Domingo VII del Tiempo Ordinario (B)

22-2-2009 DOMINGO VII TIEMPO ORDINARIO (B)
Is. 43, 18-19.21-22.24b-25; Sal. 40; 2 Co. 1, 18-22; Mc. 2, 1-12

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Queridos hermanos:
En las lecturas de hoy se nos habla de los pecados y culpas del hombre que Dios perdona. Aparece la figura de un Dios dadivoso, generoso, sin rencores y a la vez aparecen los hombres… que van a lo suyo, o por mejor decir, vamos a los nuestro.
- Fijaros en el evangelio. Tenemos a un paralítico y a cuatro familiares o amigos suyos que lo transportan. Hay un gentío tan grande que no pueden pasar. Se les ocurre subir al tejado y abrir un boquete para descolgar con cuerdas al paralítico y dejarlo ante Jesús. ¡Qué sorpresa la de Jesús y la de los otros que estaban allí! Seguro que a los dueños de la casa no les hizo gracia ver cómo les levantaban el tejado.
Pregunta del millón: ¿Para qué llevaron los cuatro al paralítico ante Jesús, subieron al tejado, hicieron un agujero y lo descolgaron…? Pues sí, para que Jesús lo curase, le devolviese el movimiento de los pies, de los brazos, de las piernas, de todo su cuerpo. ¿Para qué si no? Veamos cómo reacciona Jesús ante el paralítico: “Viendo Jesús la fe que tenían[1], le dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados.”
Reacción de los porteadores y del paralítico: ¿Qué hubiéramos respondido nosotros, siendo el paralítico o los porteadores, si yendo ante Jesús para que nos cure la parálisis, éste nos perdona los pecados? Le hubiéramos dicho: “Jesús, tú estás ya como los curas, o sea, respondes a preguntas que nadie te hace, das cosas que nadie necesitaba’. Le hubiéramos dicho que su perdón era una tomadura de pelo, que se dejara de tonterías y que curara a aquel hombre…, si es que podía.
Reacción de los letrados: Estos se enzarzan en una discusión teológica: si un hombre puede perdonar pecados (como bastantes cristianos de ahora que dicen que ellos se confiesan directamente con Dios). A los fariseos no les importaba el sufrimiento del paralítico, sino sólo el “problema” teológico.
Milagro de Jesús: Nos relata el evangelio que enseguida Jesús curó al hombre y que todos “se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: -Nunca hemos visto una cosa igual”. Pero la gloria a Dios y la admiración provenían de la curación física, y no del perdón de los pecados. Por tanto, vemos que en el evangelio de hoy existen tres grupos de personas: 1º) el paralítico y sus porteadores, que sólo les importaba la curación; 2º) los letrados, a los que sólo preocupaba el problema teológico; 3º) el resto de la gente, que estaba de espectadores, como en un circo.
¿Por qué Jesús perdonó primero los pecados del paralítico, si él y sus porteadores lo que querían y buscaban era el milagro de la curación? Porque para Jesús el mayor mal que tenía el paralítico no era su enfermedad física, sino sus pecados. Jesús va a las raíces y no se queda en la superficie. Con demasiada frecuencia los hombres nos quedamos y nos perdemos en la superficie y dejamos lo importante…

- Fijaros ahora también en la primera lectura, que va en el mismo sentido: “Pero tú no me invocabas, Jacob; ni te esforzabas por mí, Israel […]; pero me avasallabas con tus pecados, y me cansabas con tus culpas. Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.” Aquí el profeta Isaías clama a ese pueblo de Israel que no invocaba a Dios ni se dirigía a El. Clama a ese pueblo que se esforzaba por tantas cosas inútiles, fútiles y perecederas, pero no se esforzaba por lo que valía de verdad…, por El. Ese pueblo que llenaba y rellenaba el rostro de Dios con pecado tras pecado, y El respondía (y responde) una y otra vez con perdón tras perdón, aunque nadie se lo pedía, aunque nadie se lo rogaba, aunque nadie se daba cuenta de dónde estaba el verdadero mal y sufrimiento del hombre, y no se daba cuenta de dónde estaba la verdadera felicidad del hombre.
[1] Cuando Jesús dice esto, es que observó su gran fe. Pero esta fe suya en Jesús se refería únicamente a la curación física, al milagro que esperaban que hicieran como él había hecho en otros momentos con otros enfermos.