Domingo I Adviento (C)

29-11-2009 DOMINGO I DE ADVIENTO (C)
Jr. 33, 14-16; Slm. 24; 1 Tes. 3, 12-4, 2; Lc. 21, 25-28.34-36

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Queridos hermanos:
Como os decía el otro domingo, en el día de hoy comenzamos un año litúrgico nuevo y lo abrimos con el tiempo de Adviento.
Habitualmente, al comenzar el tiempo de Adviento, siempre os propongo que elaboréis un plan de acción personal para prepararse a la Navidad, es decir, UN PLAN DE ADVIENTO. No podemos ser como los paganos, que sólo se quedan en lo externo y todo lo más celebran en Navidad “los días de la familia”. Nosotros no celebramos unos días de familia, sino que celebramos la Navidad, es decir, la venida y el nacimiento del Hijo de Dios. Para acogerlo en nuestros corazones, en nuestra Iglesia y en nuestro mundo hemos de prepararnos, y lo hacemos con este tiempo de Adviento, y el plan que yo os propongo puede ser un buen instrumento.
Las lecturas que hoy nos propone la Iglesia nos muestran algunos caminos o pautas a seguir en esta preparación de la Navidad. Vamos a examinar estos caminos con detalle y asumir aquellos que mejor nos vengan a nosotros. Cada uno, desde su circunstancia personal, escogerá aquel camino o caminos que mejor le ayuden a preparar el nacimiento de Jesús. Bien, dicho esto os doy algunas propuestas sacadas de las lecturas de hoy:
1) En nuestro plan de Adviento puede haber una súplica confiada al Dios para librarnos de todos los peligros, de todas las necesidades y llevarnos al Reino de su Hijo querido. Por eso, en el salmo de hoy oramos : “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. El Señor es bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes”. Y es que nos damos cuenta a lo largo de nuestra vida que sólo Dios puede todo, mientras que nosotros fallamos una y otra vez, pues somos débiles e inconstantes.
2) La súplica confiada a Dios la hemos de hacer mediante la oración. Por eso, Jesús en el evangelio nos dice: “Estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza […] y podáis estar en pie delante del Hijo”. Recordad las palabras de Satanás a Jesús, cuando lo tentaba: “todo esto te daré, si te postras y me adoras” (Mt. 4, 9). Satanás y las cosas materiales nos piden que nos humillemos y que nos echemos al suelo ante ellos. Sólo Jesús me levanta y me hace estar de pie ante El. Jesús me ensalza, me pone a su altura y me trata de igual a igual. A este trato amistoso se llega a través de la oración constante, “en todo tiempo”. Por lo tanto, la oración debe tener una parte importante en mi plan de Adviento y en todos los momentos de mi vida. De hecho, yo siempre digo que, quien no ora, no es cristiano.
3) También podemos subrayar, suplicar y trabajar en este Adviento para que se cumpla en nosotros el camino marcado por la segunda lectura: “que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos”. Quizás podemos marcarnos de una manera especial en este tiempo de Adviento un trato más amistoso y cariñoso con alguna persona en particular: marido, mujer, hijos, suegros, cuñados, yernos, nueras, primos, vecinos, compañeros de trabajo… Creo que ya os conté en varias ocasiones lo que hacía un hermano lego jesuita que estuvo destinado en la ‘Iglesiona’ de Gijón: estaba de portero en el templo y en la comunidad, y él procuraba ver a Jesús en cada persona que se le acercaba. A la ‘Iglesiona’ venían muchos transeúntes a pedir comida y él les daba un bocadillo. Cuenta una persona que fue testigo de un hecho: resultó que llegó un día un transeúnte a la ‘Iglesiona’ y de malas maneras exigió un bocadillo al jesuita y se marchó con la comida sin dar las gracias. El testigo oyó al hermano lego diciendo para sí: “¡Ay Señor, hoy venías tan disfrazado que casi no te reconocí!” Es decir, si nos proponemos en nuestro plan amar a cada una persona concreta, nos puede ayudar el procurar ver en esa persona al mismo Jesús. El jesuita lo hacía así y no le iba tan mal.
4) En el plan podemos esforzarnos por practicar el derecho y la justicia en nuestros ambientes, tal y como nos lo recuerda la primera lectura. Procuremos en estos días (del 29 de noviembre al 24 de diciembre) ser honestos y honrados con los demás, independientemente de lo que hagan los demás. Aunque quedemos como tontos. Este día me contaban el caso de un chico joven que estaba al frente de un organismo y le hicieron una propuesta para aprobar una propuesta de una empresa. Si lo hacía así, le daban una importante cantidad de dinero, que le venía muy bien en ese momento. Pero el chico dijo que no; es decir, renunció a algo en provecho propio por querer ser honrado. El empresario le dijo que en su ambiente era todo así: para conseguir un contrato había que entregar una cantidad importante de dinero, que luego se aplicaba al presupuesto y ganaban el empresario, el intermediario, aunque perdían otros empresarios más honrados y sobre todo los ciudadanos que tenemos que pagar esas faltas de moral y de honestidad.
5) El evangelio de hoy nos indica que hemos de huir y guardarnos del libertinaje que, en definitiva, no es más que hacer nuestra propia voluntad y seguir nuestros caprichos y gustos, incluso a costa de los demás. Por lo tanto, dejemos de lado todo capricho egoísta y pensemos más en los demás, aunque sea sólo por estos días de Adviento. Igualmente, nos guardamos del libertinaje cuando guardamos nuestra vista y evitamos la curiosidad por saber, por ver, por escuchar. Evitemos preguntar por cosas que no nos interesan y que nos llevan a emitir juicios y murmuraciones sobre otras personas. En definitiva, seamos dueños de nosotros mismos y no dejemos que lo que nos rodea nos esclavice.
6) Hemos de evitar la embriaguez, que no significa simplemente no emborracharnos o no beber de más, sino que hemos de procurar evitar que nuestro dios sea el vientre, con lo que comemos y bebemos: probar de todo, atiborrarnos de todo, aunque ya no tengamos hambre.
7) Evitaremos que las preocupaciones de la vida, que es algo legítimo, nos aparten de la preocupación de buscar a Dios, pues importa más esto que aquello, ya que, como bien dice Cristo a Satanás en sus tentaciones, “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4). Es decir, confiemos más en Dios, que es Padre bueno y sabe lo que nos conviene y lo que necesitamos.
Estas son algunas ideas que la Palabra de Dios nos pone hoy delante, pero podemos coger otras cosas para nuestro plan de Adviento.
Jesús en el evangelio de hoy nos da el sentido de este tiempo de Adviento. El nos dice: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”. A estas palabras de Jesús toda la Iglesia responde: “¡Ven, Señor Jesús!” Con este plan de Adviento personal queremos decir a nuestro modo: “¡Ven, Señor Jesús!” Pues bien, digamos todos a una voz: “¡VEN, SEÑOR JESUS!”