THE SOUND OF SILENCE 2.0




Sí, lo reconozco, en muchos aspectos soy un tipo algo raro. No me gustan las golosinas y eso sorprende a mucha gente cuando ve mi barriguita, pero dejando a un lado mis rarezas creo que puedo incluirme dentro de los cánones de normalidad, eso sí, me gusta el jamón y los langostinos pero en casita que en los bares están muy caros. 
Donde sí me siento muy cómodo es cuando estoy rodeado de tranquilidad. Soy una persona que tiene mucha facilidad para relacionarse con los demás pero suelo preferir estar solito, escribiendo con mi musiquita, meditando y sobre todo con mi pelirroja surcando los caminos de dios. Eso momentos de relax no los encuentro siempre, tengo dos pequeños leones en casa que me lo impiden y el trabajo tiene lo que tiene. El silencio es uno de los vienes que más deseo y disfruto. Haber vivido durante unos años en una gran ciudad como es Granada junto a una de sus principales avenidas me producía estrés debido al continuo y persistente ruido producido por el tránsito de coches a todas horas. Menos mal que  lo podía combatir yéndome de fiesta, es lo que tiene la vida de estudiante. De toda mi etapa granaína el ruido es lo único que no echo de menos. Desde luego tengo motivos. Acostumbrado desde pequeño a vivir en un barrio humilde pero alejado del centro urbano donde el estruendo era más bien escaso, salvo la vecina de turno que llamaba a su hija al estilo Omaita de los Morancos.
Llegados a este punto, me estoy imaginando la cara de todos ustedes pensando ¿A dónde quiere llegar este tío hoy? Vale, lo sé pero os tenía que poner en antecedentes. Después de todo este rollo que no le interesa a nadie quiero  entrar a valorar un aspecto que todo el mundo viene criticando desde hace unas semanas pero que se ha agudizado tras la disputa del Gp de Australia, el sonido de los nuevos F1.
Antes de nada, como habréis podido intuir yo soy uno de los partidarios de que el sonido de los coches se mantenga como están. Se que esto me acarreará más de una crítica pero cada uno es como es y lo dicho, en algunos aspecto soy muy rarito.
Muchas han sido las quejas sobre el sonido (o más bien la ausencia del mismo) de los nuevos motores V6 Turbo. Quizás la voz más autorizada haya sido la de Bernie Ecclestone que pedía abiertamente que se estudiara la forma de devolver parte del encanto a la Fórmula 1 pidiendo a los fabricantes y escuderías que hagan que los actuales motores V6 “suenen como coches de carreras”. Las quejas no se quedaron ahí, el organizador del evento, el Presidente de AGPC (Australian Grand Prix Corporation), Ron Walker, ha manifestado que “no estaba demasiado contento con el sonido” y va más allá acusando a la FIA de que la actual F1 “incumple claramente el contrato”.
La lista sigue y sigue, podría hacer dos artículos pero no tiene sentido continuar. A mi parecer, esta discusión es estéril. Laura lo dijo claramente "es una estupidez  pedir que se modifique los motores para que hagan más ruido y considera el debate absurdo ya que es algo que no se puede cambiar, sin turbo no hay monoplazas híbridos"
Muchos pueden considerar bonito el sonido que producían los F1, lo entiendo. A mi me gusta, lo confieso pero con un matiz, cuando están bien lejos. Llagar al circuito y poder escuchar desde el aparcamiento el atronador sonido te pone los pelos de punta, no lo voy a negar pero a los F1 le sucede lo mismo que a los malos perfumes, mejor cuanto más lejos. Acostumbrado a escuchar a unos dos metros escasos  un F1 de los de antes, sean los añorados V10 como estos  últimos V8,  para ser sincero, muy agradable no es que sea. Quién se atreva a permanecer tan cerca durante mucho tiempo sin cascos, tapones, algodones en los oídos o unos simples deditos al estilo señor Vettel terminará en el hospital con los tímpanos perforados.
