Domingo VI Tiempo Ordinario (C)

11-2-2007 DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO (C)
Jr. 17, 5-8; Slm. 1; 1ª Cor. 15, 12.16-20; Lc. 6, 17.20-26
Queridos hermanos:
- Celebramos hoy la Campaña de Manos Unidas, o más conocida como Campaña contra el Hambre. El lema de este año 2007 es el siguiente: “Sabes leer, ellos no. Podemos cambiarlo”. D. Carlos, nuestro Arzobispo, en su carta para esta Campaña nos da una serie de datos y de ideas muy interesantes:
*Hay más de 121 millones de niños en el mundo en edad de asistir a la escuela primaria y no lo hacen. De esta manera se quedan sin poder ejercitar ese derecho humano, como es la capacidad de ofertar a toda persona la orientación que desea dar a su vida en un futuro. ¡Qué importancia tiene saber leer, saber interpretar todo lo que existe y nos afecta cotidianamente! ¡Qué fuerza de transformación de la persona tiene el enterarse de lo que otros nos quieren comunicar a través de la palabra escrita! Cuando sabemos interpretar, cuando podemos comunicarnos, entonces adquirimos unos medios con los que somos capaces de transformar la sociedad y hacer un mundo más humano. Un dato que nos puede ayudar a reflexionar sobre la importancia de la educación es el gasto invertido por los países industrializados en cada niño, que asciende a 7.372 dólares; mientras que en África Subsahariana, por ejemplo, se invierten solamente 38 dólares por niño y año.
*Todos los niños y niñas deben tener el acceso a un bien tan esencial como es la enseñanza primaria. Todos los seres humanos han de saber leer, que no es solamente un aprendizaje mecánico, sino que conlleva saber interpretar la realidad circundante que afecta a la entera existencia. Precisamente por esto no debemos separar leer de educar. La educación es reconocimiento de la libertad, afirmación del diálogo y despliegue de valores personales y sociales. No hay libertad auténtica sin afirmación de la responsabilidad, de tal manera que ambas son inseparables.
*El Papa Pablo VI daba tal importancia a esto que nos decía: «La educación básica es el primer objetivo de un plan de desarrollo. Porque el hambre de cultura no es menos deprimente que el hambre de alimentos…Saber leer y escribir, adquirir una formación profesional, es tanto como volver a encontrar la confianza en sí mismo, y la convicción de que se puede progresar personalmente junto con los otros…la alfabetización es para el hombre un factor primordial de integración social y de enriquecimiento personal, mientras para la sociedad es un instrumento privilegiado de progreso económico y de desarrollo. La educación convierte a los hombres en artífices del desarrollo, por el hecho de que les capacita para ser protagonistas del desarrollo propio y de los demás» (Populorum progressio, 35).
El viernes estuve dando una charla en Turón. Hay allí una comunidad de religiosas Dominicas que trabajan con los vecinos de aquellos lugares. Una de las religiosas me cuenta cómo está enseñando a leer a dos mujeres adultas, las cuales tienen más aplicación e interés que toda una clase de 23 chavales de cualquiera de los colegios o institutos. Son personas que han sufrido mucho en la vida, que se ven inferiores a los demás, que llevan con vergüenza y procuran ocultar su analfabetismo, que están indefensas ante un periódico, ante unos carteles publicitarios, ante unos papeles oficiales del ayuntamiento, de la Seguridad Social…, ante los trámites bancarios. ¡Qué vergüenza deben pasar cuando han de firmar con una “X”! Ahora se han encontrado con una religiosa que les dedica tiempo, cariño, que les escucha, que les enseña, que no se ríe de ellas… Una de ellas ya puede firmar, leer un poco y escribir un poco. Y la autoestima de estas mujeres está creciendo. Ya son un poco independientes y autónomas. ¿Qué hubiera sido de la vida de estas dos mujeres y de tantas otras personas, si hubieran sabido leer y escribir, si hubieran tenido un poco de conocimientos?
Pues hoy Manos Unidas nos quiere llamar la atención sobre estas necesidades básicas: la de la educación, la del saber leer y escribir, la de la escolarización, de la de poder tener las herramientas para comunicarse, para transformar mi vida y la vida de mi entorno…
Como dice el lema de este año: “Podemos cambiarlo.” Hoy se nos pide nuestro esfuerzo económico. En el año pasado los fieles asistentes a las Misas de la Catedral aportaron para la campaña de Manos Unidas la cantidad de 2624 €.
A mí no me cabe duda que, cuando Jesús dice en el evangelio de hoy: “Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis”, se refiere en muchos casos a todos aquellos que son pobres en la educación y… que no saben leer, a todos aquellos que tienen hambre de saber y… no tienen medios, a todos aquellos que lloran por otra vida más justa y con más oportunidades y… no pueden alcanzarla. Pues bien, a todos ellos Jesús les dice que un día será suyo el Reino de su Padre, que un día quedarán saciados y que un día reirán. Pero Jesús nos pide a los cristianos nuestra ayuda para que esto sea verdad y nos dice: “Podemos cambiarlo.”
- La segunda y última idea que quería predica hoy se refiere a la segunda lectura que acabamos de escuchar. Esta es una de las verdades de fe que más cuesta aceptar y creer a muchas personas: la resurrección de los muertos. A muchas personas les cuesta creer que, después de esta vida, hay algo más. Pero, igualmente, a mucha gente le cuesta el pensar que después de esta vida no hay nada. Un ateo italiano decía: “Si mi destino es cerrar los ojos sin haber sabido de dónde vengo, a dónde voy y qué he venido a hacer aquí, más me valía no haberlos abierto nunca.”
S. Pablo proclama con toda la fuerza: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.” Hemos luchar en esta vida y hemos de luchar por esta vida, pero… sabiendo que nuestra vida no se acaba aquí. Otra vida mejor nos espera tras la muerte, porque nos espera el mismo Dios.
La resurrección, la Vida después de esta vida no es algo para entender, sino para aceptar o rechazar. Desde la fe, nos queda en abandonarnos en los brazos amorosos de Dios, como hizo S. Pablo: "Ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo, para ser Señor de vivos y muertos" (Rm. 14, 7-9).