CON MIS ALAS AL VIENTO
Domingo del Corpus Christi (A)
26-6-11 CORPUS CHRISTI (A)
Dt. 8, 2-3.14b-16a; Slm. 147; 1
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
En estos años pasados he hablado en el día de hoy de diferentes aspectos de la Eucaristía o de la Misa: por ejemplo, he hablado de la adoración, de la presencia de Cristo, el Hijo de Dios, bajo las especies del pan y del vino, del alimento para los cristianos, de la comunión entre Dios y los cristianos y entre los cristianos entre sí… En el día de hoy quisiera decir algunas palabras de otro aspecto o faceta de la Eucaristía: el sacrificio.
- Vivimos en un mundo que no siente ninguna atracción por el sacrificio. Se aprecia la vida, la felicidad, el placer, la comodidad, el disfrute de los bienes… Pero no se aprecia el sacrificio, el desprendimiento, el olvido de sí, el esfuerzo a favor de los demás, la renuncia a las propias apetencias o inclinaciones naturales… Se prefiere el optimismo de la salvación al pesimismo sacrificial.
Características del sacrificio: 1) Hay sacrificios que nos impone el propio peso de la vida, la propia condición humana, y que no tenemos más remedio que aceptar, sea de buen o de mal grado. Pero hay otros sacrificios que podemos imponernos nosotros mismos en la vida, porque dependen de nuestra voluntad. El sacrificio es una forma de encontrarse con uno mismo, ya que en él se descubre la propia limitación, se relativiza lo que es y lo que se tiene, se experimenta una nueva forma de disponer de sí, se aprende a valorar la capacidad personal para afrontar las situaciones difíciles de la vida. 2) Además, el sacrificio es una forma privilegiada de salir fuera de sí y de encontrarse con los demás. Por el sacrificio el otro comprende quién soy yo para él, y yo comprendo quién es el otro para mí. El sacrificio puede ser un encuentro con los demás, un aprendizaje del servicio, una forma de triunfar el amor sobre el egoísmo. Veamos un ejemplo sencillo: “Hace años vivía en un pueblo una familia. El niño tenía unos 5 años y, al ir por primera vez a la escuela, los niños le dijeron que su madre era muy fea y que asustaba. El niño, que nunca se había dado cuenta de eso, cayó en la cuenta de que su madre, efectivamente, tenía muchas arrugas por la cara: la tenía quemada. Por eso, un día el niño le dijo a su madre: ‘-Mamá, eres muy fea’. A lo que la madre replicó: ‘-Sí, hijo, soy muy fea y tengo la cara quemada. Y esto es así, porque siendo tú muy pequeño se incendió tu habitación y yo entré a salvarte y me quemé la cara y parte de mi cuerpo’. Y le enseñó el pecho, la espalda y los brazos con quemaduras, que el niño no había visto nunca, ya que ella lo solía tener cubierto. Al ver aquello y al conocer que su madre se había vuelto fea y se había quemado por salvarlo a él, le dijo: ‘-Mamá, para mí eres la más bella del mundo’”. 3) Asimismo, se ha de decir que el sacrificio no es tanto dar algo que le pertenece a uno cuanto darse a sí mismo.
- Una vez dicho esto sobre el significado general del sacrificio, pasaremos al sacrificio de Cristo, según nos es mostrado en la Sagrada Escritura. Jesús ha hecho un sacrificio total de su persona por los hombres: 1) Él ha asumido la misma naturaleza humana que nosotros al nacer, ha padecido en la cruz y ha muerto por nosotros y por nuestros pecados. “Mi siervo salvará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos” (Is. 53, 11b). 2) Él ha hecho una donación total a todos los hombres. No nos ha dado cosas, sino que se ha dado Él mismo. 3) Con esta donación total, con este sacrificio que le ha hecho pasar por insultos, sentimientos de soledad y de traición, golpes, escupitajos, latigazos, horadación de pies y manos, sed y muerte en cruz…, Jesús nos ha manifestado el AMOR de Dios, la manera de luchar contra el pecado, el sentido del sufrimiento y de la muerte de los hombres y la esperanza a la que todos estamos llamados. Oigamos un testimonio de Julio Figar, O.P., que nos puede dar luz sobre el significado del sacrificio de Jesús: “Estaba andando solo y entré en una selva. Todo era muy oscuro. Iba solo y tenía miedo. Cada vez penetraba más adentro. Mi miedo y soledad iban aumentando. Al final de la selva vi una luz y encima de una montaña una cruz. Me acerqué y vi que Cristo estaba en la cruz. Junto a la cruz estaba María. María me dijo a la vez que me daba un papel: ‘Hijo, escribe en el papel las cosas que más te pesan y lo que más te hace sufrir’. Yo apunté allí mi miedo, mi soledad, mis pecados. Ella cogió el papel y lo puso al pie de la cruz. De Cristo cayeron unas gotas de sangre y cubrieron el papel. Hubo un terremoto, se abrió la tierra y se tragó el papel. María me miró y me dijo: ‘Ves hijo, mi Hijo ha muerto por esto. Ya no lo tienes que llevar’”.
