Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (B)

6-9-2009 DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (B)
Is. 35, 4-7a; Sal. 145; Sant. 2, 1-5; Mc. 7, 31-37

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Queridos hermanos:
Como siempre, después de haber escuchado atentamente las lecturas que Dios, a través de su Iglesia, nos regala hoy, vamos a profundizar y a sacar consecuencias de la Palabra divina:
- El último sábado de agosto bauticé a la hija de unos amigos, Carolina. Al ir realizando los ritos sacramentales explicaba el significado de los mismos (ya una vez lo hice aquí también). El último rito prescrito en el libro litúrgico del Bautismo se llama “Effetá”, y está tomado del evangelio de hoy. En efecto, el rito consiste en que el sacerdote toque con su dedo pulgar los oídos y la boca del niño, mientras dice: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre. Amén”. Es decir, se pide a Dios que los niños recién bautizados vayan escuchando a través de sus oídos cosas de Dios y la Palabra de Dios de labios en primer lugar de sus padres, pero también de sacerdotes y de otros cristianos. Recuerdo que un cura amigo me decía que su madre le cantaba a él y a sus hermanos, cuando muy pequeños, a modo de nana la canción de Santa Teresa de Jesús: “Véante mis ojos, dulce Jesús bueno; véante mis ojos, muérame yo luego…” Asimismo, con la oración litúrgica del “Effetá” en el rito bautismal se pide a Dios que el niño recién bautizado pueda hablar más adelante de las maravillas de Dios. Creo que recordáis cómo hace tiempo os leía algunas cosas maravillosas que Dios ponía en labios de los niños sobre el amor y sobre Él mismo. Esto es efecto de la acción de Dios sobre la mente, el corazón y la lengua de esos niños a través del “Effetá”. Os refresco la memoria con dos ejemplos: “Cuando mi abuela se enfermó de artritis, ella no se podía agachar para pintarse las unas de los pies; mi abuelo, desde entonces, pinta las uñas de ella, aunque él también tiene artritis.” Rebeca, 8 años. “Dios debería haber dicho algunas palabras mágicas para que los clavos se cayeran de la cruz, mas El no lo hizo. Esto es amor.” Max, 5 años.
Pero este “Effetá” no tiene efecto sólo sobre los niños bautizados, sino también sobre todos los bautizados. Del mismo modo Dios a nosotros, a través de su Iglesia, nos abrió y nos abre los oídos y la boca para escuchar su Palabra y para proclamar su fe. Por tanto, en la Misa de hoy digámosle a Jesús que deseamos que nuestros oídos escuchen más sus Palabras, su Voluntad y menos las cosas de este mundo. Digamos a Jesús que deseamos que nuestra boca confiese más sus maravillas al mundo entero y que no nos callemos por vergüenza y por cobardía.
- Bien, es legítimo dar una explicación espiritual del evangelio que acabamos de escuchar, porque, además, es cierto, pero… no podemos dejar de lado el sentido primero y originario que tiene el evangelio y las lecturas de hoy. En el evangelio se nos muestra a un Jesús que se cuida y se preocupa de una persona que tiene problemas físicos, y no sólo espirituales y psicológicos: de un sordomudo. En las lecturas y en el salmo se nos muestra también a un Dios que se preocupa de los ciegos, los sordos, los mudos, los cojos, los sedientos, los huérfanos, las viudas, en definitiva, de los que padecen cualquier clase de pobreza.
Si Dios se preocupa de ellos, también nosotros debemos preocuparnos de ellos.
Dios nos puso a nosotros, sus hijos y sus discípulos en la fe, para que hagamos sobre ellos el “Effetá”. Supongo que ya sabéis que llevo la dirección espiritual de bastante gente. Pues bien, siempre a principio de curso una de las cosas que hago con las personas que vienen conmigo es el plantearles que piensen ante Dios una tarea o tareas para realizar durante dicho curso. Puede ser una tarea de tipo pastoral y eclesial: catequista, ayuda en Caritas, atención de ancianos en una residencia de monjas, estudio y formación en las cosas de Dios, pastoral de matrimonios y parejas jóvenes, etc. Puede ser una tarea meramente humana a favor los necesitados, aunque no sea en el ámbito de la Iglesia católica. Y hoy os llamo la atención a todos vosotros para que, en la medida de vuestras posibilidades reales, seáis capaces de ser “Effetá” en el nombre de Jesús para la gente que os rodea.
- No quisiera terminar sin hacer un comentario a la segunda lectura. Santiago nos plantea un caso muy sangrante, que a todos nos toca el corazón, pero en el que todos caemos de una forma u otra. Dice Santiago que, si a una Misa se acercan dos personas y uno va mal vestido y otro bien vestido, no nos dejemos llevar por las apariencias y hagamos más caso al que tiene mejor presencia y dejemos de lado al otro. Profundizando un poco vemos que lo que Santiago quiere decirnos es que tenemos que mirar a los demás con los ojos de Dios y no con los ojos del mundo o de esta sociedad. Y para explicar esto voy a poner un ejemplo que me pasó ayer mismo: resulta que ayer por la noche vi en la televisión una noticia, según la cual en un accidente de tráfico murieron 6 personas y 3 quedaron malheridas. Estaban estas 9 personas dentro de una furgoneta mal aparcada en un arcén en la curva de una carretera. Vino por detrás un camión que no la vio, no pudo hacer nada y la embistió violentamente con el resultado arriba mencionado. En un primer momento a mi mente y a mi corazón vino una pena tremenda por esas personas y por sus familias ante la pérdida de sus seres queridos. Pero enseguida el periodista dijo que los fallecidos y heridos eran rumanos, que estaban trabajando en España de temporeros. Y en mi mente apareció este mensaje: “Ah bueno, son rumanos”. Como que su muerte era menos atroz por no ser españoles y por ser rumanos. Enseguida reaccionó el Señor en mí y me dijo que eran hijos suyos, aunque fuesen rumanos. Su muerte era tan dolorosa para El como la de cualquier otro y el dolor de sus familias era igual a la de cualquier otra. ¿Por qué os cuento este caso? Pues para que veáis, como yo lo experimenté en mis propias carnes, que el modo de ver del mundo y de la sociedad se mete dentro de nosotros y tenemos que luchar una y otra vez para ver las cosas y las personas con los ojos de Dios. Por eso, Santiago me avisa hoy a mí, nos avisa hoy a todos nosotros para que no juzguemos “con criterios malos”, que son los de este mundo y que son contrarios a los de Dios.