Domingo II de Pascua (B)

19-4-2009 DOMINGO II DE PASCUA (B)
Hch. 4, 32-35; Sal. 117; 1 Jn. 5, 1-6; Jn. 20, 19-31
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Queridos hermanos:
A finales del siglo XX el Papa Juan Pablo II instituyó el segundo domingo de Pascua como DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA. ¿De dónde viene esto? Una joven monja polaca, María Faustina Kowalska, que fue canonizada en abril de 2000, escribió un diario por indicación de su director espiritual en el que narraba las revelaciones que Cristo Jesús le hizo. Esta religiosa no tenía estudios primarios y falleció en 1938. Lo que ella escribió en el diario y que le fue revelado por Jesús es lo que ya se contiene en el evangelio: Dios es misericordioso y nos perdona, también nosotros debemos ser misericordiosos con los demás y perdonar. No importa lo grandes que hayan sido nuestras faltas, el mucho tiempo durante el cual hayamos pecado. Su Misericordia es más grande que nuestros pecados y todos ellos han sido borrados por la sangre derramada por Cristo en la cruz.
La Misericordia de Dios, por lo que he visto siempre, no se derramada sólo sobre los pecadores. También Dios la entrega a raudales a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a las familias, a todos los hombres. Pues todos necesitamos esta Misericordia divina. Voy a contaros algunos ejemplos de esto:
- El Sábado Santo, estando en Panes, para celebrar los oficios de Semana Santa me trasladé a Cantabria para dar algunas charlas a unas personas que decidieron reunirse esos días para orar al Señor. Empezábamos a las 10 de la mañana con una oración en la que estábamos alrededor de unas imágenes sagradas con velas y se hacían algunos cantos. Luego se hacía un momento de silencio para que quien quisiera expresara en voz alta lo que su espíritu sentía. Había allí una mujer con su hija de unos 3 ó 4 años. La niña estaba sentada en las rodillas de su madre. Resultó que la niña estornudó y cayó al suelo algo que salió de su boca o de su nariz. Entonces la madre rápidamente se levantó, sentó a la niña en la silla, cogió un pañuelo de papel y se puso a recoger aquello que había caído al suelo para que nadie lo pisara. A ella no le daba asco recoger aquello, y luego coger el pañuelo sucio y metérselo en el bolsillo para tirarlo después. Mientras yo veía esto, a mi espíritu vino enseguida que aquella acción tan sencilla era imagen y reflejo de la acción misericordiosa de Dios con cada uno de nosotros: También El nos tiene en sus rodillas y nos rodea con sus brazos para que no nos caigamos y nos besa. También El se da cuenta cuando tiramos o escupimos algo al suelo y se levanta a recogerlo, a limpiarlo, y a guardarlo en su bolsillo. Tampoco El siente asco de lo nuestro. También El nos vuelve a coger y a sentar en su regazo.
- El Domingo de Pascua vino Luz, de 23 años, a nuestra Misa de 11. Ella tiene un problema de movilidad y su madre pensó que sería bueno que recibiera la Unción de Enfermos. Ella aceptó y la recibió al finalizar la Misa. Antes de recibirla quiso leer una carta, que yo transcribo parcialmente: “Hola Padre (Dios): Voy a recibir la Unción de Enfermos. Me pareció como que me iba a morir enseguida, ¿qué tontería verdad? Bueno, pues yo quiero curarme, claro que quiero, ¡como no! La vida es tan dura y pienso que nadie puede entenderme. Sólo Tú no me dejas. Tendré muchos hermanos y gente que me quiere, pero considero que la sociedad no quiere ayudar, se cansa y te hacen sentir fatal. Odio pedir ayuda y más aún con malas caras. Pues bien, me dirijo a Ti, porque quiero recibir este sacramento con total afirmación y, pese a no tener suficiente fe, quiero que me cures. Quiero que me cures y que nunca olvide lo duro que es mover un pie, lo cansado que es acostarse o lo terrible que es ducharse. Quiero recordarlo todo para ser buena con los demás. Señor, esto es porque tú lo permites y tiene que ser bueno. Yo no me enfado contigo, pero siempre te pregunto por qué. Sé que no consigo saberlo; sé que ahora mismo estoy muy dudosa y me gustaría que me dijeras qué camino tomar. Quiero que me cures, pero si no lo haces, que esta Unción sea para que me des una vista inteligente en mi camino. Señor, no quiero ser cobarde; quiero luchar. Señor, gracias por estar conmigo y no dejarme a pesar de tener estas incomodidades. No me gusta ser calificada de ‘enferma’, pues mi cabeza creo que está bien y mi energía es vitalidad, pero bueno…, si la gente quiere decir ‘enferma’, yo no puedo cambiarlo. Por favor, Señor, que la Unción unja a toda mi familia y a los de mi alrededor. Llénales de vida y nunca les permitas sufrir tanto, que sean tan inteligentes de comprender el sufrimiento sin poder tenerlo. No quiero que lo pasen mal, pero que entiendan y que tengan paciencia conmigo. Dame esa casita, dame ese trabajo para verme profesionalmente capaz, y dame una persona con la que compartir mi vida, pero que sea super paciente y comprensiva viendo que la felicidad se puede conseguir si uno quiere y yo sí quiero. Señor, guíame, por favor, y que nunca vuelva a ser esa niña que no tenía problemas; quiero tenerlos, porque he visto que estoy más y más cerca de Ti”.
Que Dios derrame amor sobre todos y cada uno de nosotros como lo hizo sobre aquella madre y su hija, y sobre Luz y su familia.