- La Iglesia de Dios y los cristianos que la componemos estamos llamados a unirnos a este mismo sacrificio de Cristo. Unas veces este sacrificio será con nuestra propia sangre, como los mártires. Otras veces este sacrificio será espiritual. Así nos lo pedía San Pablo: “Os pido, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que os ofrezcáis como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Rm. 12, 1). Este “sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” debemos vivirlo en la vida ordinaria. Y en esta misma línea un texto muy antiguo exhortaba a los primeros cristianos a participar en la Misa habiendo confesado primero los pecados para que su sacrificio fuera puro; y todo aquel que estuviera peleado con algún hombre, debía primero reconciliarse con él y luego acudir a la Misa, “a fin de que no se profane vuestro sacrificio” (Didaché). ¿Os acordáis que hace unos domingos os hablaba de los “muertos vivientes” que todos tenemos? Pues, al terminar de celebrar la Misa de ese día y salir del templo, se me acercó una mujer y me dijo- “¡Qué razón tiene, señor cura, con eso de los “muertos vivientes”! Fíjese que yo tengo una vecina que no trago, porque me hizo una muy gorda… y no se la perdono. Nunca se la perdonaré”. ¡Qué trabajo nos cuesta morir a nosotros mismos y a nuestro amor propio! Éste es el sacrificio que Dios le pide a esta señora, para que su espíritu pueda ser santo, puro, agradable a Dios y tenga vida.
- El lugar por excelencia, donde los cristianos somos testigos privilegiados e incluso actores de este sacrificio de Cristo, está en la Eucaristía, en la Misa: 1) Cristo es el Cordero que va a ser sacrificado sobre el altar. Él no viene a la fuerza o con desconocimiento. Él sabe muy bien lo que le espera y a lo que viene. 2) Cristo es a la vez el sacerdote que ofrece ese Cordero a Dios para la salvación de todos los hombres, por el perdón de los pecados de todos los hombres. 3) Este sacrificio se hizo una sola vez, por eso hay una sola Eucaristía o Misa. Las Misas que ahora celebramos son re-presentación[1] de aquella única Misa, de aquel único sacrificio.
[1] Esto puede ser entendido en el sentido de que Cristo nos traslada a aquel Jueves Santo, a la Santa Cena.
¿CORTE DE ALAS?
.Si se demuestra que es este soplado especial al difusor lo que hace volar a los azules,apunta que deberán bajar rendimiento,o no y me explico.Viendo como actúan los redbull en calificación,arrasando y lo que hacen los domingos antes de salir me caben ciertas dudas.Qué casualidad que son los únicos de los de
delante de parrilla que nunca dan vueltas para calibrar los embragues para la salida.Siempre se han dicho que tenían el deposito muy pequeño, o no.Un matiz,el sistema de sobre-alimentación del motor que hace funcionar el invento tienen como desventaja el excesivo consumo de carburante,pero si vemos las salidas de los azules que en dos vueltas le sacan normalmente a los demás una media 3-4 seg que se mantiene a lo largo de la carrera, no sería lógico pensar que utilizasen también ese mapa motor durante algunas vueltas, luego lo quitaran y dejaran ese extra de gasolina en el deposito para cuando lo necesitan y por eso no lo malgastan dando 2/3 vueltas como hacen los demás?no es nada descabellado y si eso es así en que le afectará en Valencia la medida, pues en poco o en nada ya que la norma prohibe cambiar los mapas de motor,ojo pero no que el piloto no pueda hacerlo.Una centralita de un F1 deberá tener al menos 5 o 6 opciones de mapa motor que el piloto con botones en el volante pueda cambiar facilmente no incumplirian la norma.
Lo que es seguro es que en Silverstone veremos como el rendimiento caiga despues de prohibir tambien el soplado cuando se frena,ya se ven malas caras en el equipo y apuntan que eso sucederá.Tambien veremos a quienes afecta tambien el tema ya que muchos apuntan a que McLaren podra ser el segundo perjudicado,pero eso será otra historia.
