Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (B)



21-10-2012                             DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            El lema de este año para el Domund es el siguiente: Misioneros de la fey el cartel del Domund es éste: 


            Vamos a profundizar un poco en este cartel y en su significado. Yo os digo mis conclusiones, pero cada uno debe sacar las suyas:
1) El centro del cartel es la cruz de Jesucristo: Esa cruz en la que Él sufrió y entregó su vida. Así, la segunda lectura dice de Jesús: “No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado”. Y de esta cruz y de esta entrega surge la salvación de los hombres y también nace la fe de los creyentes. Pero fijaros que esta cruz no está pintada de negro (el sufrimiento sin sentido) o de rojo (sangre dolorosa), sino que es una cruz blanca (la blancura de la resurrección). Para resucitar hay que morir primero, sí; pero la muerte no es un fin en sí misma, sino el paso previo a la VIDA.
2) Hay unas manos pintadas de azul y verde: azul del mar, verde de la tierra. Es la Tierra; la nuestra; en la que vivimos; la que Dios nos ha entregado a los hombres. Esos hombres que habitamos esa Tierra estamos llamados a acercarnos a esa cruz blanca, a Jesús, mediante la fe.
3) Esas manos son de los misioneros. Ellos llevan a los hombres ante Jesús y ante su cruz blanca, gloriosa, salvadora y, a la vez, ante una cruz de dolor y sufrimiento. Dejadme deciros algunas cosas de los misioneros. Hablaré hoy sólo de los misioneros españoles: - Hay unos 14.000 misioneros. – Un 54% son mujeres. - Entre ellos hay unos 750 laicos, unos están solteros y otros casados, y éstos tienen allí a sus familias (mujeres, maridos e hijos). - El 3% de los misioneros tienen entre 20 y 40 años. – El 43% tienen entre 40 y 70 años. – El 54% tienen entre 70 y 90 años. Como vemos por estas cifras, no es que se acabe la misión de la Iglesia española para llevar la fe a otras partes del mundo, sino más bien –creo yo– que se está acabando un ciclo y un modo de hacer las cosas. Es cierto también que hay otros españoles, mucho más jóvenes, que están en África, en Latinoamérica, en Asia… como cooperantes de ONGs, pero éstos buscan un bienestar material para las gentes; se trata de un trabajo solidario. Los misioneros, sin embargo, buscan sobre todo llevar allá la fe de Jesucristo y con ello el bienestar material y cultural.
Conozco varios misioneros. Ellos no son unos “supermanes”. Son gente corriente, que se sienten impulsados por Jesús a llevar la fe en Él por todo el mundo. Viven sus dificultades y miedos. Os leo a continuación un trozo de una carta de una misionera española que estaba en África, en un país de habla portuguesa, y que ha sido trasladada a otro lugar de África, pero de habla inglesa. Me dice así: “Querido P. Andrés ¡Paz y Bien en el Señor! ¿Cómo estás? He sabido que te han trasladado a la Cuenca Minera. Yo estoy regular, con el inglés tan limitado que tengo, no puedo hacer todo lo que quisiera, pero eso es también una experiencia de pobreza. Cuando no se está donde una quisiera y como quisiera entonces tengo la certeza de que estoy haciendo lo que Jesús me pide. Pensaba hace unos días cuando estaba en la capilla, que yo, por mi voluntad, me iría a donde estaba antes, pero luego me acordé de Sus palabras en Getsemaní y Le dije que se haga Su voluntad y no la mía. Yo siempre decía que una persona religiosa da la medida de su entrega cuando las cosas van mal, porque cuando es fácil lo hace cualquiera ¿no? Bueno, pues ahora me ha tocado demostrarlo y con la ayuda de Jesús quiero hacer lo que Él  mismo me pide, aunque me cueste mucho. Pide mucho por mí, Andrés, que lo necesito; ya te iré contando cómo sigo”.
- El lema del Domund (Misioneros de la fe) se inspiró en una iniciativa del Papa: el 11 de octubre comenzaba en Roma el Año de la Fe. Este domingo pasado, 14 de octubre, se abría en la Catedral de Oviedo este Año de la Fe en nuestra Archidiócesis. El Papa ha escrito la carta apostólica “la Puerta de la Fe” explicando este Año santo. La fe, toda fe de cualquier creyente ha de tener estos cuatro momentos: Un fe que le debe ser anunciada; una fe que necesita nutrirse; una fe que debe ser celebrada y orada, tanto a nivel personal como comunitariamente; y una fe que debe ser testimoniada.
Vamos a coger algunas ideas del Papa Benedicto XVI[1], que nos ayuden a profundizar en el lema del Domund:
1) La fe se alcanza cuando alguien nos predica y proclama la Palabra de Dios. ¿Cómo va a surgir la fe en estas parroquias de la UPAP de La Peña si nadie anuncia la Palabra de Dios? Puede que mucha gente por aquí no quiera escucharla, pero seguro que nadie la escuchará si nadie se la predica.
2) La fe se alcanza cuando el corazón de los que escuchamos la Palabra se deja tocar por la gracia de Dios que nos transforma.
3) Quien atraviesa la puerta de la fe comienza un camino que dura toda la vida. El inicio de este camino está en el bautismo y el final es el paso de la muerte a la vida eterna. La fe no la podemos vivir solamente en el día de nuestro bautismo, en nuestra 1ª Comunión, en nuestra boda, en nuestro entierro, en algunos entierros o bodas de amigos y conocidos, en una visita al santuario de Covadonga. La fe ha de ser vivida en cada instante de nuestra vida: en casa y en el trabajo, en la parroquia y en la calle, en lo bueno y en lo malo, en las certezas y en las dudas[2].
¡Que Dios proteja a nuestros misioneros y nos conceda a todos vivir ese gran regalo de Dios, que es nuestra fe!

[1] Se cruza ese umbral (el de la puerta de la fe) cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna” (Porta fidei, 1).
[2] Hay una frase preciosa del Papa en el documento Porta fidei sobre esta realidad: “Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora” (Porta fidei, 15).