Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (C)

5-9-2010 DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (C)

Sb. 9, 13-19; Slm. 89; Flm. 9b-10.12-17; Lc. 14, 25-33



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- El evangelio que acabamos de escuchar nos parecerá exigente y duro; tan duro que, incluso algunos de nosotros, podemos decir que es una metáfora. Sin embargo, las palabras de Jesús están bien claras. Dios no quiere sólo nuestra asistencia a Misa, ni nuestros rezos, ni nuestras limosnas, ni que simplemente nos confesemos católicos. Eso es demasiado poco. Dios nos quiere a nosotros, por entero.

Jesucristo en el evangelio de hoy nos expone una serie de condiciones para seguirlo, para ser discípulo suyo. Veámoslas:

* “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

* “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.

* “El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

Es verdad, muchos de nosotros anteponemos muchas cosas y muchas personas a Dios: + Por ejemplo, cuando nos hacen daño de palabra, de obra o de omisión y no somos capaces de perdonar por amor a Dios; entonces es que anteponemos otras cosas a Dios y a su evangelio. + Por ejemplo, cuando un joven dice que no tiene tiempo de ir a Misa el domingo porque tiene exámenes, pero sí que saca tiempo para irse a distraer algo o para ir al cine o para ir a tomar algo o para ir a la playa. + Por ejemplo, cuando en Taramundi había gente que no tenía tiempo de ir a la Misa de los domingos, pero el lunes moría algún vecino y entonces sí que esa gente sacaba tiempo para ir el miércoles al funeral. Es decir, saco tiempo para ver una película, o un partido de fútbol, o una carrera de coches, o una telenovela, o para Internet…, pero Dios queda en el último lugar. + Por ejemplo, hace poco me contaba una persona cómo su hijo estuvo reñido con Dios durante un año completo, porque su marido había estado enfermo de cáncer. El hijo había suplicado insistentemente a Dios que lo curase y, como no lo había hecho y el padre había fallecido, este hijo se había enfado con Dios y no le había dirigido la palabra ni había acudido a los cultos ni al templo en un año. + Por ejemplo, cuánto trabajo nos cuesta desprendernos de objetos materiales que vamos acumulando mes tras mes. Estamos muy pegados a ellos. Digo esto porque con frecuencia, al terminar la confesión, pongo a algunas personas el desprenderse de 2 ó 3 objetos personales y ¡qué trabajo les cuesta hacerlo!

Pero también he visto lo contrario: + Por ejemplo, cuando decimos que es primero la obligación que la devoción es, con frecuencia, para dejar a Dios en segundo lugar. Hacia 1995 fui un verano a ayudar en una parroquia alemana (en Wadersloh [diócesis de Münster]). Allí conocí a Frau Adrian, una madre con 7 hijos, la cualre Münster]) o a ayudar en una parroquia alemana (Wadersloh u mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, sacaba tiempo, además de para hacer su trabajo en casa y fuera de casa, para ir a Misa cada día. Me decía ella que era de donde sacaba fuerza para llevar adelante a su familia. El hijo mayor tenía unos 20 años y el pequeño unos 2 años, y todo el mundo colaboraba en aquella casa, pero era Frau Adrian quien sostenía toda la familia y a quien acudían todos con los problemas más distintos. + Por ejemplo, cuando un padre separado y con dos niñas pequeñas me contaba que, estando sus hijas con los abuelos maternos y estando él preocupado de la educación religiosa de sus hijas, de que amaran a Dios, les pidió a sus hijas que requiriesen a los abuelos que las llevaran un domingo a Misa. Las dos niñas, de unos 10 y 9 años, así lo hicieron. Al saber esto el padre, muy emocionado les dijo que Dios había engordando tanto en el cielo de satisfacción, que varios ángeles tuvieron que salirse del cielo, pues no cabían. La más pequeña contestó sorprendida a su padre: “¿De verdad, papi?” Y es que amar a Dios más que a los hijos, no es “mandar a estos a la porra”, sino que este hombre lo ha hecho de tal manera que, para ella y para sus hijas, Dios es lo más importante. Y esto entra perfectamente dentro del mensaje de Jesús en el evangelio de hoy.