San Antonio
13-6-2011 SAN ANTONIO
Este domingo tocaba la homilía de la Santísima Trinidad, pero voy a tener que acercarme a una de mis parroquias para celebrar a este santo y sobre él he preparado la homilía. Me pareció que podía interesaros y por eso la "cuelgo" en el blog y la mando.
Queridos hermanos:
San Antonio nació en Lisboa a finales del siglo XII. La infancia de Fernando Martins de Bulhôes (San Antonio) transcurrió en una familia normal de notable posición y haberes. Después de quince años trascurridos sin problemas en casa de sus padres, antes de la entrada entre los Canónigos Regulares de san Agustín el año 1209, afrontó un período de crisis, dudas, angustias y tentaciones, contra las cuales Fernando luchó valientemente, aunque no debería alargarse más de dos o tres años, después de los cuales, "despreciadas las diversiones del mundo", vistió el hábito de los Canónigos Regulares en San Vicente de Fora en Lisboa. En el monasterio, las visitas de parientes y amigos de juventud eran más frecuentes de lo necesario y perturbaban la vida y piedad cenobítica más de lo tolerable, por lo que a fines de 1210 o comienzos de 1211 se trasladó al monasterio de Santa Cruz de Coimbra, cuando contaba cerca de veinte años. De allí salió con una formación completa y bien asimilada que le permitió aprender tanto lo que era necesario en la evolución de su pensamiento y aspiraciones espirituales, como la preparación requerida para ser ordenado sacerdote; fue ordenado seguramente por el Obispo de Coimbra.
Fernando Martins decidió mudarse a los Frailes Menores (franciscanos) movido por el ejemplo de 5 franciscanos martirizados en Marruecos y traídos sus restos a Portugal y atraído por la vida evangélica que trataban de seguir aquellos frailes que pedían limosna. Su deseo de entregar la vida en el martirio y su propósito de ir a Marruecos, siguiendo el ejemplo de los frailes allí decapitados por anunciar a Cristo, le movieron a vestir el hábito franciscano y a cambiar su nombre. Desde entonces será conocido fray Antonio como fraile mendicante y misionero, pidiendo ser enviado de inmediato a tierras de Marruecos. A Marruecos marcha acompañado por otro fraile franciscano los primeros días de diciembre de 1220, y allí no encuentra el martirio, sino una enfermedad que le hace cambiar sus propósitos, ya que tiene que volver a embarcarse de regreso a Lisboa. La aceptación de la voluntad de Dios y de su propia vocación le reservaban aún otra sorpresa, porque la violentísima tempestad desatada al comenzar el viaje de vuelta juega con el barco hasta depositarlo en las costas de Sicilia, cerca de la ciudad de Mesina, donde se encontraba situado un "lugar" de los Frailes Menores en el que encuentra refugio y se repone de la enfermedad y de las inclemencias del tempestuoso viaje. En el convento franciscano de Mesina estaría un mes, hasta su marcha al Capítulo de Pentecostés de 1221. En otoño de 1222 se situaría el peculiar descubrimiento de sus dotes oratorias, su palabra breve y profunda, su memoria prodigiosa, capaz de ganarse la atención creciente y tocar el corazón de sus oyentes, cuando acudió a Forlí con el grupo de hermanos que tenían que recibir la ordenación sacerdotal, quizá en las témporas de septiembre de aquel 1222. Con motivo de dichas ordenaciones en que había predicado de forma tan sabia como arrebatadora, que sorprendió por la humildad con la que había mantenido escondida su instrucción, letras y profundidad de doctrina. Ese Capítulo sería también la ocasión para dar a conocer al insigne predicador san Antonio; al menos, le sacó de su silencio para dar comienzo a su actividad evangelizadora, pues fray Graciano, el provincial, le confirió el oficio de predicador. En los meses finales de 1224 san Antonio fue invitado a ir al sur de Francia, donde permanece hasta 1227 para predicar a los albigenses. Durante la Cuaresma de 1231 se dedicó con toda intensidad a la predicación, a la enseñanza y al sacramento de la penitencia con este fruto: "Reducía a la concordia fraterna a los enemistados; restituía la libertad a los encarcelados; hacía devolver lo robado con usura o violencia... Rescataba a las meretrices de su infamante trato; y mantenía alejados de poner la mano sobre lo ajeno a ladrones famosos por sus delitos. Y así, transcurridos felizmente los cuarenta días, fue grande la cosecha de mies, agradable a los ojos de Dios, que con su celo recolectó". Murió el 13 de junio de 1231. Tenía unos 40 años.