Y como muestra un ejemplo. Voy a poner el famoso vídeo que está rulando en la red con la comparación de los sonidos.


Todo el mundo se queda sorprendido cuando escucha la comparación. La diferencia es importante pero cuando uno se fija solo en un aspecto no se perciben otros detalles que tienen gran importancia. Quiero proponeros un juego que me encantaba cuando era pequeño. Vamos a jugar a encontrar las diferencias. En este caso son siete los cambios entre el vídeo de hace un año y éste. Venga, os doy otra oportunidad de verlo para que las encontréis.
Tic, tac, tic, tac. Se acabó el tiempo. ¿Las habéis encontrado? Claro que sí, era muy fácil, eran los siete aficionados que usaban cascos para evitar el ruido. Dejando a un lado la ironía queda claro que si el sonido de los anteriores coches era tan bonito no entiendo como la gente se ponía cascos para no oírlos.
Las vueltas que da la vida. Es curioso que mi primera experiencia laboral se uniera para siempre con mi primer contacto con la F1. Fue en 1986. En aquella época todo este mundo de los coches de competición  no me atraía nada de nada pero tuve la fortuna de trabajar en el circuito vendiendo bebidas en uno de los kioscos repartidos por el trazado.  Pude ver a mi futuro  ídolo Ayrton Senna pelear mano a mano con Mansell, Piquet. Casi nada. Tuve poco tiempo para disfrutar, el curro no me permitió, pero hay una cosa que nunca olvidaré nunca. En un momento dado se agotó la bebida y tuvimos que ir al almacén que estaba situado detrás de la grada de meta. Cuando estaba cargado varias cajas con latas se inició la carrera. No podía taparme los oídos. Creo que a veces tengo pesadillas con eso y aseguraría que el pitido que se me quedó aún perdura. !Estos andaluces, qué exagerados son!
Es posible que el abuelito Bernie no tenga esos problemas, es lo que tiene la edad. La sordera no perdona a casi nadie por mucho dinero que se tenga. También es comprensible que el excesivo ruido que produce los coches moleste menos cuando uno está metido en esos esplendidos salones Vip tan bien agasajados, climatizados y parcialmente insonorizados que suele visitar. Lo mismo podría decir de los que pone la pasta fresca para organizar la carrera australiana. Así cualquiera.
A mi parecer, todo esto se está desbordando un poco ya que son pocos los que conocen bien lo que estoy diciendo. Generalmente se confunde el personal con estas cosas y quieren comparar el sonido que emite un motor de este tipo en directo con lo que escuchan por la tele o en internet. No sé cuántos amigos del blog ha presenciado una carrera de F1 en un circuito. No creo que sean muchos. Las oportunidades son pocas. Normalmente un Gp por país y año, son muy caras y viendo las gradas como andan en cada Gp no creo que supere el 2% de los amigos que me siguen. Ellos sabrán realmente lo que estoy diciendo. Los que no han tenido esa fortuna les mostraré claramente la diferencia del sonido que escuchamos en la Tv y en la vida real.
Veamos unos ejemplos. Voy a hacer una comparación y lo entenderéis muy rápido. 20 dB es el nivel de ruido del vuelo de un mosquito a 2m, 45 dB es el ruido máximo para estancias de viviendas y hospitales. Entre 50 dB y 70 dB es incómodo tener una conversación y si llegamos  a los 90-110 dB  llegamos al punto  donde nos resulta insoportable. Pues bien, el ruido producido por el añorado motor V10 produce 160 decibelios, es decir, más ruido del que hace un avión a reacción a 10 metros de distancia y por encima del umbral doloroso de audición que es de 130dB. Los V8 no se quedaron atrás. Eran más silenciosos, pero llegaban a los 130dB. Una dosis prolongada a estos niveles produce daños irreparables. ¿Y la gente se queja?