Esto es el evangelio de Jesucristo: anteponer a la llamada de la sangre (hermanos, padres, mujer, hijos) la llamada de Dios; anteponer a Dios sobre la propia vida; anteponer a Dios sobre mis bienes, mi razón o mis razones; coger nuestra cruz de cada día (dolores, incomprensiones, ataques personales e injustificados por parte de otros, etc.) y apretándola y sujetándola fuertemente seguir los pasos de Jesús. Cuando yo soy capaz de hacer esto, es cuando puedo llamarme y ser discípulo de Jesús.

* Ante esta explicación y haciendo un examen de mi vida, ¿puedo ser llamado por los demás, por Dios “discípulo de Jesús”? Ante esta explicación y haciendo un examen de mi vida, ¿puedo considerarme “discípulo de Jesús”?

* Oigamos una vez más las palabras de Jesús en el evangelio de hoy:

“Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

“Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.

“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

¿Puede realmente alguien ser de verdad discípulo de Jesús, o más bien esto es una utopía y algo inalcanzable para cualquier hombre de carne y hueso?

- La respuesta ante esta pregunta está contenida, a mi modo de ver, en la primera lectura que acabamos de escuchar. Dice así: "¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu santo Espíritu desde el cielo?" Y sigue diciendo la lectura que sólo con la sabiduría de Dios y de su Santo Espíritu podrán ser rectos los caminos de los hombres; sólo con esta sabiduría divina podrán aprender los hombres lo que le agrada al Señor, y sólo esta sabiduría los salvará.

El martes pasado, en la Misa se leía la 1ª carta a los Corintios donde S. Pablo decía: "A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una locura; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu". Todo esto es una verdad como un puño. Sólo se puede entender la voluntad de Dios y las palabras de Dios, si Él acude en nuestra ayuda con el Espíritu, que es quien nos lo explica todo y quien nos guía para que la palabra y la voluntad de Dios se cumplan en nosotros. Por ejemplo, ¿cómo vamos a entender el evangelio de hoy, si no es con la asistencia del Espíritu? ¿Cómo vamos a vivir el evangelio de hoy, si no es con la asistencia del Espíritu?

En definitiva, todo esto y todo lo que procede de Dios sólo lo podremos entender si Él viene en nuestra ayuda; en caso con­trario, como decía S. Pablo, nos parecerá una locura. Sólo el Señor puede hacer que nosotros lleguemos a vivir esto. Quien ha probado de las mieles de Dios, de sus amores puede llegar a entender esto y a posponer todas las personas y las cosas ante el mismo Dios, porque Él es lo único eterno.

Saludos y vacaciones

Como veis no he "subido" la homilía de este domingo 25 y es que estuve en Lugo impartiendo una tanda de ejercicios espirituales a consagradas. Por otra parte, en agosto estaré fuera de Oviedo por vacaciones y hasta el primer domingo de septiembre no reanudaré la readacción y el envío de las homilías.
Me encomiendo a vuestras oraciones.
Un saludo y la bendición de Dios.

Andrés

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (C)

18-7-2010 DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (C)

Gn. 18, 1-10a; Slm. 14; Col. 1, 24-28; Lc. 10, 38-42



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- El salmo 14 presupone que el compositor de dicho salmo tenía un origen nómada o tenía un recuerdo muy reciente del nomadismo de Israel, es decir, cuando éste atravesó durante 40 años el desierto del Sinaí huyendo de Egipto y camino de la tierra prometida. Y hablo de una alusión al nomadismo en el salmo 14 porque en el mismo se hace referencia a la tienda, que era la casa habitual de los nómadas. En efecto, las casas de los nómadas no eran de barro o de piedra. No eran casas sujetas día y noche al suelo a través de los cimientos, sino que eran tiendas de lona que se armaban por las tardes y se desmontaban al amanecer para seguir el camino. Pues bien, este pueblo nómada creía firmemente que Dios mismo les acompañaba cada día a ellos y era uno más entre el pueblo. También Dios, como el resto de la gente, armaba su tienda por la tarde y la desmontaba al amanecer para acompañar a su pueblo en todo tiempo. De ahí viene la respuesta al salmo 14: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?”

