Domingo III de Pascua (B)

26-4-2009 DOMINGO III DE PASCUA (B)
Hch. 3, 13-15.17-19; Sal. 4; 1 Jn. 2, 1-5; Lc. 24, 35-48
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Queridos hermanos:
Quisiera hoy, domingo III de Pascua de Resurrección, predicaros sobre la ESPERANZA.
- El domingo pasado, por la noche, moría repentinamente una prima mía de 37 años. Deja marido, un niño de 9 años y otro de 3 meses, al que estaba dando el pecho. Fue y es algo muy duro. Al conocer la noticia me quedé completamente anonadado. Fue como un mazazo y llevo desde ese momento un gran peso encima. Enseguida me acordé de su familia: de sus hijos, de su marido, de su madre viuda (mi tía), de sus hermanos… ¡Qué vacío tan grande queda ahora en ese hogar con el fallecimiento de mi prima!
Desde que me enteré del fallecimiento de mi prima levanté la mirada y el espíritu hacia Dios y le he preguntado: “¿Por qué, Señor? ¿Qué sentido tiene esta muerte?” Enseguida han venido a mi espíritu trozos del evangelio: Una palabra de Dios que ha venido a mi espíritu es aquella que dice “estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Sí, estamos en una época de muchos avances técnicos y científicos. Hace muy poco se nos decía que habían salido unas pastillas con una sustancia extraída del vino que puede rejuvenecernos, pero la muerte nos está alcanzando antes o después. Somos hijos de la vida y somos hijos de la muerte. Creemos que tenemos algo o que somos algo, y un acontecimiento como éste nos dice que en cualquier momento podemos pasar de la vida a la muerte. Pero, ¿cómo podemos prepararnos para un hecho así? Pienso que vivimos demasiado materialmente, y que dejamos poco espacio en nuestra vida para lo espiritual. Vivir lo espiritual significa tener más tiempo para Dios, y no me refiero simplemente para rezar, sino para orar. Orar significa hablar con Dios, y sobre todo escuchar a Dios. Vivir lo espiritual significa dejar que Dios entre más en mi vida con la lectura y la meditación asidua de su Palabra. Y todo esto ¿para qué sirve? No sirve para nada y sirve para todo. No nos da nada físico o material, pero nos aporta más paz y equilibrio personal, nos da una mayor serenidad y comprensión a la hora de relacionarnos con los demás, y nos da una luz nueva ante los éxitos de la vida y ante los sufrimientos de la misma. Sí, científicamente está demostrado que las personas que tienen fe en Dios, cualquier tipo de religión, estas personas asumen mejor las dificultades de la vida.
También recordé otra Palabra del Señor, por ejemplo, cuando San Pedro le dijo a Jesús “¿a dónde vamos a ir, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?” Sí, ante el fallecimiento de nuestros seres queridos podemos encerrarnos en el dolor o renegar de esta vida o de Dios, pero no me parece que esto sea bueno. Por eso mi espíritu se vuelve una y otra vez hacia Dios, pues entre sus brazos encuentro consuelo y comprensión. Hoy quisiera decir a mi tía, al marido de mi prima, a mis primos, hermanos de mi prima difunta, y a todos vosotros que nos volquemos en Dios para que sea El quien enjugue nuestras lágrimas y nos ayude a caminar en esta vida.
- Para predicaros sobre la esperanza en el día de hoy me acordé del libro de un obispo vietnamita, que fue prisionero en su país desde 1975. El pasó muchos años en diversas cárceles y, entre otras cosas, narra lo siguiente: Que fue trasladado a un campo de reeducación “en medio de otros prisioneros tristes y enfermos, en las montañas. Sobre todo, la larga tribulación de 9 años en aislamiento, solo con dos guardias, una tortura mental, en el vacío absoluto, sin trabajo, caminando en la celda desde la mañana hasta las 9,30 de la noche para no ser destruido por la artrosis, al límite de la locura. Muchas veces me vi tentado, atormentado por el hecho de tener 48 años, edad de la madurez; de haber trabajado 8 años como obispo, adquirido experiencia pastoral, ¡y encontrarme ahora aislado, inactivo, separado de mi pueblo! Una noche, desde el fondo de mi corazón, oí una voz que me sugería: ‘¿Por qué te atormentas? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo lo que has hecho y deseas seguir haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, de hogares para estudiantes, misiones para evangelización de los no cristianos… todo eso es una obra excelente, son obras de Dios, pero ¡no son Dios! Si Dios quiere que abandones todas esas obras, poniéndolas en sus manos, hazlo pronto y ten confianza en El. Dios hará las cosas infinitamente mejor que tú; confiará sus obras a otros que son mucho más capaces que tú. ¡Tú has elegido sólo a Dios, no sus obras!’ Después fui trasladado a otra prisión, en una celda sin ventana, hace muchísimo calor, me ahogo, siento que mi lucidez flojea poco a poco hasta la inconsciencia; a veces la luz permanece encendida día y noche; a veces está siempre oscuro; hay tanta humedad que crecen los hongos en mi lecho. En la oscuridad veo un agujero en la parte baja de la pared –para que corra el agua-; así que me paso más de cien días tumbado, metiendo la nariz por ese agujero para respirar. Cuando llueve, sube el nivel del agua, y entonces entran por el agujero bichos, ranas, lombrices y ciempiés desde fuera; los dejo entrar; ya no tengo fuerzas para echarlos. Escoger a Dios y no las obras de Dios: Dios me quiere aquí y no en otra parte. Es verdad, Señor, aquí está mi catedral.
- El viernes supimos que en España ya hay más de 4 millones de personas que están en paro y se nos dice por parte de los expertos que la cifra seguirá subiendo. Pero detrás de cada cifra está una persona, una familia, unas necesidades, unas angustias, una incertidumbre… Hay bastante gente que dice que no se trata sólo de una crisis económica, sino también de una crisis de valores. Entiendo que ante esta situación hemos de adaptarnos a vivir con lo necesario, prescindiendo de tantas cosas superfluas. Hemos de ayudarnos unos a otros, compartiendo lo que tenemos sin caer en un egoísmo de sálvese el que pueda.
Ante estas situaciones y otras muchas Jesús nos llama a la esperanza. También El estuvo preso y torturado. También El murió, no a los 37 años, sino a los 33. También El supo lo que era pasar hambre, necesidad, perder su casa y vivir en el extranjero, como un extraño (en Egipto). Cristo Jesús no nos abandona. Al ver a sus amigos solos y tristes después de su muerte, El regresa para darles la paz, para transmitirles esperanza. Y pienso que es el mensaje que un domingo como hoy quiere darnos a todos y a cada uno de nosotros.
¡QUE ASI SEA!