Sinceramente, no entiendo las quejas. Yo compararía el sonido de un motor de F1 con el llanto desesperado de un bebé recién nacido. Los que somos papás lo sabremos mejor que nadie. La primera vez suena a música celestial, la segunda como un ángel del cielo, la tercera vez empiezas a pensar, pues sí que aguanta el niño. Cuando llevas dos horas así solo hay un pensamiento en tu cabeza, cuándo se callará este puñetero niño. Se que una audición ocasional puede gustar. Os aseguro que impresiona ver pasar a un F1 pero aguantar 22 coches en pista, uno detrás de otro, a todo gas durante dos horas, no hay nadie que lo soporte si no utiliza algún medio para mitigarlo. Los habrá, no lo niego, pero sarna con gusto no pica pero todo el mundo no es así. Imaginaros las sensaciones que vive un buen amigo que vive a 200m escasos de la pista y tiene que soportar cuatro días de test, ocho horas cada día con ese ruido punzante y para colmo sin gustarte las carreras de coches. Ya os digo, un martirio chino.

Ya lo he contado en muchas ocasiones, pero lo hago de nuevo. Desde mi casa, que está situada a 5 km del circuito se escuchaban los F1 cuando estaban rodando. Este año esperé y esperé. ¿Será que sopla poniente? No se escuchan, qué raro. Reconozco que fue una decepción para mi cunado llegue al trazado. Si no escucho los coches desde el aparcamiento, cómo los voy a oír desde casa. Una vez pasado el trauma inicial llegó la alegría. Una de las cosas que más agradecí fue la agradable sensación de comodidad. Poder estar en la grada, conversar, escuchar cosas que antes no podías.
Seguramente en el término medio esté la virtud. Una bajada del ruido en torno al 15% no es tanto pero sí produce sensaciones bien distintas. Estamos hablando que los V6 turbo rondan los 100 dB en aceleración. La diferencia es que cuando no aceleran pueden rondar los 60 dB frente a los 100 dB de los V8. Es verdad, suena muy diferente a los antiguos y queda muy reciente el sonido del anterior. Como decía Allison, “Todos tenemos en la cabeza el sonido verdadero de la F1 asociado a los V8 y los V10. Y estos creo que llegaremos a asociarlos de nuevo”
Señores, hay que centrarse en los aspectos que realmente importan. Yo quiero ver espectáculo, adelantamientos, estrategias, velocidad cada vez que salgan los coches a la pista. Eso es realmente lo importante, el resto es secundario. Ya tendremos tiempo para ir adaptándonos, es cuestión de aprendizaje. Dentro de un año nadie se acordará de toda esta historia. En un mundo donde la contaminación debe de ser combatida si queremos dejar un legado digno a nuestros hijos no vendría mal que pusiéramos nuestro granito de arena. La polución, los gases de efecto invernadero, los vertidos incontrolados a los ríos y mares deben de ser controlados con firmeza pero no son los únicos puntos en los que hay que intervenir. Luchar por una vida libre de ruidos nocivos nos permitirá disfrutar más y mejor de todo lo que nos rodea, pero eso será otra historia.   
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Domingo III de Cuaresma (A)



23-3-14                                  DOMINGO III CUARESMA (A)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Vamos hoy con la segunda y última parte del examen de conciencia, que estamos haciendo en Cuaresma como preparación para el Triduo Pascual:
            ¿He sido egoísta en el trato con los demás preocupándome tan solo de lo que me venía bien a mí, pasando o dejando de lado las necesidades de los otros? ¿Soy de los que cojo el mando de la TV y no lo suelto en modo alguno, y todo el mundo tiene que ver el programa que a mí me gusta? ¿Al sentarme en el coche o en casa escojo el mejor puesto… sin pensar en los otros? ¿Pienso en los otros, en lo que les gusta a los otros, en lo que les viene bien a los otros, o nada más me veo a mí mismo y mis apetencias y mis necesidades?