Era normal que, al anochecer y después de haber atendido a los ganados y otras obligaciones, las gentes se pasaran a una tienda para hablar y contar historias del pueblo. Ahí aprendían los niños y jóvenes de los más mayores. También era normal que, si algún caminante pasaba al lado del campamento, se le ofreciera hospitalidad.

Bien, imaginaros que estamos en el campamento del pueblo de Israel y que somos parte de este pueblo. Hemos atendido nuestras obligaciones y al anochecer, antes de acostarnos, mucha gente va a la tienda de Dios para escuchar sus enseñanzas, para hablar con Él, para sentir su amor. De hecho, en la actualidad mucha gente, antes de acostarse, dedica un tiempo a la oración personal con Dios Padre. Imaginaros igualmente que cogemos la Biblia y leemos y meditamos el salmo 14, el cual nos presta sus palabras para poder preguntarle a Dios: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?” ¿Quiénes de los que estamos aquí podremos ser hospedados por Dios en su tienda para pasar la noche, para escucharlo? Y el mismo salmo que hace la pregunta, da también la respuesta.

Sin embargo, antes de leer dicha respuesta, quisiera leeros otro ‘salmo’. Resulta que el domingo pasado, al terminar de celebrar la Misa de 11, entré en la sacristía para quitarme la casulla e ir al confesionario y Fran, el sacristán, me habló de un artículo que había aparecido en el periódico del día anterior. Yo no había leído entonces el artículo, pero sí que lo hice después. Creo que será reconocido y recordado por algunos de vosotros. Voy a leeros algunas de sus partes. El titular decía así: “Mi madre me felicitó cuando aborté”. “‘Quise contarle a mi madre que había abortado para hacerle un regalo, como agradecimiento a todos los años en los que estuvo inculcándonos a mí y a mí hermana que teníamos que ser libres, que no debíamos cargar con algo que no deseáramos. Cuando le conté que había abortado, mi madre me felicitó’. La madre de Eva, la que le dio la enhorabuena por su aborto como otras lo hacen por su futura maternidad, se casó embarazada de su primer hijo y después llegaron otros tres, cuatro en total. ‘Ninguno fue deseado, aunque nos quiera muchísimo’, cuenta Eva. Así que puso todo su empeño en que las hijas no repitieran los errores de la madre, incluso enfrentándose a su marido, y su hija no supo hasta que punto se lo tenía que agradecer, dice, hasta el día que tomó la decisión de abortar.

Eva no quiere ser madre, nunca lo ha querido, así que experimentar en su cuerpo los síntomas del embarazo fue una sensación casi insoportable […]

De aquellos días aún conserva cierto regusto de la gran vergüenza que sintió por haber dejado que lo que nunca se le había pasado por la cabeza, un embarazo inesperado, le hubiese sucedido a ella. Es algo que repite una y otra vez mientras recuerda aquellos acontecimientos.

No tiene remordimientos, conflictos morales ni culpabilidad por motivos religiosos. ‘Era creyente, pero fui evolucionando y ahora soy atea convencida’, comenta […] Eva no tuvo ninguna duda de lo que tenía que hacer y se siente satisfecha de haber ‘reparado un error’. Eso precisamente, el haber fallado, es lo que la avergonzaba. ‘A mí, ¿cómo podía haberme pasado aquello a mí? Teniendo toda la información, sabiendo todo lo que hay que saber...’, se atormentaba”. Creo que el texto se comenta por sí solo.

- Lo que está claro es que todos nosotros somos nómadas y estamos de paso en este mundo.

- Lo que está claro es que todos nosotros pasamos horas y horas en alguna tienda, en la que se nos enseña ya desde niños qué hacer en nuestra vida y cómo hacer con nuestra vida. Nadie queda sin aprender o con el disco duro de nuestro ordenador sin rellenar. Si no aprendemos de un lado, aprendemos de otro.

