Domingo de Ramos (A)



13-4-2014                              DOMINGO DE RAMOS (A)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            - Voy a leeros una parábola de un autor extranjero, J. Ynara­ja: “En el reino de los cielos, dice el Señor, pasa como ocurrió un día que un niño se hizo daño. Acudió su madre, trató de expli­carle algo para consolarlo, pero el niño no hizo caso y, sin escucharla siquiera, continuó llorando amargamente. Las explica­ciones de la afligida mamá de nada le servían. Pero continuó a su lado y, aunque el niño lloró con más intensidad, no se apartó de su lado. Por fin, la madre no pudo resistir su incapacidad para ayudarlo y ella también se puso a llorar. El niño, poco a poco, se fue calmando, miró a su mamá primero extrañado, luego preocupado, le tendió su manita y hasta sonrió, pues había olvidado su dolor. Pronto, madre e hijo se abrazaron felices.
            En mi reino, dice el Señor, a menudo no puedo dar explica­ciones, a mí no me entienden, y por eso, en los absurdos acciden­tes, en las crueles enfermedades, en los trágicos asesinatos, en cualquier dolor o muerte, yo, el Señor, lloro con los que son víctimas del mal, sufro pasión en silencio, soy crucificado y muero yo también, hasta que llega el consuelo y se abren los ojos internos del espíritu y se ve en la eternidad todo el amor y el bien que les rodean.
            ¿Van a perder la fe mis hermanos pequeños porque no encuen­tran explicaciones?”
            Esta parábola nos señala el modo de enfrentarse Jesús con el dolor de los hombres. Él no viene principalmente a consolar a los hombres que sufren, a dar el pésame a los hombres que mueren, a condolerse por los hombres que pecan. Él viene a sufrir con los que sufren, a morir con los que mueren, a perdonar a los que pecan y pecamos. Por ello dice la 1ª lectura: “ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos”. O también la 2ª lectura dice: “Cristo, a pesar de su condición divina,... se rebajó hasta someterse incluso a una muerte, y una muerte de cruz”. Jesús no es de los que escapan al ver el peligro; al contrario, se presenta Él el primero con tal de desviar los golpes sobre sí mismo.
            - En este Domingo de Ramos os invito a entrar de lleno en la Semana Santa. En ella recordamos y vivimos los misterios centrales de nuestra fe cristiana. Son los hechos más sagrados y de donde nace la santidad de los hombres, de la Igle­sia.
            ¿Cómo podemos celebrar estos misterios? No basta con acudir a los actos religiosos. Hay que meditar los misterios de Cristo; hay que compenetrarse con sus sentimientos; hay que entrar en comunión íntima con Jesús, con su pasión y su resurrección. No basta con ser mero espec­tador. Tenemos un ejemplo de este padecer con Cristo en Santa Rita de Casia. El otro día rezaba el rosario por Gabriel (el Colaso) ante el altar de la Virgen del Carmen en la iglesia de Tapia y me fijé que al lado de la imagen de María está la imagen de Santa Rita de Casia. ¿Sabéis algo de su vida? En alguna ocasión os la narraré. Hoy sólo quiero fijarme en lo que aparece más a la vista: Santa Rita está vestida de monja agustina, lleva una cruz entre sus manos y tiene una herida en su frente. Veamos un trozo de su vida: Santa Rita meditaba muchas horas en la Pasión de Cristo, meditaba en los insultos, los rechazos, las ingratitudes que sufrió en su camino al Calvario. Durante la Cuaresma del año 1443 fue a Casia un predicador llamado Santiago de Monte Brandone, quién dio un sermón sobre la Pasión de Nuestro Señor que tocó tanto a Rita que le pidió fervientemente al Señor ser partícipe de sus sufrimientos en la Cruz. Santa Rita recibió una espina de la Corona de Espinas en su cabeza. El Señor no le dio más, porque no hubiera podido con ello. Y así estuvo hasta su fallecimiento.
            ¿Qué vas a hacer tú por Cristo Jesús en esta Semana Santa, sabiendo todo lo que Él hizo y hace por ti? Te exhorto, pues, a que en estos días medites más la Palabra de Dios, ores más ante el sagrario, ante la cruz y a que asistas a la Vigilia Pascual. Sin duda la celebración más importante de todo el año para nosotros los cristianos, ya que como dice S. Pablo: si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también nuestra fe […] además de inútil y nuestros pecados no han sido perdonados” (1ª Corintios 15,14.17).
            También te exhorto a vivir en estos días como vivió Él: sufriendo con el que sufre, oyendo al que no es escuchado, acompañando al que está solo, compartiendo tus bienes materiales con el que no tiene, perdonando al que te ha herido de cualquier modo…