Domingo I de Cuaresma (C)

21-2-2010 DOMINGO I CUARESMA (C)

Dt. 26, 4-10; Slm. 90; Rm. 10, 8-13; Lc. 4, 1-13



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- ¿Qué es la Cuaresma? Hoy celebramos el primer domingo de Cuaresma. Ésta dura 40 días: desde el Miércoles de Ceniza hasta antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo.

La Cuaresma es un tiempo fuerte para los cristianos.

La Cuaresma es el tiempo litúrgico por excelencia dedicado a la conversión de nuestras vidas, lo cual es un medio excelente para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua de Resurrección. La Cuaresma no tiene sentido en sí misma, sino como preludio y preparación de la fiesta cristiana por antonomasia: la Pascua.

La Cuaresma es un tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de nuestra vida tantas veces vivida de espaldas a Dios, y también es un tiempo para cambiar algo en nosotros a fin de ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. En efecto, en la Cuaresma, Jesús nos invita a cambiar de vida.

La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la ira, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.

Para mejor vivir este tiempo cuaresmal Dios y su santa Iglesia nos propone algunos medios que nos faciliten este camino hacia El:

La lectura de la Palabra de Dios, especialmente los textos que se leen en las Misas durante estos cuarenta días tienen una fuerte exigencia para nosotros. Esta lectura sosegada ha de estar acompañada de la oración.

Además, en la Cuaresma la Iglesia nos insiste en vivir la austeridad y en hacer penitencia. Y esto no es por masoquismo, sino por seguir el ejemplo de Jesús, nuestro Señor, que vivió pobre y austeramente toda su vida.

La participación en las celebraciones litúrgicas también nos facilitará la vivencia de la Cuaresma. Así, en la Iglesia se nos presentan varios signos externos que nos ayudan a vivir y profundizar en este tiempo, por ejemplo, la imposición de ceniza al inicio de la Cuaresma, practicar el ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, la abstinencia de comer carne los viernes de Cuaresma, y también el color morado de las casullas de los sacerdotes que ofician la Misa o en los atriles de los templo. Este color morado es signo de penitencia.

Compartir con el prójimo nuestros bienes y haciendo obras concordes con la voluntad del Padre.

Como veis aquí os propongo algunas pistas para que podáis elaborar un plan para la Cuaresma, al cual siempre aludo por este tiempo. Cada uno ha de preparar este plan de acuerdo a sus posibilidades y circunstancias concretas. Es preferible proponerse poco y cumplirlo, que mucho y dejarlo por el camino. Sería también conveniente que, al final de la Cuaresma, examinarais el plan en cuanto a su cumplimiento y los frutos espirituales alcanzados.

- El desierto en la vida del cristiano. Nos dice el evangelio de hoy que el Espíritu Santo fue llevando a Jesús al desierto.

Dios nos invita a todos nosotros a entrar en el desierto, como a los israelitas, un lugar donde se pasa sed, calor, hay alimañas y peligro de perderse; pero entrar en el desierto y atravesar es desierto es necesario para llegar a la tierra prometida: Jesús.

Como ya podemos barruntar, el desierto no es un lugar geográfico. No tenemos que irnos al desierto de los Monegros (Huesca), ni al de Tánger u otro parecido. El desierto es aquella vivencia en la que se da una situación ambivalente: es el momento propicio para encontrarnos con Dios y sentirlo muy cerca sin cosas extrañas y superfluas que nos distraigan, pero también el desierto es el momento de la tentación, de la rebeldía y del pecado. Este fin de semana pasado estuve en la Casa de Ejercicios de Meres (en las cercanías de Oviedo) dando una tanda de ejercicios espirituales. Estuvimos allí cerca de 50 personas. Aparte de las charlas, la Misa diaria, el tiempo prolongado de oración y silencio, tenía entrevistas con las personas que acudieron a los ejercicios. Ellas me contaban cómo lo estaban pasando: Algunas tuvieron ganas de marcharse de allí enseguida, otras se aburrieron por momentos, otras lo pasaron mal al mirarse interiormente y no gustarles lo que vieron[1], y muchas percibieron la gracia de Dios y su amor generoso y desbordante.

Ir al desierto, como Jesús, significa pasar hambre, sed, ser tentado por el demonio, pero también significa salir más purificado y percibir mucho más cerca a Dios. Por tanto –repito– el desierto no es un lugar geográfico, sino que se trata de una experiencia de conversión, de comunicación con Dios y de lucha.

Hay varias cosas que debemos tener claras y que yo tengo el deber de decíroslas por la misión que Cristo me confió como sacerdote:

1) Todo creyente que quiera llevar una vida auténticamente cristiana ha de pasar necesariamente por esta situación de desierto, es decir, de luchas, sufrimientos, tentaciones, pero también de presencia y de cercanía de Dios. Podemos no querer entrar en el desier­to, pero entonces nos quedamos, como los israelitas en Egipto, como esclavos. Son los que no pueden superar la primera tentación de Jesús. Piensan que sólo de pan vive el hombre, que lo importante es que tenga uno el estómago lleno, aunque sea esclavo del demo­nio, de su propio miedo a sufrir, de su comodidad.

2) Dios no nos deja solos en el desierto. Lo mismo que acompañó al pueblo de Israel, lo mismo que el Espíritu Santo guió a Jesús, así Dios está con nosotros: confortándonos y guiándonos.

3) Esta lucha nos llena de alegría y de fe, porque nos esforzamos por algo que tiene sentido. Esta lucha está llena de agradecimiento, porque todo lo que consigamos es porque Dios nos lo ha dado. Esta lucha está llena de sentido, porque caminamos hacia la tierra prometida, es decir, la resurrección de Cristo y la nuestra, hacia una vida feliz, ya aquí en la tierra y mucho más feliz en el cielo.

¡Señor, ayúdanos a serte fieles durante esta cuaresma y no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal! Amén.



[1] Hace ya un tiempo, una señora me decía que había mirado su vida anterior y se daba cuenta cómo había sido: “En mi vida anterior fui soberbia, falsa, presumida y un poco ‘gilipollas’, perdón por esta palabra”.