- Esta chica, Eva (se trata sin duda de un seudónimo), aprendió en la tienda de su madre y fue una buena alumna, puesto que su madre la felicitó. Eva está muy a gusto con lo aprendido y con las acciones hechas a raíz de su aprendizaje.

- Pero nosotros, los que estamos aquí, no queremos aprender en la tienda de la madre de Eva. Nosotros queremos aprender en la tienda del Señor. Por eso, con las palabras del salmo 14 oramos y suplicamos: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?” Y el mismo Señor nos responde y nos expone las condiciones para entrar en su tienda. Escuchemos: “El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino […] El que no presta dinero a usura, ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra, nunca fallará”.

Y ahora que lo hemos escuchado…, vamos a meditar si en nuestra vida ordinaria hacemos esto que el Señor nos dice, pues queremos practicarlo con la ayuda de Dios.

¡Que así sea!

Domingo XV del Tiempo Ordinario (C)

11-7-2010 DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (C)

Dt. 30, 10-14; Slm. 68; Col. 1, 15-20; Lc. 10, 25-37



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

En el evangelio de hoy se nos presenta el caso de un hombre que quiere atrapar de mala manera a Jesús con sus palabras. Se acerca a Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para ir al cielo. Jesús, como “buen gallego”, le contesta con otra pregunta: “¿Qué te dice la Biblia a esa pregunta?” A lo que el hombre responde muy acertadamente que para ir al cielo hay que amar a Dios con todas las fuerzas y al prójimo como a uno mismo. Entonces Jesús le dice que ha respondido muy bien, que tiene matrícula de honor, pero, para que no se quede la cosa sólo en las palabras y en la teoría, que lo practique. “Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: ‘¿Y quién es mi prójimo?’” Y este es el centro del evangelio y sobre el que quiero explicar la homilía de hoy. ¿Quién ES NUESTRO PROJIMO? ¿QUIEN ES MI PROJIMO?

En las escuelas rabínicas judías se planteaba en muchas ocasiones esta cuestión y las respuestas eran diversas. Vamos a examinar las distintas respuestas[1]. 1) Para los judíos estaba claro que sus prójimos eran los demás judíos, los cuales tenían su misma raza, su misma religión. El pueblo de Israel formaba una comunidad solidaria en la que cada uno tenía responsabilidades para con el otro, en la que cada uno estaba sostenido por el conjunto y así debía considerar al otro “como a sí mismo”. 2) Había excepciones: no podían considerarse como prójimos a los herejes, a los traidores a Israel, a los apóstatas, ni a los samaritanos, pues, siendo niño Jesús, habían esparcido huesos humanos durante las fiestas de Pascua por la plaza del templo de Jerusalén con el fin de hacer impuro al templo. 3) ¿Qué pasaba con los extranjeros? La Biblia dice claramente que se ha de amar a los extranjeros, pues el mismo Israel fue extranjero en Egipto. La solución que se daba a este interrogante era que el extranjero era “prójimo”, pero sólo… si vivía en Israel. Por todas estas discusiones rabínicas y por las distintas respuestas que existían el letrado quiso justificarse y saber la opinión de Jesús a esta discusión rabínica: “¿Y quién es mi prójimo?”

Para contestar a esta pregunta Jesús usa la parábola del buen samaritano. En el trayecto de Jerusalén a Jericó había bastantes asaltos de bandidos. Era un camino muy inseguro en aquella época. Por tanto, Jesús plantea un caso muy real y habitual. Un hombre que hacía este trayecto es asaltado, molido a palos, robado y dejado por muerto. Un sacerdote y un levita (una especie de sacristán) pasan por allá y no se paran; tal vez tenían miedo de entretenerse ayudando a aquel hombre y que les pasara lo mismo. Por fin pasa un samaritano (para los judíos era un pueblo de gente despreciable[2]), el cual no estaba obligado a ver en el malherido a su prójimo, pues pertenecía a un pueblo enemigo del suyo: era un judío. Pero, ¿qué hace el samaritano? No se pregunta si aquel malherido era su prójimo o no, si tenía obligación o no para con él. Jesús nos dice que el samaritano sintió lastima, pero las palabras originales son más fuertes que la traducción al español; dicen así: al samaritano se le conmovieron las entrañas. El mismo samaritano se convirtió en prójimo de aquel judío malherido por encima de cualquier consideración teológica, sociológica o de cualquier peligro (que los salteadores volvieran de nuevo y le robaran a él, y le molieran a él a palos). Si Jesús hubiera preguntado al letrado si el samaritano era prójimo suyo antes de narrarle el hecho, aquel hubiera dicho un no rotundo. Pero Jesús da la vuelta a la pregunta: es el mismo samaritano quien se hace prójimo a sí mismo, es decir, es el samaritano quien ama, quien abre su corazón a la necesidad del otro.

