Domingo de la Ascensión del Señor (B)

24-5-2009 DOMINGO DE LA ASCENSION (B)
Hch. 1, 1-11; Sal. 46; Ef. 1, 17-23; Mc. 16, 15-20
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Queridos hermanos:
En este domingo celebramos la Ascensión de Jesús a los cielos. Pasados 40 días desde su resurrección y habiendo estado durante esos días apareciéndose y animando a sus discípulos a seguir sus pasos hacia Dios, Jesús asciende al cielo para ocupar un lugar al lado de su Padre. Como sabéis este Misterio es uno de los dogmas de la fe cristiana. Lo que pasa es que para mucha gente, incluso para bastantes católicos, los dogmas son algo frío y teórico, que tiene muy poco que ver con nuestra vida ordinaria. Pues bien, en la homilía de hoy voy a procurar acercar este dogma, este misterio de la Ascensión de Jesús a los cielos a nuestra vida concreta, y con ello a nuestro espíritu para que nos ayude en nuestro caminar de fe hacia Dios Padre.
En muchas ocasiones me he encontrado con gente que me dice no creer en la existencia del infierno. Dicen que el infierno ya está aquí, en la Tierra con tantos sufrimientos, guerras, enfermedades, paro, pobreza y hambre por los que pasamos. A lo que yo contesto que, efectivamente, el infierno ya está aquí con nosotros, pues lo fabricamos nosotros mismos y del mismo modo el cielo ya está aquí con nosotros, pues también lo fabricamos nosotros mismos. Allá tendremos lo que hayamos vivido y fabricado nosotros aquí. Si uno vive en el infierno del egoísmo para sí mismo y a costa de los demás, ALLA tendrá ese mismo infierno que se ha fabricado aquí. Si uno viven en el cielo del desprendimiento, de la generosidad, del cariño… hacia los demás, ALLA tendrá ese mismo cielo que ha fabricado aquí. Ese infierno lo fabricamos nosotros mismos de espaldas a Dios. Y ese cielo lo fabricamos nosotros mismos EN UNIÓN CON DIOS.
Hace poco, el 14 de abril de 2009, en el diario de La Razón vi una noticia testimonio de un sacerdote asturiano: Manuel Viego. Se ordenó presbítero en 2005 y atiende ahora mismo la parroquia de Castropol (en el oriente asturiano, rayando con Galicia). En sus palabras narra con toda crudeza el infierno que él mismo se iba fabricando, y también narra con toda sinceridad cómo Dios le ayudó a ASCENDER de ese infierno que lo estaba aniquilando para vivir, ya aquí, en el cielo: “Mi familia era católica, pero yo tuve una mala experiencia con la Iglesia en mi infancia y me alejé de Dios. A partir de los 16 años yo ya trabajaba y tenía dinero. Me dieron a probar porros, me hacía sentirme bien, me evadía. Fui comercial, trabajé en la construcción, ponía música y copas en discotecas... Ganaba mucho dinero y durante años lo gasté en fiestas. Fui a más, me metía de todo, muchos ácidos, a veces esnifaba coca. Como muchos, buscaba ser feliz en el placer. Estuve con una chica, luego con otra... Al cabo de unos años, me fui de fiesta a Tenerife en la Semana Santa de 1992. Solo vi el Teide y el mar de lejos. Me junté con unos conocidos en un apartamento. Toda la noche estábamos de juerga, y de día dormíamos, o estábamos de jacuzzi y sauna. La noche de Viernes Santo nos pusimos hasta arriba, sobre todo de ácidos. Me sentí muy mal. Me di cuenta que nada de aquello me hacía feliz. Pensé que iba a perder la razón, que nada en la vida tenía sentido. Entonces vi una iglesia cerrada y pensé que a lo mejor mi madre tenía razón y Dios existía. Me dio por hablar con Dios. ‘Si existes este es tu momento’, le dije, ‘he hecho de todo y no consigo ser feliz’. Pensé rezar, pero no me sabía el Padrenuestro porque lo habían cambiado cuando lo aprendí. Pero sí recordaba el ‘Ave María’, así que recé a la Virgen. Y resultó que Dios existía. Sentí que Dios estaba a mi lado, que me acompañaba y me decía ‘levántate y anda’. Esa experiencia me cambió. Al día siguiente, Sábado Santo, fui a una iglesia, consulté los horarios de misa, hablé con un sacerdote. Y me pareció que todo eran mensajes de Dios para mí. Poco después tuve otra experiencia fuerte de cercanía de Dios haciendo un cursillo de Cristiandad en Covadonga. Allí descubrí a la Iglesia, y que Dios no juega con las personas, que nunca me dejó. Cambiar de vida fue un proceso lento. Intenté vivir en cristiano, desde la fe, la relación con mi pareja. Hubo ruptura, claro. Más adelante fui a pasar una semana en un retiro de la Comunidad de Bienaventuranzas en Toledo... y me quedé tres años. Allí entendí que quiero transmitir lo que he vivido, evitar que otros sufran lo que yo he sufrido. Empecé a estudiar en el seminario de Sigüenza, luego en el de Oviedo”. Su casa, que es grande, siempre está llena de gente y siente la llamada de decir a los jóvenes que ‘se acaba antes el picador que la mina’, es decir, que los goces no llenan, que sólo Dios llena al hombre”.
En Manuel Viego se hace vida y realidad el dogma que hoy celebramos y el evangelio de hoy: El ha subido y ha ascendido del infierno de su vida… al cielo de la vida con Dios. El ha experimentado la muerte de Cristo en su muerte poco a poco, y sobre todo experimentó la resurrección de Cristo en sus propias carnes aquel día de Viernes Santo en Tenerife. Finalmente, Manuel ha escuchado la palabra de Jesús de anunciar a todo el mundo que Jesús vive, que ama, que cura, que acoge, que da vida. Manuel, como tantos otros, es demostración palpable de que la Ascensión del Señor no es un dogma frío y teórico, sino que es una realidad concreta y cercana.
¡Señor, te pedimos que nos saques de nuestro infierno de cada día!
¡Señor, asciéndenos y súbenos al cielo, junto a ti y junto a tu Padre Dios!
¡Señor, haznos anunciadores de tu Buena Noticia para que la gente crea, se bautice y se salve, como nos dice Jesús en el evangelio!