Domingo XXX del Tiempo Ordinario (B)

25-10-2009 DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (B)
Jr. 31, 7-9; Sal. 125; Hb. 5,1-6; Mc. 10, 46-52

Homilía de audio en MP3
Homilía de audio en WAV
Queridos hermanos:
- Las noticias que nos van llegando por televisión, por la radio, por el periódico, por Internet… nos siguen machacando sobre la cruda realidad: la crisis económica se sigue cebando en España y alcanza cada vez a más gente: empresas que cierran, caída de los ingresos y, por tanto, del gasto de las familias, pisos embargados y gente desahuciada. Leí el jueves en Internet que un hombre, que vive en un centro de acogida, nunca pensó que pudiera él venir a parar a lugar así. ‘Ni en un millón de años creí que yo estaría aquí’. El tenía, a principios de 2008, su casa, su trabajo, su coche, y ahora, a finales de 2009, vive de la caridad. Pero no nos hace falta mirar o escuchar a los medios de comunicación. En nuestras propias familias o en nuestros vecinos y conocidos vemos palpablemente lo que está pasando: gente que se queda en paro, gente que tiene negocios y saca en un día 7 € de venta, gente que va a la Cocina Económica de Oviedo y lleva fiambreras para coger comida para sus hijos.
Hace unos días se quejaba en Oviedo una persona de la crisis que estamos teniendo y le escuchó una mujer marroquí. Esta mujer estaba extrañada y decía ella: ‘¿Crisis? En España no hay crisis, pues tenéis la nevera con comida. En mi país muchos no tienen comida en la nevera, pero es que tampoco tienen nevera’.
El martes pasado una chica me decía que había bajado el día anterior por la noche a tirar la basura y se encontró con gente revolviendo en la basura. Vivían por allí mismo, pero en casas en donde se les ha cortado la luz y el agua por impago; no tienen nada para comer y miran los restos que otros tiran en los cubos de basura.
- En el evangelio que acabamos de escuchar se nos habla de Bartimeo. Se nos dice que él era ciego y mendigo. No sólo que no veía, sino que, además, que no tenía casa donde atecharse, ni tenía ropas de recambio, ni tenía comida que llevar a la boca… El otro día escuché que las personas que viven en la calle viven, por término medio, unos 20 años menos que otras personas. Es decir, por si fuera poco que los mendigos no tienen nada o poco para subsistir, encima su vida es más corta.
Bartimeo no tenía nada y, cuando oye que Jesús pasa a su lado, grita desesperado y ronco de tanto suplicar al vacío, y a la vez grita esperanzado de ser escuchado y ayudado: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” Jesús se para y le pregunta qué puede hacer por él. Y Bartimeo contesta: “Maestro, que vea”. Fijaros que no pide una casa, o ropa, o dinero, o bienes materiales. Le pide ver. Para Bartimeo era más importante ver que tener.
- Todos los que estamos aquí somos como Bartimeo, incluido yo mismo. Estamos ciegos y algunos de nosotros tendrán o tendremos hasta necesidades económicas.
* Como Bartimeo hemos de gritar al Señor que nos dé la vista, que veamos. ‘Señor, danos tus ojos para ver como tú, para ver lo mismo que tú’. En el evangelio del martes pasado Jesús llamaba la atención a aquellas personas que viven en este mundo para amontonar riquezas y bienes materiales, pero no son ricos ante Dios. Como dice Jesús, nuestra vida no depende de nuestros bienes (Lc. 12, 13-21). Hay una frase del Antiguo Testamento que siempre me llamó la atención. Dice así: Señor, "no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: '¿Quién es el Señor?'; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el nombre de mi Dios" (Prov. 30, 8-9).
* Esta situación de crisis económica nos tiene que hacer ver, con los ojos de Dios, que hemos sido demasiado soberbios. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Hemos gastado de más, pero también hemos ganado de más. Hemos pedido créditos de más. Nos hemos creído más que lo que realmente somos. Hemos querido imitar a otros vecinos, o a gente de la televisión o de las revistas. ‘Señor, que veamos nuestra realidad. Haznos humildes, y que aceptemos lo que somos y lo que tenemos sin querer compararnos con nadie’.
* En este tiempo de crisis hemos de vivir también en austeridad. Alguna persona me pregunta en ocasiones si puede comprar esto o lo otro, si puede ir aquí o allá de vacaciones. Una de las cosas que contesto es que, aunque él pueda, no puede gastar en lo superfluo sabiendo que hay otros a su lado que lo están pasando mal. Mis derroches no pueden convivir con las necesidades de los otros; ni ahora ni nunca. ‘Señor, haznos austeros y que seamos capaces de ver que lo material no nos da la verdadera felicidad, que lo material nos deja más vacíos después de haber consumido o alcanzado eso material’.
* En este tiempo de crisis y de tantas necesidades a nuestro alrededor hemos de ser solidarios y de compartir lo que tenemos. Hace años me contaba un misionero que llegó a una aldea muy pobre y a un niño le regaló un paquete de galletas. Enseguida el niño, en vez de guardarse las galletas para sí, fue a donde estaban otros niños y las compartió con ellos. Pero esto no es propio de ese niño; en los lugares más pobres funciona como algo normal y habitual el compartir, la comunicación de bienes. Si yo tengo, entonces tú también tienes. No podemos contestar como la hormiga a la cigarra en aquel famoso cuento: ‘¿No cantaste durante el verano?, pues ahora baila’. Dios tiene muchas más razones que nosotros para decirnos eso y, sin embargo, no lo hace ni nunca lo hará. Lo cual no quiere decir que la ayuda que prestemos no haya de ser “con cabeza”. ‘Señor, todo lo que tengo me lo has dado tú. Que yo sepa compartir con los otros, aunque no sean de mi misma sangre, lo que tú me has dado; que no me reserve nada para mí. Yo confió en ti’.
‘Señor, que vea lo que tú ves…
Señor, hazme humilde…
Señor, hazme austero…
Señor, hazme solidario y que comparta lo que tú me has dado y que, además, es tuyo…’