Veamos esto que acabo de decir con un ejemplo que a mí siempre me ha conmovido: una mujer alemana tenía a un hijo en el ejército alemán del frente ruso durante la segunda guerra mundial. En el año 1944 cuando la retirada de los alemanes, los rusos entraron en Alemania y un soldado ruso entró a pasar la noche en la casa de aquella señora. Ella se le tiró al cuello, lo besó, le quitó las botas y los calcetines, le curó las llagas de los pies, le preparó el baño, le dio de comer y le puso para dormir sábanas limpias. Al día siguiente, después de desayunar, al marchar el soldado ruso le preguntó que por qué hacía todo eso por él si era su enemigo, y la señora le contestó que sólo esperaba que, si su propio hijo se encontraba con su madre en Rusia, ésta le atendiera como ella le había atendido a él. La madre alemana al atender al soldado ruso estaba cuidando a su hijo. Aquella madre había convertido en su prójimo, en su hijo a aquel soldado ruso sin importarle si era su enemigo o si era de otro pueblo.

Vamos a dar un paso más en la explicación de esta parábola: * El camino de Jerusalén a Jericó es nuestro mundo y nuestra sociedad: tantas veces peligroso e inseguro. * El hombre malherido es todo hombre que sufre y que ve impotente cómo tantos le dejan abandonado y no le socorren, cuando pasan a su lado, pues ellos van a sus cosas. * Jesús es el buen samaritano, al que se le conmueven las entrañas; Jesús es el que no nos debe nada y, sin embargo, es el que se para a riesgo de su propia vida, nos recoge, nos lleva a la posada, nos limpia las heridas y nos cuida; Jesús es quien encarga al tabernero que nos siga atendiendo a costa de su dinero. JESUS ES EL BUEN SAMARITANO POR EXCELENCIA.

Reflexionemos ahora, a la luz de estas palabras que acabo de decir:

- ¿Quién es nuestro prójimo?: ¿Sólo nuestros familiares? ¿Sólo nuestros amigos y conocidos? ¿Sólo los de Oviedo? ¿Sólo los asturianos? ¿Sólo los españoles? ¿Sólo los que votan al PP, o al PSOE, o los que son del Madrid, o los que son de Barça[3]…? ¿Sólo los católicos y que, además, vienen a Misa?

- ¿Cuántas veces en mi vida he sido como ese sacerdote o ese levita, y hemos pasado de largo, por miedo o vergüenza o porque ése no era mi problema, al lado de hombres malheridos?

- ¿Cuántas veces en mi vida he sido como ese hombre malherido, al lado de cual han pasado varias gentes y he experimentado la sorpresa de que me atendiera quien menos lo esperaba?

- Jesús nos convierte en sus prójimos y por eso nos ama como a sí mismo. Para Él somos el nieto de los 20 €, el hijo de la mujer alemana perdido en la inmensidad de la Rusia hostil, el soldado ruso lleno de llagas y con el corazón endurecido de tanto matar, pero también hijo de una madre. Sí, cada uno de nosotros somos el prójimo de Jesús.



