Domingo de Cristo Rey (C)



24-11-2013                 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (C)
                               2 Sam. 5, 1-3; Slm. 121; Col. 1, 12-20; Lc. 23, 35-43
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Queridos hermanos:
            (Es la misma homilía que en 2007).
            Al finalizar el año litúrgico con la festividad de Jesucristo, Rey del Universo, la Iglesia nos presenta un texto del evangelio para ilustrar esta celebración. ¿Qué texto del evangelio de S. Lucas hubiéramos elegido nosotros para este domingo? Pues… el texto que se escogió para leer este domingo es el pasaje de la crucifixión en que Cristo, Rey del Universo, es insultado y despreciado por todos. Se nos muestra una colina cercana a Jerusalén en donde acontece un ajusticiamiento de tres hombres por parte de ejército romano. Los romanos ajusticiaban a los ciudadanos romanos cortándoles la cabeza, como sucedió con S. Pablo, y a los que no eran ciudadanos romanos los colgaban en una cruz, y en ésta ponían en un cártel el motivo de la condena. Así, en el evangelio se dice: Había encima (de la cruz) un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ‘Éste es el rey de los judíos’”.
Como se trata de un rey, seguramente que Lucas nos tendría que hablar de los palacios del reino, de los ministros del reino, de los cortesanos, de las doncellas, de los cocineros, de los criados, de los tesoros y del ejército del rey, pero nada de esto sucede aquí. Veamos los personajes que aparecen en el evangelio de hoy y que acompañan a Jesús a la hora de su muerte:
            1) Las autoridades judías, que hacían muecas a un Jesús agonizante y con dolores de paroxismo, le decían con sorna: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido. Esto es lo que se llama hacer leña del árbol caído. Esto es lo que se llama cebarse con la persona fracasada. Esto es lo que se llama hurgar en la herida, echar sal y vinagre en la herida abierta. No hay ni humanidad ni compasión en estas autoridades judías. Éstos le restriegan a Jesús en las narices su fracaso: fracaso ante Dios, pues no ha logrado nada de la misión que El le había encargado; fracaso ante los hombres y ante los discípulos, pues se ha visto abandonado por todos y ha desilusionado a todos los que habían puesto su confianza en él; fracaso ante sí mismo, porque no consiguió nada de lo que se propuso en esta vida. Por otra parte, las autoridades judías estaban alegres, porque habían logrado acabar con un enemigo muy peligroso, que les había quitado por un tiempo a la gente, que les obedecía borreguilmente.
            2) Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: ‘Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo’. Estos soldados eran hombres embrutecidos por su profesión y por el odio que les acompañaba allí a donde iban. Su misión era matar; para eso estaban entrenados. Aquella crucifixión seguramente era para ellos un motivo para salir de su rutina habitual. Además, cuando en otras ocasiones crucificaban a judíos, la gente insultaba a estos romanos y les lanzaba piedras. Sin embargo, en esta ocasión la gente estaba de acuerdo con lo que ellos, los soldados, hacían y los gritos iban dirigidos, no contra ellos, sino contra uno de aquellos crucificados. Así las cosas, los soldados se sumaron a los gritos y a las burlas de las autoridades judías.
            3) Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: - ‘¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros’. Al lado de Jesús había dos hombres, que también estaban crucificados. Nos dice el evangelio que uno de ellos se unió al coro de los que insultaban a Jesús, pero no lo hacía por sentirse a gusto por el triunfo de que Jesús muriera, como las autoridades; no insultaba a Jesús para pasar el tiempo y alegrarse de que los gritos fueran contra otros (para variar), como los soldados; este malhechor insultaba a Jesús y lo jaleaba a ver si se decidía a salvarse con un milagro “de chistera” y, de paso, lo salvaba a él.
            4) El pueblo estaba allí mirando, nos dice el evangelio. Este pueblo al que Jesús había curado, alimentado, enseñado, amado… ahora estaba allí simplemente mirando; este pueblo veía los toros desde la barrera y callaba ante los insultos y las burlas de todos contra Jesús. Y ya sabemos lo que dice el refrán: ‘El que calla otorga’. Jesús había sido el único que los había defendido, ayudado y amado, y ahora… ellos lo dejaban morir y lo dejaban abandonado a su suerte.
            5) También aparece otro personaje: el llamado comúnmente el buen ladrón: Pero el otro lo increpaba: -‘¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.’ Y decía: -‘¡Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.’ En este texto evangélico se da un hecho que a mí siempre me ha llamado la atención: ante un mismo acontecimiento de sufrimiento, unas personas reaccionan muy negativamente, insultando y clamando contra Dios (‘¡Demostrado, Dios no existe!’). Y otras personas, sin embargo, se sitúan ante Dios, reconocen sus errores, reconocen la justicia de lo que les sucede, reconocen la total inocencia de Dios (en este caso de Jesús) y surge en estas personas –como en el buen ladrón, como en el publicano- la súplica de perdón y de misericordia. TAMBIÉN SURGE EL TESTIMONIO DE FE. El buen ladrón cree y llega a la fe a través de un Cristo escarnecido, burlado, fracasado y moribundo.
Resulta fácil creer en Jesús cuando multiplicaba los panes y los peces, cuando curaba a leprosos y resucitaba a muertos, cuando andaba sobre las aguas o cuando daba el discurso maravilloso en el Sermón de la Montaña. Pero, ¿quién va a creer en un Mesías sucio, maloliente, sangrante, deshecho, escarnecido por las burlas y desprecios, y a punto de morir? Pues es el buen ladrón quien cree en Él y quien le pide la salvación. El otro ladrón pedía a Jesús que bajase Él de la cruz y que lo bajase también a él. Pero el buen ladrón sabe que Jesús ha de morir y llegar a su reino y, cuando esto suceda, le dice que se acuerde de él y que lo lleve con Él a ese reino. El buen ladrón sabe que ha de morir en la cruz y después, y sólo después de pasar por la cruz, podrá llegar al reino de Jesús.
            6) El último personaje que nos queda por contemplar es Jesús. Jesús es Rey. Pero su reino no se basa en el poder, en la fuerza y en el triunfo, al modo humano.
* Su reino pasa por la cruz. ¿Queremos llegar a ese reino por este camino? No hay otro camino.
* Su reino se asienta en la debilidad, al menos, en la debilidad humana. ¿Queremos llegar a ese reino por este camino?
* El otro domingo se nos hablaba de que los discípulos de Jesús van a ser perseguidos y asesinados. Así sucedió con nuestro Señor, Jesucristo. ¿Estamos dispuestos a pasar por esa cruz y del modo que El pasó –sin atajos- para llegar al Reino de Dios?