Domingo IV de Pascua (C)



21-4-2013                               DOMINGO IV DE PASCUA (C)

Homilía del domingo IV de Pascua (C) El Buen Pastor from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Celebramos hoy el 4º domingo de Pascua, también llamado como domingo del Buen Pastor. Vamos a profundizar un poco en este tema:
            - En la Misa Crismal de esta Semana Santa el Papa Francisco nos dijo a los sacerdotes lo siguiente: “El sacerdote que sale poco de sí […] se pierde lo mejor de nuestro pueblo; eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja» –esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note–”.
            - ¿Cuáles son los medios para que los sacerdotes podamos oler a oveja?¿Cuáles son los medios para que los sacerdotes no seamos gestores o meros funcionarios de las cosas religiosas? ¿Cuáles son los medios para que los sacerdotes vayamos dejando nuestra piel en las parroquias o en otras tareas pastorales que tenemos encomendadas por el Espíritu Santo a través de nuestros obispos? Algunos de estos medios son los siguientes:
1) El sacerdote que es buen pastor tiene que conocer y amar a sus ovejas. La única forma que yo conozco para conocer a los fieles es… TRATARLOS. Cualquier momento es bueno para tratar a los fieles: cuando se acercan ‘a pedir una Misa’, o a solicitar un bautismo, o un funeral, o un matrimonio, o una limosna, o a desahogar, o se ofrecen para colaborar con la parroquia en catequesis, en Caritas, para poner una bombilla, o a dar una limosna, o a quejarse… Y el roce hace el cariño. En efecto, cuando uno acoge con amabilidad y con una sonrisa, y escucha con atención a la persona en su situación concreta…, entonces se establece una corriente de afecto, que puede crecer hasta el cariño y, más adelante, hasta el amor.
2) El sacerdote que es buen pastor tiene que alimentar y defender a sus ovejas, incluso hasta la dar la vida por ellas. El sacerdote que quiere alimentar bien a sus ovejas procura buscar comida buena: la Palabra de Dios, ejemplos de santos, doctrina sana de la Iglesia y no simplemente lo nuevo o lo antiguo, y para ello estudiará, leerá y se preparará. Un sacerdote no puede limitarse a la media hora de la Misa, sino que trabajará, rezará y reflexionará para ‘cocinar’ ese alimento que ha de dar a las ovejas que Dios ha puesto en sus manos; también el sacerdote alimenta a las ovejas con el ejemplo propio. Mas nadie da lo que no tiene. Si un sacerdote no tiene paz, no puede dar paz; si no tiene alegría, no puede dar alegría; si no ha experimentado a Cristo muerto y resucitado, no lo podrá dar a ese Jesús vivo; si no vive austeramente, no podrá ayudar a los necesitados; si no sufre y vence al sufrimiento, sus palabras sonarán a hueco; si no es generoso, no podrá darse (en palabras del Papa: ‘no podrá salir de sí’).
El sacerdote que quiere defender a sus ovejas tiene que estar preparado a no huir, a no quejarse cuando le den golpes, cuando hablen mal de él (con razón o sin ella). El sacerdote debe saber que unos le pondrán por las nubes y otros por los infiernos[1], pero no le debe importar lo que digan uno u otros, sino lo que piense y diga Dios. Esto es lo que cuenta de verdad. ¡Qué más da que los demás hablen maravillas de uno, si Dios mismo ve otra cosa! ¡Qué más da que los demás digan lo peor de uno, si Dios mismo ve otra cosa! Al final, será Dios quien nos juzgue y no la gente, sean éstos de dentro o de fuera de la Iglesia.
3) El sacerdote que es buen pastor tendrá también que buscar a las ovejas, si alguna se pierde, y atraer a las ovejas dispersas. El sacerdote no puede conformarse con las personas que vienen a los locales parroquiales. Hay que acoger a los que vienen, pero también hay que salir al encuentro de los que no vienen nunca o vienen sólo ocasionalmente.
Dos apuntes más y totalmente necesarios:
            4) El sacerdote que es buen pastor sabe que todo lo anterior no lo hace él; no puede hacerlo él por sí mismo. Es una tarea que sólo puede hacerla Jesús; Él sí que es el Buen Pastor por excelencia. Ya puede cualquier sacerdote hacer todos los milagros del mundo o amar hasta dar la última gota de su sangre o predicar como los ángeles que, si Dios no abre el corazón y el alma de cada hombre que escucha las predicaciones o ve los milagros o recibe ese amor del sacerdote, todo se perderá. También es verdad que, aunque el sacerdote haga todo lo que hemos dicho y Dios quiera abrir el alma y el corazón del hombre, si éste no quiera, entonces será un ‘hombre pato’. ¿Sabéis cómo hace un pato? Se echa al agua, pero tiene las plumas de tal manera que, por mucho que se moje o se zambulla en el agua, nunca se moja. Pues el hombre pato es igual: aunque Dios quiera y el sacerdote actúe, como ese hombre no quiera ni ver, ni escuchar, ni abrir su corazón y su alma, todo quedará en nada. Ya lo indicaba Jesús de alguna manera: El rico contestó: ‘Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento’. Abraham respondió: ‘Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen’. ‘No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán’. Pero Abraham respondió: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán’ (Lc 16, 27-31).
            5) Lo mismo que el sacerdote tiene sus tareas como buen pastor (aquí se han apuntado algunas), también las ovejas, los fieles tienen las suyas. En muchas ocasiones he asistido a ‘piques’ entre el marido y la mujer, porque el primero preguntaba a la segunda: ‘¿En qué te ayudo? Y ella contestaba: ‘A mí… en nada. La casa no es mía solamente; es de los dos y las cosas que tú hagas no es para ayudarme a mí, sino que ambos colaboramos en una misión común, que nos corresponde por igual a los dos’. En efecto, a los dos les corresponde pasar la aspiradora, cocinar, atender la ropa y tener la casa en orden. A los dos les corresponde atender a los hijos (llevarlos al médico o acudir a las reuniones del colegio). A los dos les corresponde hacer las compras, las maletas para un viaje y los trámites en el banco o en el ayuntamiento. Pues esto mismo pasa y ha de pasar en una parroquia o en la Iglesia. La oveja no ayuda al pastor, el feligrés no ayuda al sacerdote, sino que ambos participan (cada uno a su modo, con sus cualidades y carismas) en la misma y única misión de Cristo. Esto que es una perogrullada… en tantas ocasiones no está nada claro, ni para el sacerdote ni para el feligrés. Cuando un sacerdote dice en una parroquia: ‘¡Aquí mando yo!’, no ha entendido para nada la Iglesia que Dios quiere y la Iglesia que Cristo ha fundado. Cuando un fiel se desentiende de su labor en la Iglesia o acude a ésta como si fuera al supermercado, del que coge el producto que quiere (la primera Comunión de su hijo), lo coge y con exigencias[2] y luego desaparece, tampoco ha entendido para nada la Iglesia que Dios quiere y la Iglesia que Cristo ha fundado.

            En definitiva, el sacerdote tiene que oler a oveja (a feligrés) y la oveja (feligrés) tiene que oler a sacerdote. Esto implica el trato mutuo, pues todos estamos en la misma Iglesia de Cristo Jesús.

[1] Ya lo decía Jesús: ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!(Lc. 6, 26).
[2] Recuerdo que hace años un chico y su novia querían casarse por la Iglesia. Ellos no acudían para nada a la parroquia ni a la Iglesia. Querían casarse un sábado y a las 7,30 de la tarde. A esa misma hora era la Misa parroquial. No entendían que el sacerdote no quitara la Misa parroquial para dejarles a ellos celebrar ‘su boda’: ‘Estos curas nos quitan la fe’. Por supuesto, esta pareja celebraría su boda y no volvería a aparecer por la parroquia y por la Iglesia en una larga temporada.