[1] Atención. No se trata de una cuestión antigua y que no tenga nada que ver con nosotros. Es una cuestión de plena actualidad. Voy a poner un ejemplo: hace un tiempo una señora, que iba a Misa habitualmente, comentó que en la cesta de la iglesia echaba únicamente 20 céntimos de euro cada domingo, pues “la vida estaba muy achuchada”. Nada más comentar esto delante de mí se acercó su nieto y la señora le saludó con un beso, echó mano a la cartera y le dio 20 €. Y yo me pregunté: ¿Por qué la vida estaba achuchada en la Misa para dar 20 céntimos y no estaba tan achuchada para dar 20 € al nieto para que los gastase por ahí de juerga? Pues porque, para esta señora, el prójimo era su nieto y la Iglesia, la parroquia, los curas, la otra gente… no eran su prójimo.

[2] Pocos versículos atrás (Lc. 9, 52s) se nos narra cómo Jesús quiso alojarse con sus discípulos en una aldea de samaritanos y estos no quisieron recibirlos por ser judíos. Entonces, Juan y Santiago le dijeron a Jesús: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y que acabe con ellos?”

[3] El presidente de ERC, Joan Puigcercós, ha afirmado al día siguiente de la victoria de España sobre Alemania que, sin los jugadores catalanes, la selección española "sería muy poca cosa".

Domingo XIV del Tiempo Ordinario (C)

4-7-2010 DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (C)
Is. 66, 10-14a; Slm. 65; Gal. 6, 14-18; Lc. 10, 1-12.17-20

Homilía de audio de MP3
Queridos hermanos:
Cuando voy a preparar las homilías, leo las lecturas y procuro empaparme de su significado y dejándome impactar por una palabra o una frase o una idea. A partir de aquí confecciono y elaboro las homilías. Así lo he hecho para la predicación de hoy.
El otro domingo os preguntaba, de la mano de Jesucristo: ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros? Hoy os pregunto: ¿Quién es Dios para vosotros? O para concretar un poco más: ¿Cuál es la imagen que tenéis de Dios en vuestra mente, en vuestro corazón, en vuestra vida de cada día? Voy a ayudaros a profundizar en esta pregunta:
- Normalmente, cuando se dice a los creyentes o a la gente en general que lea la Biblia, bastantes responden que prefieren leer el Nuevo Testamento y no todo, pues el Antiguo Testamento y varias partes del Nuevo Testamento no son fácilmente comprensibles. En muchas ocasiones se ve en el Antiguo Testamento a un Dios asesino de hombres y haciendo o diciendo cosas horribles. Sin embargo, la realidad es que, cuando se lee todo el Antiguo Testamento, se descubren en él cosas preciosas. Yo soy un enamorado del Antiguo Testamento. Para entender lo horrible y para descubrir lo precioso conviene tener una cierta guía a la hora de leer la Biblia. Una de esas cosas preciosas del Antiguo Testamento la hemos escuchado hoy. En efecto, en la primera lectura decía Dios a través del profeta Isaías: “como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo”. Fijaros qué imagen más bonita y sugerente utiliza el profeta para hablar de las cosas de Dios y en nombre de Dios. Quién no vio alguna vez a una madre atender a su hijo. Hace un tiempo fui a visitar a una familia y la hija del matrimonio, una niña de año y medio de edad, estaba entretenida en la nevera con una cosa. Yo me acerqué por detrás y le di un beso en la mejilla y, como extrañara mi presencia, se puso a llorar desconsolada y corrió a refugiarse con su madre. Ésta la abrazó, y la niña lloraba diciendo: "¡Mamá, mamá!" La madre la acariciaba y la consolaba. Así es como veo yo a Dios en muchas ocasiones y así nos es descrito en el día de hoy por el profeta Isaías: “como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo”.
Las imágenes que se nos han transmitido de Dios con frecuen­cia han sido terribles, como unas malvadas caricaturas y, por lo tanto, falsas:
a) Se nos ha transmitido la imagen de un Dios terrible que castiga a los hombres, que les guarda rencor perpetuo y que nunca les podrá perdonar sus pecados. Es el Dios policía.
b) También la del Dios que nos castiga con el infierno o con enfermeda­des o con desgracias. Fruto de esta mentalidad es la famosa y antigua cadena de la carta y de la peseta en el sobre. Si no mandábamos nueve cartas con una peseta en cada carta, nos íbamos a morir, perderíamos el trabajo y, si las mandábamos, entonces nos tocaría la lotería y similares. En varias ocasiones tuve que romper esas cartas, que feligreses míos habían recibido y estaban atemorizados. A este Dios terrible le trata­mos de aplacar y que se muestre proclive a nosotros con ofreci­mientos de promesas, de misas, de rezos, de limosnas...
c) Otra imagen falsa de Dios es la de un Dios que nos ignora, que está en su mundo y que no se preocupa de nosotros. Cada está en su mundo, en su casa y Dios no se ocupa de nosotros para nada.
Algunas de estas imágenes de Dios, ¿están dentro de vosotros o conocéis a gente que las tengan?
- El otro domingo sabéis que prediqué sobre el seguimiento de Jesús. El evangelio era muy exigente y fuerte, y yo prediqué en el mismo sentido. Como sabéis, siempre grabo en MP3 la homilía y luego a subo al blog que tengo. Enseguida apareció un comentario a la homilía y el comentario decía lo siguiente:
“Buenos días, Removedor de Conciencias.
Sólo unas palabras para que te hagas una idea de como le queda a uno, que conoces bien, su espíritu después de escucharte.
Antes de decirlo tú, ya a mi lado oí la expresión: ‘¡Qué Evangelio más duro!’ En el curso de la homilía tenía la esperanza de oír de tu boca alguna expresión que suavizase un poco las condiciones que pone Jesús para seguirlo (porque ya sabemos que a veces la Parábola tiene varias interpretaciones). Pero el final llegó y el listón no se movió ni un milímetro que facilitara cumplir esos requisitos; mas bien lo contrario: tus palabras no dejaron resquicio a la duda.
Resignación y seguiremos viendo los toros desde este lado de la barrera.
Un abrazo
Un penitente agradecido”.

