LA 101 DE RONDA. SACRIFICIO Y SUPERACIÓN.


Encontrar alicientes en el día a día es la mejor manera para poder salir de esta vida tan monótonas en la que la mayoría vivimos. Unos buscan diversión, otros aventuras, otros como yo, retos. Los que me conocéis de hace más tiempo sabéis de mi afición por el ciclismo, la primera de mis pasiones, la que más tiempo permite a mis ángeles revolotear por mi cabeza. Sí, desde que tenía 12 años mis maquinas y yo, en mayor o menor medida hemos recorrido infinidad de kilómetros buscando una libertad que solo ellas me permiten y que regenera las baterías para poder llevar al 100% la vida diaria, fundamental  para tener una buena salud mental. Mi interés por este deporte nunca fue competitivo, simplemente como válvula de escape pero de un tiempo a esta parte lo miro desde otro punto de vista.

Todo se inició hace dos años. Una vez, en ruta, escuché a los que empezaban a ser mis nuevos compañeros de fatiga, ya que había sido un solitario de la carretera, hablar de una prueba ciclista que decían ser muy dura y exigente, la 101 de Ronda y me atrajo el reto. Una vez analizada la ruta, los perfiles y viendo mi estado físico pensé, si otros pueden  ¿Por qué yo no? Se me cruzaron los cables y me puse manos a la obra.
Pero qué es la 101. Es una competición deportiva de extrema dureza que recluta a más de 7.000 deportistas, 4000 ciclistas entre individuales o por equipos, 1000 duatletas y  unos 2.000 corredores procedentes tanto de España como de países del extranjero y que cuenta con corredores tanto amateur como profesionales. En las ediciones precedentes han participado grandes corredores de la altura de Pereiro, Jalabert, Chiappucci o Roberto Heras que ha ganado en tres ocasiones. La prueba debe de ser completada en un tiempo máximo de 12 horas para los ciclistas y de 24 h para los restantes competidores. Sinceramente, mérito, merito, los corredores, esos sí que son unos máquinas. 
Quiero contaros mi experiencia después de haber participado en dos ocasiones en esta prueba. Una va ligada a la otra. Sin lo vivido hace un año no hubiera tenido sentido lo de éste. Un año pensando que tenía que volver. Un año pensando dónde mejorar y dónde rebajar tiempo. Un año pensando solamente en poder superarme más y más. 
Una vez superada la prueba más difícil de todas, el obtener plaza ya que en la categoría de Mountain Bike,  MTB para los amigos, las plazas que se agotan en media hora una vez iniciada la inscripción, llegando a crearse una lista de espera de más de 15.000 solicitudes, empecé con los entrenamientos para la cita. En la 101 lo importante no es ganar, es terminar para convertirte en un cientunero que según decían, no era poco. Sinceramente, ese no era mi reto hace un año. Pensaba que lo podría hacer en  7 horas, jajaja me río ahora, menos mal que un amigo me dijo: déjate de historias, deja este año para conocer el recorrido, las pendientes y para el 2013 ya hablamos. Efectivamente, me lo tomé con algo de calma.
Los primeros 80 km iniciales son razonablemente duros, dos grandes subidas pero las fuerzas están más intactas y todo parecía funcionar bien aunque lo malo son las bajadas. Si duras son las subidas, madre mía como son las bajadas. ¡Qué miedo mamá! El día siguiente tenía más dolor en los antebrazos de frenar que en las piernas. Bajadas rotas, un sin fin de piedras, desniveles impresionantes. Tanto es así que en determinadas zonas te encontrabas infinidad de bidones de agua regados por el suelo caídos de las bicis de los que me precedían. Increíble.
Bajada de la Ermita de Montejaque.
Calor, mucho calor. Insoportable. Me tuvo que tocar el mes de mayo más caluroso en 70 años. 42ºC a las 4 de la tarde.  A pesar de la cantidad de puntos de avituallamiento te quedabas constantemente sin agua, sin fuerzas, sin nada. Solo un dato, calculé que en toda la carrera habría bebido unos siete litros de líquido y  eche en toda ella una minúscula meadilla.  Pero lo malo estaba por venir. Para tener un baremo sobre la dureza, tarde seis horas en hacer 80km y ¡cuatro horas! para hacer los 20Km restantes.
Salida después de reponer fuerzas desde el cuartel de la Legión y empieza el calvario. Del km 76 al 82, 6 kms de subida a la famosa ermita de Montejaque. ¡Madre de Dios!  Pie al suelo. Ni andando se podía subir. Gente tirada por todos lados. Mas parecía el escenario de un campo de batalla. Lo pasé más o menos bien.
La bajada de la ermita, terrorífica. Esta empedrada pero había gente que lo hacía a pie.
Pero si malo era lo ya pasado, lo que venía después me desesperó. Sin fuerzas, abrasado por el calor. El más mínimo repecho lo tenía que hacer a pie arrastrando la bicicleta.
Máxima rampa en Alcalá del Valle.. 33% de pendiente
A falta de 10 km para llegar a meta, con 9 horas de ruta en mis piernas sólo pensaba una cosa, “que venga un helicóptero y me recoja”. Situado en la cima de una de las múltiples montañas que jalonan la maravillosa serranía de Ronda, o bajaba rodando o con el ejercito del aire en pleno. Solo me repetía una cosa ¿Qué coño hago yo aquí? !No vengo más en la vida! El único consuelo, el impresionante paisaje de la serranía de Ronda cada vez que quería desconectar un poco del esfuerzo.
Con más coraje que vergüenza me repuse como pude y seguí adelante. Gracias a los ánimos de los legionarios junto a los múltiples aficionados que encuentras por el camino conseguí llegar a la meta tras subir por fin la última rampa, la famosa cuesta del cachondeo.
Si tuviera que resumir con una sola palabra todo las sensaciones que vividas cuando conseguí llegar a Ronda, lo tengo muy claro, escojo la de emoción, mucha emoción. Una hora antes no pensaba que podría terminarla y ya estaba ahí. Una vez culminada la última ascensión, a pie, como había hecho las dos anteriores pero culminada llegaron a mis oídos los aplausos de una multitud de rondeños y aficionados que llenaban las calles antes de llegar a la meta y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos durante el último kilómetro de la prueba.   

