Domingo XXVII del Tiempo Ordinario (C)



6-10-2013                   DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO (C)
                      Hab. 1, 2-3; 2, 2-4; Slm. 94; 2 Tim. 1, 6-8.13-14;Lc. 17, 5-10

Homilía del Domingo XXVII del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            El domingo anterior os hablaba de la fe y, precisamente, el evangelio de hoy comienza con una petición de los discípulos de Jesús: “Auméntanos la fe”. La fe es totalmente necesaria, puesto que, como nos dice el profeta Habacuc en la primera lectura, “el justo vivirá por su fe”. Sí, la VIDA procede de Dios y de nuestra fe. Quien tiene fe, está vivo y vivirá para siempre. Quien no tiene fe, le falta algo esencial en su ser; ya nos lo decía San Agustín: ‘Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti’ (Confesiones, Libro I, Cp. I, 1).
Como os decía el domingo anterior, para aumentar la fe hay que (1) pedírselo a Dios y (2) trabajarla nosotros. En la homilía de hoy quisiera detenerme un poco más en este segundo punto, ya que las lecturas que acabamos de escuchar dan pie para ello.
- Vamos a ello. ¿Qué hemos de hacer para crecer en la fe? La Palabra de Dios en el día de hoy nos da varias pistas:
Nos dice la respuesta al salmo 94: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: ‘No endurezcáis vuestro corazón’”. Dios tiene una palabra para cada uno de nosotros. Dios nos da una serie de dones a cada uno de nosotros, pero no son dones para usarlos egoístamente, sino para utilizarlos en servicio de los demás. Por lo tanto, escuchemos siempre lo que el Señor nos diga y no endurezcamos ni cerremos nuestro corazón a Dios y a los hombres. No hagamos realidad en nuestras vidas lo del refrán que os decía el otro domingo: ‘Predícame, cura; predícame, fraile, que por aquí me entra y por aquí me sale’. ‘Predícame, Dios; predícame, Jesús, que por aquí me entra y por aquí me sale’.
También la segunda lectura nos anima a trabajar y a esforzarnos: “Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio […] Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios”.
- A la vista de todo esto, os propongo que cada uno de nosotros nos hagamos un plan personal para este curso que estamos empezando: para el curso 2013-2014. ¿Por qué os propongo un plan? Porque podemos estar acostumbrados a lo de siempre, a lo cómodo, a llevar una vida mediocre[1]…, y así va transcurriendo nuestra vida: en la rutina, en lo de siempre. Pero Dios nos llama a la plenitud y no a vegetar: dormir, levantarse, trabajar, comer, trabajar, cenar, dormir. No ha de ser la vida quien pase por nosotros, sino nosotros quienes pasemos por la vida. En la medida de lo posible, no han de ser las circunstancias quienes lleven nuestra vida, sino que hemos de ser nosotros quienes llevemos nuestra vida y sus circunstancias. Voy a daros algunas pistas:
A nivel personal podemos trabajar en este curso algunas virtudes o defectos. Por ejemplo, quitar de nosotros la dependencia del tabaco, de la televisión, del ordenador, del fútbol, de una comida o de una bebida, de la ropa…
A nivel personal podemos luchar para crecer en paciencia, en controlar la lengua, la envidia, la pereza, los gastos innecesarios…
A nivel personal podemos tratar de tener más trato con Dios a través de la lectura diaria de la Biblia, de la visita frecuente al Santísimo, de estar más atentos en la Misa, de orar haciendo silencio interior para que sea Él quien hable y nosotros quienes lo escuchemos…
A nivel social y comunitario podemos esforzarnos por tener una mejor relación con las personas: en la familia (esposo, esposa, hijos, abuelos, cuñados…), en el colegio, en el trabajo, en el vecindario…
A nivel social y comunitario podemos pedir perdón a quienes ofendimos, podemos perdonar a quienes nos ofendieron y hacer lo posible, de hoy en adelante, por no herir a nadie con nuestras palabras, gestos, acciones u omisiones.
A nivel eclesial y parroquial podemos y debemos involucrarnos en algo. No podemos limitarnos a estar como meros espectadores; no podemos ‘estar mirando los toros desde la barrera’; no podemos conformarnos con asistir pasivamente a Misa, funerales… Se puede colaborar en Caritas, en la catequesis, en la visita a ancianos y enfermos, en cantar en la Misa, en leer, en el grupo de limpieza del templo, en exigir al párroco que nos aporte una mayor preparación en las cosas de la fe, en exponer en la calle y en nuestra casa las razones de nuestra fe, en aportar ideas para que, desde la parroquia o desde otros grupos eclesiales, se lleven a cabo…
- No puede suceder que en junio de 2014 nuestra vida siga, más o menos igual, sólo que un año más viejos. NO. Dios nos exhorta y nos pide que actuemos, que escuchemos su voz y que sigamos las indicaciones que Él siembra en nuestro corazón, bien directamente, o bien a través de las necesidades que Dios nos pone delante, o bien a través de las peticiones que otras personas nos hacen. Cuando nos piden algo, ¿podemos estar seguros que no es el mismo Dios quien nos lo está pidiendo? Sí sabemos que es Dios mismo quien nos lo pide, entonces qué y cómo debemos responder.
Supongamos que ya estamos en junio de 2014. Algunos no habrán hecho prácticamente nada: ni el plan, ni llevarlo a cabo, y serán como esa bandada de gaviotas que se dedican sólo a comer para sobrevivir. Otros se habrán esforzado en seguir las indicaciones de Dios y en haber mejorado en algún aspecto personal y/o en ayudar a otras personas. Estos últimos, ¿tienen que sentirse mejores que los primeros o llenos de soberbia por haber alcanzado lo que se habían propuesto? NO. Estos últimos tienen simplemente que decir lo que Jesús nos enseña al final del evangelio de hoy: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

[1] Para ilustrar esto, os escribo aquí un trozo del libro ‘Juan Salvador Gaviota’, que creo que algunos de vosotros habéis leído: ‘La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar. Este modo de pensar, descubrió, no es la manera con que uno se hace popular entre los demás pájaros. Hasta sus padres se desilusionaron al ver a Juan pasarse días enteros, solo, haciendo cientos de planeos a baja altura […] ¿Por qué, Juan, por qué? -preguntaba su madre- ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la Bandada […] - Mira, Juan -dijo su padre, con cierta ternura- . El invierno está cerca. Habrá pocos barcos, y los peces de superficie se habrán ido a las profundidades. Si quieres estudiar, estudia sobre la comida y cómo conseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es comer’.