Al leer el comentario, en un primer momento me sonreí, pero luego quedé preocupado. Quedé preocupado, pues se me pasó por la cabeza el hecho de que pudiera estar yo predicando a un Dios terrible, castigador, duro, inflexible… ¡Nada más lejos de mi intención!
El Dios con el que yo me identifico, el Dios que me ha enamorado, el Dios que quiero predicar… es el Dios que aparece en la primera lectura. En efecto, dice Dios: "como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo". Esta es la verdadera imagen de Dios. El Dios de Jesucristo quiere nuestro bien, está siempre dispuesto a escucharnos, a perdonarnos, a darnos muestras de cariño, y esto es así porque Él nos ama. Nos ama desde siempre y nos ama para siempre. Independientemente de lo que hagamos nosotros. El hombre puede llegar a cansarse de amar a otra perso­na, pero Dios nunca se cansará de amarnos. Por eso, tengamos una confianza absoluta e ilimitada en él.
- Termino como en una clase del colegio, con un ejercicio práctico. Voy a poneros un caso real de un hombre italiano y vosotros tenéis que descubrir la imagen de Dios que tiene esta persona. Vamos allá:
Esta información apareció en el diario de La Repubblica (es como decir aquí de El País) el 4 de julio de 2004. En el 2004 hubo un campeonato de fútbol europeo. En uno de los partidos jugaba Italia contra Dinamarca. En un momento del encuentro Francesco Totti, jugador italiano, escupió sobre el danés Poulsen. Por este hecho, Totti fue descalificado y se le prohibió jugar durante 3 partidos. Al llegar a Italia, a su casa, descalificado y no pudo seguir jugando con su equipo. Totti cogió un papel y escribió: “Santísima Virgen del Divino Amor (nombre de la devoción de un santuario mariano muy famoso en Italia), te pido perdón y te ruego que nunca me abandones. Tu Francesco”. Este papel lo envolvió en su camiseta de la selección y lo entregó al santuario a través de un sacerdote, al que conocía desde niño. Totti ha elegido el camino de la fe para borrar su feo gesto con otro jugador. Decía Totti: “El modo más hermoso para pedir perdón es dirigirse al único que sabe perdonar. Y por eso he sentido la exigencia de regalarle a la Virgen del Divino Amor mi camiseta. En ella confío y me siento en paz con Dios y con los hombres”.