            ¿He faltado a la pobreza cristiana con gastos superfluos en cosas que no son del todo necesarias (ropas, tabaco, cafés, revistas, consumiciones, CD, bisutería, viajes, etc.)? ¿Compro cosas baratas que no necesito o que ya poseo más que suficientemente? Al comprar pregunto a mi gusto, a los demás… ¿y a Dios? Porque El tendrá algo que decir, sobre todo si me confieso cristiano y deseo que su Voluntad se cumpla en mí. Un cristiano no puede caer en el consumismo igual que otra persona que le dé igual vivir en su Santa Voluntad o no. ¿Tengo codicia y ansío poseer cosas materiales? ¿Doy limos­nas a la Iglesia o a ONGs o a familias necesitadas (es bueno aquí comparar cuánto gasto para mí al mes y cuánto doy en limosnas para los demás al mes; se verá que la diferencia es mucha)? La limosna es lo que yo llamo el dinero de Dios. Es suyo y yo he de administrarlo según su Voluntad y no según mi capricho. El dinero de la limosna nunca puede quedarse en mi bolsillo. Si no lo doy yo directamente, entonces debo de buscar a organizaciones o personas que busquen donde entregarlo y que conocen mejor que yo diversas necesidades de otros hombres. ¿Tengo mi corazón pegado a cosas mías (coche, ropa, objetos), personas, opiniones, mi físico, etc.? Para entender la pobreza cristiana se ha de partir de que sólo Dios es nuestra riqueza, porque es lo totalmente Absoluto, lo demás es relativo (Mt. 10, 37). ¿He robado, es decir, me ha apropiado de cosas que no son mías? Me apropio de cosas que no son mías, robo, cuando en el hospital en el que trabajo cojo tiritas, esparadrapos, tijeras... y lo llevo para mi casa o para mis familiares. Robo cuando en el colegio donde trabajo cojo hojas, bolígrafos... y los llevo para mi casa. Robo en el trabajo llegando tarde y saliendo temprano. Robo en el trabajo al no pagar lo justo y debido a mis empleados y no reconocerles sus derechos. El hecho de que lo hagan los demás no quiere decir que está justificado que lo haga yo. También robo si no dedico el tiempo y las cualidades que Dios me da en el servicio de los demás; o cuando le robo su gloria y me apropio de lo que es de Él: “No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni el rico en su riqueza, ni el soldado en su fuerza. El que se gloríe que se gloríe en el Señor” (Jr. 9, 22-23).
            ¿He sido desobediente en mi casa, con mi familia, con Dios, con la Iglesia, con mi director espiritual, con las normas de tráfico, con las cosas que me piden muchas veces por favor; y soy más bien de los que siempre hace lo que les da "la realísima gana"? La obediencia no es simplemente hacer sin más lo que me digan o me pidan, también hay que mirar el modo y las maneras en que lo hago. Por ejemplo, si realizo las cosas que se me piden pero con protestas, interiores o exteriores, entonces no estoy obedeciendo. Yo nunca he visto ni he leído que, cuando Dios Padre indicó a su Hijo que fura a la Cruz, por el perdón de los pecados de los hombres, Jesús obedeciera pero diciendo: “¡Vaya, hombre! ¡Siempre me toca a mí!” ¿A quién tengo que obedecer yo? Pues en primer lugar a Dios, a mis padres, a mis hijos, a mi marido, a mi mujer...
            ¿He faltado a la castidad con pensamientos, deseos, miradas, actos impuros (solo o acompañado); he respetado mi cuerpo y el de los demás por ser Templo del Espíritu de Dios, me he mantenido alejado de aquello que me tentara en este punto como TV, revis­tas, conversaciones, etc.?
¿He tenido el pecado de la vanidad de tal manera que estoy demasiado pendiente de mi aspecto físico, de la moda, y al final soy un esclavo de ello? Hay personas que son incapaces de salir desconjuntadas de casa o de no salir a la calle con prendas que no son de marca. Hay personas que visten o se acicalan de una determinada manera, pero no por convencimiento o gusto propio, sino por obtener el parabién de la gente con la que están.
