Domingo V del Tiempo Ordinario (B)

8-2-2009 DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO (B)
Job. 7, 1-4.6-7; Sal. 146; 1 Co. 9, 16-19.22-23; Mc. 1, 29-39
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Queridos hermanos:
La primera lectura y el evangelio de hoy nos hablan de sufrimiento y de enfermedades. Job, en una oración, narra algo de la amargura y angustia por la que él pasaba: “Al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera, y se consumen sin esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha”. También vemos en el evangelio a un Jesús muy preocupado por el dolor de la gente y muy dispuesto a ayudar. “La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males”.
- La enfermedad. El día 11 de febrero celebraremos a la Virgen de Lourdes, y ese día en toda la Iglesia católica se celebra la Jornada mundial del enfermo. Las transformaciones actuales de nuestra sociedad han cambiado profundamente las condiciones del enfermo. En muchas situaciones la ciencia da una esperanza razonable de curación, o al menos prolonga en mucho los tiempos de evolución del mal, en caso de enfermedades incurables. Pero la enfermedad, como la muerte, no está aún, y jamás lo estará, del todo derrotada. Forma parte de la condición humana. S. Pablo decía a los corintios: "Aunque nuestro exterior va decayendo, lo interior se renueva de día en día [...] Es que sabemos que si nuestro albergue terrestre, esta tienda de campaña, se derrumba, tenemos un edificio que viene de Dios, un albergue eterno en el cielo no construido por hombres" (2 Co. 4, 16; 5, 1). En efecto, la fe cristiana puede aliviar esta condición y darle también un sentido y un valor. Después de la larga hospitalización que siguió al atentado en la Plaza de San Pedro, el Papa Juan Pablo II escribió una carta sobre el dolor, en la que decía: “Sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo” (Cf. «Salvifici doloris», n. 23). La enfermedad y el sufrimiento abren entre nosotros y Jesús en la cruz un canal de comunicación del todo especial. Como decía una pensadora (Simone Weil): “la grandeza extrema del cristianismo proviene de que no busca un remedio sobrenatural contra el sufrimiento, sino un uso sobrenatural del sufrimiento.”
El enfermo tiene ciertamente necesidad de cuidados, de competencia científica, pero tiene aún más necesidad de esperanza. Ninguna medicina alivia al enfermo tanto como oír decir al médico: “Tengo buenas esperanzas para ti”. Cuando es posible hacerlo sin engañar, hay que dar esperanza. La esperanza es la mejor ‘tienda de oxigeno’ para un enfermo. No hay que dejar al enfermo en soledad. Una de las obras de misericordia es visitar a los enfermos, y Jesús nos advirtió de que uno de los puntos del juicio final caerá precisamente sobre esto: “Estaba enfermo y me visitasteis... Estaba enfermo y no me visitasteis” (Mateo 25, 36. 43). Jesús nos pide estas visitas al enfermo, y él mismo dio ejemplo de ello.
- Pero también hoy quisiera hablar de otra clase de sufrimiento, y lo hago de la mano de las mujeres de Acción Católica, las cuales hace 50 años fundaron la Campaña contra el Hambre. Este año la Campaña tiene el siguiente lema: “Combatir el hambre, proyecto de todos”. En el 2007 se lograron 62 millones de euros, de los cuales el 93,9 % se dedicaron a los fines de la Campaña y el 6,1 % a la parte administrativa y promoción de la Campaña. Ellas, como fieles discípulas de Jesús, quieren aliviar el sufrimiento de tantas personas en el mundo. Jesús lo hizo y hoy también lo hace a través de ellas.
