Domingo III de Adviento (B)

11-12-2008 DOMINGO III DE ADVIENTO (B)

Is. 61, 1-2a.10-11; Lc. 1, 46-50.53-54; 1 Tes. 5, 16-24; Jn. 1, 6-8.19-28


Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Seguimos avanzando en este tiempo de Adviento. Ya estamos en el domingo tercero. Una vez más el evangelio de hoy nos habla de Juan el Bautista, aunque desde la perspectiva de San Juan evangelista, que fue discípulo suyo primero, y luego siguió a Jesús. San Juan evangelista narra este hecho que acabamos de escuchar por haberlo presenciado él personalmente. Voy a basar mi predicación de hoy sobre una pregunta corta que aparece en el relato.

- Nos dice el evangelio que unos judíos se aproximaron a Juan el Bautista y le preguntaron: “¿Tú quién eres?” ¿Se os acercado alguna vez una persona y os preguntado quiénes sois? Si contestamos que somos profesores, o amas de casa, u obreros, o curas…, se nos puede replicar: ‘Yo no te pregunto qué haces, sino quién eres’. Si contestamos que somos el marido de Zutana o la mujer de Mengano, se nos puede replicar: ‘No te pregunto con quién estás casado, sino quién eres’. Si contestamos que somos asturianos, o peruanos, o ecuatorianos…, se nos puede replicar: ‘Yo no te pregunto de dónde vienes o dónde naciste, sino quién eres’. Si contestamos que somos Rosa, Felipe, José, Pilar, Joaquín, Andrés…, se nos puede replicar: ‘Yo no te pregunto cómo te llamas, sino quién eres’.

Si quito de mí lo que hago, de dónde vengo, con quién estoy, cómo me llamo, cuánto tengo…, entonces ¿qué queda de mí? Por eso es muy importante que me pregunte QUIÉN SOY YO.

Sí, ¿quién soy yo para mí? Sí, ¿quién soy yo para los demás? Sí, ¿quién soy yo para Dios? Y es bueno que estas preguntas me las haga en este tiempo de Adviento.

- ¿Quién soy yo para mí? En cierta ocasión me comentó un amigo mío que él trabajaba como carpintero. Siempre tenía consigo una radio, que la tenía encendida todo el tiempo de trabajo. Resultó que en una ocasión tuvo que hacer un trabajo en una nave y llevó allí toda la herramienta que necesitaba y todo el material. Empezó a trabajar, pero de repente se dio cuenta que no había traído consigo la radio y allí tampoco había ninguna radio. Tuvo que estar todo el día trabajando, pero en silencio, sin escuchar ni una sola voz. Al principio lo pasó mal, pero poco a poco, al hacer su trabajo, empezó a reflexionar sobre su vida y siempre recordará el bien tan inmenso que le hizo aquel día y aquella reflexión personal que tuvo.

Yo te invito a que te mires de frente. No a la cara, sino más adentro. Mira detrás de ese maquillaje, detrás de la máscara que te pones ante los otros. Mira al fondo de tu corazón. ¿Qué tal soy, me conozco bien, cuáles son mis defectos y mis virtudes, tengo complejos y miedos, qué heridas tengo sin cerrar, a qué aspiro, en qué me siento derrotado, en qué he triunfado, amo y me siento amado, qué espero aún de la vida, en qué puedo aún mejorar? ¿Querría que se filmara la historia de mi vida y se reprodujera en un video ahora, aquí mismo? ¿Querría que todos pre­senciaran la película de mi vida? A lo mejor, ni yo mismo aguantaría la película de mi vida.

- ¿Quién soy yo para los demás? Hay una cosa que me ha hecho reflexionar al leer este evangelio y es el hecho de que a Juan el Bautista se le acercaron unas gentes a preguntarle. Su modo de vida y su persona les interrogaban y por eso le preguntaron. ¿A alguien le llama la atención nuestra forma de ser o de actuar o de hablar, hasta el punto de que nos pregunten quiénes somos? Si nuestra vida no ayuda a nadie, o no interroga a nadie, o no molesta a nadie, puede ser indicativo de mediocridad o de egoísmo. Como veíamos el domingo pasado las gentes de Judea y de Jerusalén veían en Juan el Bautista a un hombre austero, a un hombre orante y desinteresado, a un hombre que hablaba de parte de Dios y cuyas palabras conmovían el corazón de quienes le escuchaban. Por eso, se le acercaron –como nos cuenta el evangelio de hoy- y le preguntaron: “¿Tú quién eres?” Por eso, es bueno que me pregunte en este tiempo de Adviento ‘¿quién soy yo para los demás?’

- ¿Quién soy yo para Dios? Sinceramente, al pensar sobre esta pregunta me viene insistentemente dos palabras a la cabeza: amor y paciencia. El amor que Dios me tiene desde toda la eternidad y para toda la eternidad, y la paciencia que tiene conmigo. Asimismo, me viene al pensamiento esta historia que leí hace un tiempo y que refleja muy bien cómo es Dios y quién soy yo para Dios. “Un día, Abraham invitó a un mendigo a comer en su casa. Cuando Abraham estaba dando gracias y bendiciendo la mesa, el otro empezó a maldecir a Dios y a decir que no soportaba oír su nombre. Presa de indignación, Abraham echó al blasfemo de su casa. Aquella noche, cuando estaba Abraham haciendo sus oraciones, le dijo Dios: ‘Ese hombre ha blasfemado de mí y me ha injuriado durante cincuenta años y, sin embargo, yo le he dado de comer todos los días. ¿No podías tú haberlo soportado durante un solo almuerzo?’” Como ya os habréis dado cuenta “el mendigo blasfemo” somos cada uno de nosotros.