Domingo XXVI del Tiempo Ordinario (C)

26-9-2010 DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO (C)

Am. 6, 1a.4-7; Slm. 145; 1 Tim. 6, 11-16; Lc. 16, 19-31

ORACION (III)



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Hoy quiero detenerme en una serie de cosas muy prácticas que también se han de tener en cuenta para la oración. Vamos allá:

* Lugar. No vale cualquier sitio. Se ha de buscar un lugar sin ruido, con luz tenue, que invite al recogimiento. Podemos tener ante nosotros alguna imagen que no nos distraiga y a la vez nos ayude en la oración. El mejor lugar es delante de un sagrario, pero, si esto no es posible, entonces buscaremos una habitación o sala tranquila. Si es posible, siempre en el mismo lugar para que las cosas nuevas no nos distraigan. Y si la hacemos en una iglesia, siempre ocupando el mismo lugar para habituar nuestra vista a ver las mismas cosas y que se fije sólo en Dios.

Tiempo. Es conveniente hacer la oración siempre a la misma hora, pues de otro modo lo más normal es que, un día por otro, nos vaya quedando. A algunos les viene mejor por la noche y a otros por la mañana para concentrarse mejor. Si es posible, no hacer la oración cuando inmediatamente después vamos a hacer otra cosa o a salir de casa, pues nos distraerá de lo que hemos de realizar a continuación. Además, mejor es proponerse hacer 5’, que proponerse hacer media hora y hacer 15’. Empezar por poco.

Postura. Ni tan cómoda que nos durmamos, ni tan incómoda que no nos deje concentrarnos. Preferentemente sentados en una silla (no en la cama, ni en sillón) con la espalda recta y pegados al respaldo. Se pueden poner las manos sobre las rodillas, en actitud de súplica o de intercesión. También puede ser de rodillas o de pie.

* Entre las muchas divisiones que puede hacerse de la oración, podemos decir que hay tres tipos de oración: de petición, de agradecimiento y de alabanza. En las dos primeras entra el “yo”, “para mí”, “conmigo”. Petición: “YO te pido que cures a MI abuela; que YO apruebe las oposiciones; que YO entienda la fe, que YO”. Agradecimiento: “YO te doy gracias porque ME diste esto o lo otro, o porque diste a MI familia esto o lo otro”. Sin embargo, en la oración de alabanza sólo entra el Señor y nada más que Él. Fijaros en la oración del Santo de la Misa, en el que no entra para nada ni el YO, ni el MI, ni el MIO: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.” Sólo está Dios, sólo importa Él. La oración de alabanza es el culmen y la cima de la oración. Por tanto, os insto a practicarla, pero sobre todo os exhorto a que la pidáis al Señor para que os la regale.

* Y ahora, para terminar esta homilía, voy a daros unas normas prácticas para hacer-recibir una oración cristiana.

1) Hacemos una invocación al Espíritu Santo, porque es Él quien ora, no noso­tros. A veces esta invocación dura unos minutos, y otras toda la oración. Nos ponemos ante Dios Padre, ante Dios Hijo, ante Dios Espíritu Santo o ante la Virgen María, con los que dialogamos (o ellos con nosotros). Aprovechamos este tiempo para silenciar nuestro ser de los ruidos que traemos de fuera.

2) Se ora sobre una oración escrita, sobre un salmo, sobre los evangelios, sobre un acontecimiento de mi vida, sobre unas palabras, etc. Por ejemplo, podemos orar sobre la oración en Getsemaní. Leemos el texto, lo recreamos de nuevo en nuestra mente despacio como si nosotros estuviéramos allí con Jesús. Sentimos su soledad de los apóstoles y de Dios, su miedo, su oscuridad, su incertidumbre, su fracaso. Luego recordamos situaciones parecidas nuestras de gran sufrimiento y de soledad, y podemos repetir las palabras de Cristo: “Padre, que me pase de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

3) Al terminar, se da gracias a Dios por todo lo que hemos recibido, aunque no seamos conscientes de haber recibido nada. Eso son cosas que no se ven, y muchas veces no se perciben. Otras se ven fuera del tiempo de la oración, otras las ven en nosotros quienes están a nuestro lado, y otras reciben los frutos de nuestra oración otras personas más necesitadas que nosotros mismos.

4) Al terminar la oración siempre es conveniente hacer un propósito para que dicha oración no sea improductiva. Es bueno que el propósito tenga que ver con el tema de la oración o las luces recibidas en la misma.