia, b) de nuestra sociedad y c) el anuncio de Cristo encarnado, muerto y resucitado por todos nosotros en esta época y lugar que vivimos.
* Pienso que la participación en estos grupos es una buena forma de que nuestra viña dé sus frutos, no sea que el Señor Jesús nos diga al final de nuestros días, como dijo a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo de Israel: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.”
* Pienso también que otras personas podrán atender la llamada de Dios de otros modos y ¡seguro que lo harán!, pero lo que no podemos hacer es quedarnos con los brazos cruzados.