Sagrada Familia (C)



30-12-2012                             SAGRADA FAMILIA (C)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Celebramos hoy el día de la Sagrada Familia. ¿Recordáis la historia de Michela? En la primera parte de su relato nos decía: Mi papá y mi mamá me abandonaron en un hospital recién nacida. Viví mis primeros seis años de vida en un orfanato. Yo había conocido todo menos el amor, y cuando un niño no conoce el amor, es difícil que de adulto sepa dar amor”.
- Si a los niños, desde pequeños, nadie les enseña los valores indispensables del la humanidad: amor, paciencia, comprensión, perdón, responsabilidad…, es muy difícil que de adultos puedan vivirlos en su vida ordinaria.
- En efecto, la familia: los padres, hermanos, abuelos, tíos, primos… son una escuela de amor y de humanidad. Las personas que han crecido en familias en donde se respira y en donde se inculcan estos valores… se les nota inmediatamente. Vamos un ejemplo: En este año 2012 se celebró el Encuentro Mundial de las Familias. El Papa Benedicto XVI tuvo varias audiencias con familias de todas las partes del mundo. En una de ellas el Papa dialogó con una chica vietnamita sobre su infancia y ésta le contó lo siguiente: Pasamos “tiempos difíciles, pero el amor entre nosotros era tan grande que todo era superable, y las cosas pequeñas nos proporcionaban grandes alegrías. En nuestra casa la música fue muy importante. El Paraíso debe ser algo parecido a lo que fue mi infancia; así que espero ir como a mi casa cuando me vaya al otro mundo”.
            Pero no siempre se vive así en las familias. Ahí tenemos el caso de Michela y de tantas ‘Michelas’ que hay por el mundo. En muchas familias los gritos, las faltas de respeto, las agresiones físicas o psíquicas forman parte del día a día. Algunos de vosotros recordaréis aún aquel hecho sucedido hace unos años en Oviedo y que ya he contado: una maestra en su clase de niños de unos 8 años dijo a sus alumnos que dibujaran en un papel una escena con las primeras palabras que escuchaban al despertarse. La gran mayoría de los niños se dibujaron a sí mismos en la cama y abriendo a alguno de sus padres la habitación y diciéndoles que era hora de despertarse. Pero hubo un niño que hizo el mismo dibujo, pero puso en labios de su madre las siguientes palabras, las primeras que escuchaba de ella cada día al despertar: ‘O te levantas o te doy una ost…’
- Entonces, cuando no funciona la familia o no hay familia, es cuando Dios siembra por sí solo los valores y virtudes en los hombres necesarias para la convivencia humana y para que el hombre llegue a su plenitud en todos los aspectos de su vida. Veamos un ejemplo sencillo a través de un cuento, que se titula así: ‘La Navidad no es cuento’:
            “Se dice que, cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso.
        Acércate –le dijo Jesús– ¿Por qué tienes miedo?
        No me atrevo… no tengo nada para darte.
        Me gustaría que me des un regalo –dijo el recién nacido.
El pequeño intruso enrojeció de vergüenza y balbuceó:
        De verdad, no tengo nada…, nada es mío; si tuviera algo, algo mío, te lo daría… mira.
Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso, sacó una hoja de cuchillo herrumbrada que había encontrado.
        Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy…
        No –contestó Jesús–, guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos. 
        Con gusto –dijo el muchacho–, pero ¿qué?
        Ofréceme el último de tus dibujos.
El chico, cohibido, enrojeció. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran, murmuró algo al oído del Niño Jesús:
        No puedo…, mi dibujo es muy malo... ¡nadie quiere mirarlo…!
        Justamente, por eso yo lo quiero… Siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además quisiera que me dieras tu plato.
        Pero… ¡lo rompí esta mañana! –tartamudeó el chico.
        Por eso lo quiero… Debes ofrecerme siempre lo que está quebrado en tu vida, yo quiero arreglarlo… y ahora –insistió Jesús– repíteme la respuesta que le diste a tus padres cuando te preguntaron cómo habías roto el plato.
El rostro del muchacho se ensombreció; bajó la cabeza avergonzado y, tristemente, murmuró:
        Les mentí… Dije que el plato se me cayó de las manos, pero no era cierto… ¡Estaba enojado y lo tiré con rabia!
        Eso es lo que quería oírte decir –dijo Jesús– Dame siempre lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías, tus crueldades. Yo voy a descargarte de ellas… No tienes necesidad de guardarlas… Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa”.
(Ariel David Busso, Caminos de cielo limpio, Ed. Lumen).
Mirad los valores y virtudes que el Niño Jesús inculcó y sembró en el corazón de este chico:
* Dios no se avergüenza nunca de nosotros ni de nuestras pobres obras. Esto hace que nuestra autoestima crezca y que nos aceptamos tal y como somos; sin querer ser los primeros; sin que nos importe ser los últimos, pues Dios nos acepta, como deben hacer nuestros padres, siempre.
* Dios quiere y desea lo que está roto en nosotros, lo que no es valioso para nadie y ante nadie: nuestros fracasos, nuestros suspensos, nuestros errores, nuestros ‘platos rotos’,…
* Dios también quiere nuestras mentiras, nuestras rabias, nuestros pecados. Lo quiere todo… para perdonarnos todo… para aliviarnos de todo… para ser feliz en todos los momentos de nuestra vida.
* Y esto que hace Él con nosotros, quiere que nosotros lo hagamos con los demás. Por eso, en la segunda lectura nos dice: “Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada […] Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente”.
Así es como Él nos educa en su Santa Familia.