Cuesta del cachondeo. Preciosa la vista.
La gloria. Ya era Cientunero tras 10 horas y 18 minutos de dura ruta. Un ladrillo como premio, una sudadera y un plato de pasta que me supo a gloria. Las secuelas para mi santa. Quemaduras por el sol y el famoso ¡no siento las piernas!
!Cari, no voy más! fueron mis primeras palabras al verla, como dice cualquier mujer cuando acaba de tener un niño pero la satisfacción de haberlo conseguido y la subida de adrenalina que me quedó en el cuerpo tras el emocionante final me hizo cambiar de idea en dos días. Y así ha sido.
Este año, todo ha sido distinto. Tenía un nuevo aliciente y sobre todo un reto, mejorar lo del año pasado. Tras muchas horas de entrenamiento, en horarios inimaginables debido al trabajo y quitados a mi familia, muuuuchos más kilómetros en mis piernas, nueve kilos menos en el cuerpo, el factor psicológico superado ya que conocía cómo de largas y  duras eran las zonas empinadas y con la misma ilusión del año pasado me propuse el reto de bajar de las 8 horas.
Casi lo consigo, solo me sobraron doce minutos pero es lo de menos, mis sensaciones al concluir fueron tan distintas a las vividas el año pasado que me daba igual el tiempo. Evitar un bajón al final me hizo ser conservador y poder terminar con ganas de más me hizo ser optimista con respecto al año que viene, por que sí, volveré. Lo que antes era todo andando ahora, una gran parte fue en bici y sobre todo, nunca pensé, ¡qué hago yo aquí!
La emoción no te la quita nadie, menor, solo fueron 400 metros, jeje pero el sufrimiento también lo fue. Solo por vivir esas sensaciones merece la pena todo el trabajo realizado.
Compañeros de fatigas.
Antes de terminar, agradecer sobre todo a mi mujer por la paciencia que tiene conmigo. Entre coches y bici tiene el cielo ganado y quiero  ponerle un diez a la organización. Esta es una carrera que se inició como una actividad cívico militar que permitiera acercar un poco más La Legión y sus legionarios a la población civil a través de una prueba deportiva de dureza extrema, donde la entrega y camaradería entre civiles y militares fuera un valor tangible. A fe que lo han conseguido. Así que felicitar al Tercio de la Legión de Ronda por la organización, ¡chapó!. 700 legionarios por todo el recorrido, 300 voluntarios, camiones, jeeps, aljibes, un helicóptero…un despliegue que solo lo puede hacer, como nos dijo el subteniente en el cuartel, LA LEGIÓN.
Pues nada chicos, perdón por el tostón. No soy muy dado a hablar de mí mismo y me ha costado escribirlo pero gracias por darme la oportunidad de compartir con vosotros esta experiencia inolvidable. Os dejo algunas bonitas fotos de la ruta y este vídeo que hace un repaso de la prueba. Saludos
PD: Quince días después me he dado cuenta que perdí la bolsa de las herramientas de la bici. Unos pierden botes pero lo mio fue peor, me va a salir más caro, jeje.
El perfil más parece un electro, jeje.
Una imagen vale más que mil palabras.
Salida desde Ronda.

Bajada de infarto desde la ermita. Montejaque al fondo.

Caminos muy rotos.
 

Me pillaron en la ruta. Tenía buena cara, jeje

Merecida la cena. Magnífico el montaje de la legión.
No les queda nada. Que alta queda la meta desde abajo y qué pequeños nos vemos desde arriba en el Tajo de Ronda.


http://www.20minutos.es/noticia/1813376/0/101-kilometros-ronda/prueba-ultrafondo/organizacion-legion-ejercito/