Antes de pasar un año, debido al fervor popular, el 30 de mayo de 1232, día de Pentecostés, fue proclamado santo y canonizado con toda solemnidad por el Papa Gregorio IX. San Antonio, conocido como hombre de Dios, predicador evangélico, teólogo, místico, empezó a ser conocido, después de su muerte y canonización, como el santo Taumaturgo cuyos portentosos milagros cantan los pueblos y las devociones populares tradicionales que le hacen ser "el Santo de todo el mundo", según feliz expresión del Papa León XIII.
MILAGROS
La acémila (la mula)
En la región de Toulouse el beato Antonio, en una disputa pública contra un hereje prepotente que negaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía, cuando casi lo había convencido y acercado a la fe católica, el hereje, no convencido dijo: "Dejémonos de charlas y pasemos a los hechos. Si tú, Antonio, consigues probar con un milagro que en la Comunión de los creyentes, está el verdadero cuerpo de Cristo, yo abjuraré de toda herejía, y me someteré a la fe católica". El siervo del Señor con gran fe le respondió: "Confío en mi salvador Jesucristo que, para tu conversión y la de los demás, me concederá su misericordia por lo que pides". Se levantó entonces el hereje e, invitando con la mano a que todos callasen, habló: "tendré encerrada a mi acémila durante tres días y le haré padecer hambre. Pasados los tres días, la sacaré en medio de la gente, y le mostraré el forraje. Tú mientras tanto te pondrás delante con lo que afirmas que es el cuerpo de Cristo. Si el animal hambriento, no va hacia el forraje, y corre para adorar a su Dios, creeré sinceramente en la fe de la Iglesia". En seguida el padre santo dio su aprobación. Llegado el día establecido para el desafío, la gente acudió desde todas partes y llenó la plaza. Estaba presente el siervo de Cristo, Antonio, rodeado por una gran multitud de fieles. Estaba también el hereje, con todos sus cómplices. Antonio se detuvo en una capilla que había allí cerca para con gran devoción celebrar el ritual de la Misa. Una vez acabado salió hacia el pueblo que estaba esperando, llevando con gran reverencia el cuerpo del Señor. La mula hambrienta fue llevada fuera del establo y se le mostraron alimentos apetitosos. Finalmente, imponiendo el silencio, el hombre de Dios con mucha fe ordenó al animal: "En virtud y en nombre del Creador, que yo, por indigno que sea, tengo de verdad entre mis manos, te digo oh animal, y te ordeno que te acerques rápidamente con humildad y le presentes la debida veneración, para que los malvados herejes comprendan de este gesto claramente que todas las criaturas están sujetas a su Creador, tenido entre las manos por la dignidad sacerdotal en el altar". El siervo de Dios ni siquiera había acabado estas palabras, cuando el animal, dejando a un lado el forraje, inclinándose y bajando la cabeza, se acercó arrodillándose delante del sacramento del cuerpo de Cristo. Una gran alegría contagió a los fieles y católicos, tristeza y humillación a los herejes y a los no creyentes. Dios fue loado y bendecido, la fe católica exaltada y enaltecida. El mencionado hereje, abjuró de su doctrina en presencia de toda la gente, y a partir de aquel momento prestó leal obediencia a los preceptos de la santa Iglesia.
El pie reinjertado
Un maravilloso milagro fue causado por una confesión. Un hombre de Padua, llamado Leonardo, refirió una vez al hombre de Dios, entre otros pecados de los cuales se había acusado, que había dado una patada a su madre, con tal violencia que la había hecho caer por el suelo de forma terrible. El beato padre Antonio, que detestaba ferozmente todas las maldades comentó: "El pie que golpea a la madre o al padre, merecería ser cortado al instante". Aquel hombre, no habiendo entendido el sentido de la frase, lleno de remordimiento por la falta cometida y por las duras palabras del Santo, al volver a casa no dudó en cortarse el pie. La noticia de un castigo tan cruel se difundió en un abrir y cerrar de ojos por toda la ciudad, y llegó hasta oídos del siervo de Dios. Antonio se dirigió a toda prisa a casa de éste y, después de una angustiada devota oración, unió a la pierna el pie cortado, haciendo la señal de la Cruz. En cuanto el Santo acercó el pie a la pierna haciendo la señal de la Cruz, pasando por encima de la pierna dulcemente sus sagradas manos, el pie de aquel hombre quedó unido a la pierna tan rápidamente que éste se levantó alegre y sano, y se puso a caminar y a saltar, loando al Señor y dando gracias infinitas al beato Antonio, que de forma admirable lo había curado.