            ¿He tenido soberbiaal considerarme superior a otros, al considerarme inferior y esto me hacía sufrir, puesto que no me acepto tal y como soy? ¿Me ando siempre quejando de la sociedad, de los demás, de mí mismo? ¿"Engordo" cuando los demás hablan bien de mí, y me entretengo después pensando y "repensando" lo que se dijo bueno de mí? ¿Me enfada el que los demás hablen mal de mí, sea mentira o verdad, y "despo­trico" contra ellos y busco rápidamente el justificarme? ¿Me cuesta admitir mis errores? ¿Me cuesta pedir perdón? ¿Hablo de mí mismo (mal o bien) con frecuencia, me pregunten o no? ¿Hago o dejo de hacer cosas, digo o dejo de decir cosas por el qué dirá la gente, de tal manera que soy un esclavo de lo que piensen los demás? Veamos algunos de los frutos de la soberbia: En las relaciones con el prójimo, el amor propio y la soberbia nos hace susceptibles, inflexibles, impacientes, exagerados en la afirmación del propio yo y de los propios derechos, fríos, indiferentes, injustos en nuestros juicios y en nuestras palabras. Nos deleita en hablar de las propias acciones, de las luces y experiencias interiores, de las dificultades, de los sufrimientos, aun sin necesidad de hacerlo. En las prácticas de piedad nos complace en mirar a los demás, observarlos y juzgarlos; nos inclinamos a compararnos y a creernos mejor que ellos, a verles defectos solamente y negarles las buenas cualidades, a atribuirles deseos e intenciones poco nobles, llegando incluso a desearles el mal. El amor propio y la soberbia hacen que nos sintamos ofendidos cuando somos humillados, insultados o postergados, o no nos vemos considerados, estimados y obsequiados como esperábamos.
            ¿He faltado en el amor al prójimohacia los enfermos, ancia­nos, familiares, marginados, etc.? ¿Tengo verdadera preocupación por las necesidades materiales, morales y espirituales de las personas que me rodean, de la gente que vive en Asturias, en España, en Europa, en el mundo? ¿Considero a las demás personas como hermanos míos al ser hijos todos del mismo Padre?
            ¿He tenido falta de confianza en Dios buscando yo siempre el encontrar solución a todo y rápida; y cuando no salía tal y como era mi deseo me enfadaba con Dios o me descorazonaba con El? No tengo confianza en Dios cuando las cosas positivas o negativas que me suceden me afectan sobremanera. No quiere decir con esto que tengamos que ser insensibles a las circunstancias que acontecen a nuestro alrededor, pero sí es cierto que nuestra seguridad total está en Dios y no tanto en que las cosas me salgan bien o mal.
            ¿He dejado mis oraciones de lado, o las he hecho con rutina y sequedad? ¿He sido fiel a lo que el Señor me iba mostrando o pidiendo en ellas?
            ¿He faltado a la Misa de los domingos, o he asistido a ella con rutina, falta de fervor, de mala gana y distracciones?
            ¿He realizado alguna lectura espiritual para alimentar mi ser y abrirme a otras experiencias y a otros horizontes que puedan acercarme más a Dios?
            Se podían sacar muchas más cosas, pero de momento yo creo que con esto vale para tener una guía más o menos exhaustiva.

EL INTERCAMBIADOR DE FERRARI


De los misterios de la refrigeración al intercambiador de Ferrari

Uno de los elementos que más llamó la atención desde que vio la luz el F14T fue el reducido tamaño de sus pontones de refrigeración. Se empezó a especular sobre las causas. Al principio se especuló que podía ser debido a que su unidad de potencia necesitaba menos recursos en ese sentido al ser más eficiente aunque posteriormente se descubrió que Ferrari estaba utilizando un "revolucionario" sistema de refrigeración, los intercambiadores. En siguiente artículo publicado en Car And Driver The F1.com hago un repaso general a todos los sistemas de refrigeración usados en la F1 y entro a analizar que tiene de especial dicha pieza. Espero os guste, pero eso será otra historia.
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