De la revista que han elaborado voy a leer dos trozos de cartas de agradecimiento. Una es de un sacerdote que da las gracias por el dinero que sirvió para construir una escuela en Kenia: “Puedo deciros que la gente no cabe en sí de felicidad; todos los jefes y la comunidad se quisieron reunir conmigo, y me dijeron que lo que nosotros hemos hecho por ellos nunca podrán agradecerlo suficientemente. Los dencas no saben decir gracias, ni siquiera tienen la palabra en su lengua. Pero me dijeron claramente que las gracias que no tienen en la boca la tienen en el corazón, y que el nombre de Manos Unidas no lo olvidarán por generaciones y generaciones, porque recordarán a sus hijos, y éstos a los suyos, el nombre de los que les habían construido la escuela. Gracias infinitas en nombre de todos”. La otra carta es de una religiosa, Hija de la Caridad, que trabaja en Angola y escribe: “Gracias por saber dar buenas noticias, por dar agua al que tiene sed y pan al que tiene hambre”.
Hay muchos proyectos por todo el mundo y se pide ayuda a Manos Unidas para su realización. Voy a leer algunos datos sobre uno de estos proyectos: Se trata de Haití y se nos cuentan los destrozos de los huracanes Gustave, Hanna e Ike, que entre la última semana de agosto y la primera de septiembre de 2008 causaron cientos de muertos y heridos, y numerosos daños materiales, obligando a desplazarse a miles de personas. Los huracanes han dejado a todos los campesinos siniestrados. “Las casas han sido destruidas en unos 90%, devastadas por los vientos violentos. Los animales murieron, a excepción de las mulas. Las siembras han sido destruidas… No hay supervivencia para los campesinos si no se interviene de manera urgente en su favor. Las familias víctimas se encuentran en un estado crítico: No hay agua potable, no hay comida, no hay medicinas. El hambre comienza a hacer sentir sus efectos más graves: Tres niños y cinco adultos ya han muerto por el hambre. Las familias tienen miedo al futuro…” Testimonios como estos, cargados de angustia, llegaron a Manos Unidas junto con la solicitud de apoyo financiero urgente para los damnificados. Frente a la situación de emergencia creada, Manos Unidas puso en marcha varias acciones con las que intentó contribuir a paliar los efectos que los huracanes tuvieron entre la población: se distribuyeron a los campesinos alimentos y semillas de granos básicos y herramientas agrícolas adecuadas para emprender cuanto antes la reactivación productiva de la zona; y, además, se proporcionó a las familias damnificadas el mobiliario básico para sus casas, así como material escolar para los niños y la realización de trabajos de saneamiento encaminados al control de las epidemias. Sin embargo, no todo fue ayuda de emergencia, ya que muchos de los daños causados por los huracanes se vieron tiempo después, y requerían de una acción de desarrollo más estudiada y prolongada en el tiempo. Así es como llegó a Manos Unidas la situación en la que se encontraba el puente peatonal de la localidad de Kazal, a 45 kilómetros de la capital, Puerto Príncipe. El puente fue destruido por Ike, el último de los tres huracanes que azotaron la isla, dejando incomunicadas entre sí a las dos partes en las que se divide Kazal. Era utilizado diariamente por más de 2.000 personas, y unos 600 niños debían cruzarlo cada día para ir a la escuela. Además, era necesario usarlo para que los enfermos llegaran a la clínica de la ciudad y siete comunidades de la montaña pasaban por él el día de mercado para vender sus productos. En la época de lluvias, que va desde abril a noviembre, el río trae bastante agua y el puente era el único paso de un lado al otro. Su destrucción ha acarreado muchos problemas y, por esa razón, el grupo de notables del pueblo pidió a la Parroquia de San Miguel Arcángel que hicieran a Manos Unidas una petición para poder construir un puente nuevo. Con bastante experiencia en proyectos de desarrollo, la Parroquia ha llevado a cabo la construcción de seis escuelas y cuatro cisternas de agua potable en la zona, así como la canalización de una vertiente para agua potable en la Comunidad de Delbou, financiada por Manos Unidas. Ahora, gracias al dinero recibido de nuestra organización, construirán un nuevo puente en Kazal, que devolverá no sólo la comunicación entre las dos partes de la localidad, sino el acceso a la salud, el comercio, la educación e incluso el culto religioso a sus habitantes.
Termino esta homilía con una oración de S. Francisco de Asís contenida en su cántico a las criaturas y esta oración la hacemos nuestra: “Loado seas por toda criatura, mi Señor, (…) Y por los que perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación: ¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación!” AMEN.