La visión
Una vez en que el beato Antonio se encontraba en una ciudad para predicar, fue hospedado por una persona del lugar. Éste le asignó una habitación separada, para que pudiera entregarse tranquilo al estudio y a la contemplación. Mientras Antonio rezaba en la habitación, el propietario multiplicaba sus idas y venidas por su casa y observaba con atención y devoción la habitación donde rezaba San Antonio solo, ojeando a escondidas a través de una ventana, vio entre los brazos del beato Antonio a un niño hermoso y alegre. El Santo lo abrazaba y lo besaba, contemplando su rostro incesantemente. Aquel hombre, asombrado y extasiado por la belleza del niño, pensaba por sus adentros de dónde habría venido un niño tan gracioso. Aquel niño era el Señor Jesús. Y fue el mismo Niño Jesús quien reveló al beato Antonio que el huésped los estaba observando. Después de una larga oración, acabada la visión, el Santo llamó al propietario y le prohibió que revelara a nadie, mientras él viviera, lo que había visto.
El corazón del avaro
En Toscana, región de Italia, se estaban celebrando solemnemente las exequias de un hombre muy rico. Al funeral estaba presente San Antonio, que, movido por una inspiración impetuosa, se puso a gritar que el muerto no tenía que ser enterrado en un sitio consagrado, sino a lo largo de las murallas de la ciudad, como un perro. Y esto porque su alma estaba condenada al infierno, y aquel cadáver no tenía corazón, como había dicho el Señor según el santo evangelista Lucas: Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Ante esta exhortación, como es natural, todos se quedaron estupefactos, y tuvo lugar un encendido cambio de opiniones. Al final se abrió el pecho del difunto. Y no se encontró su corazón que, según las predicciones del Santo, fue encontrado en la caja fuerte donde conservaba su dinero. Por dicho motivo, la ciudadanía alabó con entusiasmo a Dios y a su Santo. Y aquel muerto no fue enterrado en el mausoleo que se le había preparado, sino llevado como un asno a la muralla y allí enterrado.
El recién nacido que habla
Una mujer en Ferrara fue salvada de una terrible sospecha. El Santo reconcilió a la consorte con el marido, una persona importante de la ciudad. Hizo un verdadero milagro, al hacer hablar a un recién nacido, que tenía pocos días de vida, y que contestó a la pregunta que le había hecho el hombre de Dios. Aquel hombre estaba tan furioso a causa de los infundados celos hacia su mujer, que ni siquiera quiso tocar al niño que acababa de nacer algunos días antes, convencido de que era fruto de un adulterio de la mujer. San Antonio cogió el recién nacido en brazos y le habló: "Te suplico en nombre de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nacido de María Virgen, que me digas en voz clara, para que todos puedan oírlo, quién es tu padre". Y el niño, sin balbucear como hacen los niños pequeños, sino con una voz clara y comprensible como si fuera un chiquillo de diez años, fijando los ojos en su padre, ya que no podía mover las manos, ligadas al cuerpo con las fajas, dijo: "¡Éste es mi padre!" Se giró hacia el hombre, y el Santo añadió: "Toma a tu hijo y ama a tu mujer, que está atemorizada y se merece toda tu admiración".
El sermón a los peces
Una vez en que algunos herejes, cerca de Padua, despreciaban y se burlaban de sus sermones, el Santo se dirigió a la orilla de un río, que corría por allí cerca, y dijo a los herejes para que toda la multitud lo oyera: "A partir del momento en que vosotros demostráis ser indignos de la palabra de Dios, aquí estoy, dirigiéndome a los peces, para confundir más abiertamente vuestra incredulidad". Y con fervor de espíritu empezó a predicar a los peces, enumerándoles todos los dones concedidos por Dios: cómo los había creado, cómo les había asignado la pureza de las aguas y cuánta libertad les había concedido, y cómo los alimentaba sin que tuvieran que trabajar. Mientras hablaba los peces empezaron a unirse y a acercarse a él, elevando sobre la superficie del agua la parte superior de su cuerpo y mirándolo atentamente, con la boca abierta. Mientras el Santo les habló, lo estuvieron escuchando muy atentos, como si fueran seres dotados de razón. No se alejaron del lugar hasta que recibieron su bendición.