Domingo Jesucristo, Rey del Universo (C)

21-11-2010 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (C)

2 Sam. 5, 1-3; Slm. 121; Col. 1, 12-20; Lc. 23, 35-43



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Celebramos hoy el último domingo de este año litúrgico, y lo hacemos con la festividad de Jesucristo, Rey del universo. Hoy quisiera detenerme en hablar un poco sobre el Reino de Dios. Lo que diré serán unos meros apuntes sin pretender agotar el tema.

Una vez que Jesús fue bautizado en el Jordán, se puso a predicar por todo Israel y su predicación no consistía en explicar el Antiguo Testamento o en hablar sobre una nueva religión o en exponer un modo concreto de comportarse. No. Las primeras palabras de predicación de Jesús fueron éstas: “Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios. Convertíos y creed en el evangelio” (Mc. 1, 15). Sí, Jesús anunció la llegada del Reino de Dios a Israel y a todo el mundo. Jesús “fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando y anunciado la buena noticia del Reino de Dios (Lc. 8, 1). En los cuatro evangelios aparecen 122 veces la expresión “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos”, que es equivalente. Y de ellas 90 veces aparece en labios de Jesús.

¿En qué consiste este Reino anunciado por Jesús? Él nunca lo dijo directamente. No hay una exposición sistemática y perfectamente delimitada por parte de Jesús de lo que es el Reino de Dios. Lo que sí es cierto es que, con este anuncio, Jesús entusiasmó y dio esperanza a muchos de los que le escuchaban. Al oír a Jesús anunciar el Reino de Dios que estaba llegando, los israelitas se acordaban de las palabras del profeta Isaías: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias, que anuncia salvación, que dice a Sión: ‘Ya reina tu Dios’!” (Is. 52, 7).

Vamos a examinar algunas de las características propias del Reino de Dios:

- Cuando Jesús anunció a todos que el Reino de Dios ya estaba presente, todos se extrañaron, pues esperaban un reino humano y con ejércitos, que expulsase a los romanos y liberase a Israel del yugo de un imperio extranjero. Se esperaba un reino que trajese paz y justicia para todos, pero… eso no se daba en el momento en que Jesús predicaba la llegada del Reino. Por eso, muchos se mofaron de Jesús y no le creyeron, mas Jesús insistía en la presencia del Reino de Dios “entre vosotros”. Les decía, y ésta es una característica del Reino de Dios, éste no viene de una manera terrible o espectacular o a costa de la muerte y del sufrimiento de los otros (de los romanos, de los ricos, de los opresores, de los canallas…), sino que el Reino de Dios es una fuerza liberadora, humilde pero eficaz y al alcance de todos los que lo acojan con fe. En este mundo no hay sólo mal; también existe el bien, pues la presencia liberadora y amorosa de Dios actúa en todo hombre que acoja con fe este Reino.

- Una segunda característica del Reino anunciado por Jesús es que Dios ama y se preocupa de los hombres, de todos los hombres, independientemente de su sabiduría, de su modo de vivir, de su raza, de su sexo, de sus ideas, de su riqueza, de su salud. Para Dios todos los hombres son iguales.

- El Reino de Dios no viene a destruir a los pecadores, sino el pecado que hay en el hombre y en la sociedad. Jesús está convencido de esto y así lo expresa: “He visto a Satanás cayendo del cielo como un rayo” (Lc. 10, 18). Fruto de esta victoria sobre el mal y de la liberación de los hombres viene la alegría. Y es que la alegría forma parte del Reino de Dios: “En aquel momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: ‘Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado todas estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido bien […] Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron” (Lc. 10, 21.23-24).

- El Reino de Dios no consiste en una victoria de los justos sobre los pecadores y los canallas, sino en una liberación de los que sufren el mal, cualquier mal para poder vivir digna y gozosamente. ¿De dónde saca Jesús esta convicción de que el Reino no es vencer, sino amar, liberar y perdonar? Pues lo saca de su propia experiencia. En efecto, dice Jesús: El“Padre del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt. 5, 45).

- Signo de que el Reino de Dios ha llegado a los hombres es que Jesús les cura, les alivia su sufrimiento. Jesús no cura de modo arbitrario o para probar su mensaje o para reafirmar su autoridad o por puro sensacionalismo. Jesús cura por compasión (padecer con) hacia los hombres, hacia el hombre concreto que tiene ante sí. “Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Lc. 11, 20). Y en la misma línea están aquellas preciosas palabras de Jesús cuando los discípulos de Juan vienen a preguntarle de parte de éste si él es el Mesías: “Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Mt. 11, 4-5).

- Jesús no excluye a nadie de este Reino. Todos están llamados a entrar en él, pero hay que tener una serie de condiciones y de actitudes para poder ser ingresados en el Reino de Dios. Todo ello está recogido en las bienaventuranzas. Fijaros cómo empiezan y cómo terminan éstas: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos […] Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 3.10).

Para terminar os expongo dos formas concretas de actuación del Reino de Dios: un hecho sucedió hace 2000 años y otro está sucediendo ahora mismo:ara probar su mensaje o para reafirmar su autoridad o por puro sensacionalismo. "raciy se las has

- En el evangelio que acabamos de escuchar se nos dice que, estando Jesús en la cruz, “las autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús, diciendo: ‘A otros ha salvado; que se salve a sí mismo si él es el Mesías de Dios’”. También se burlaban de Jesús los soldados y le decían: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Incluso uno de los malhechores crucificado lo insultaba. Sin embargo, en medio de los tormentos que Jesús padecía, en medio de las burlas e insultos, en medio de la soledad y abandono de sus discípulos y de Dios, Jesús aún es capaz de hacer visible el Reino de su Padre Dios y acoger al otro malhechor crucificado, que le suplicaba. Jesús le dijo: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”. El Reino de Dios es más fuerte que el Reino de Satanás, el bien es más fuerte que el mal. ¡Seguro!

- En estos días supe de una mujer que trabaja como asistente social en un departamento de una organización estatal, y se le presentó un caso de una chica con especiales circunstancias, que ha quedado embarazada. Todos los compañeros de la asistenta social, la familia de la chica y todo el entorno presionan a dicha chica para que aborte, aunque el niño venga bien. Si esta asistenta social, que es católica, se posiciona a favor de la vida de ese niño que viene, entonces todos se le echaran encima y la “machacarán”. Todos presionan a esta asistenta social, porque sus opiniones y palabras pesan mucho en la chica embarazada. ¿Qué hacer ante este caso? Si la asistenta social toma partido por aconsejar a la chica que siga con su embarazo hasta el final, el ambiente en su trabajo se volverá irrespirable y le pueden hacer la vida imposible; los familiares y conocidos de la chica la señalarán con el dedo y dirán barbaridades de ella. ¿Qué hacer? Pues esta asistenta social en conciencia y por ser fiel a su Señor Jesucristo aconsejará a la chica que siga con el embarazo para adelante. Esta asistenta social es hoy signo visible y patente de que el Reino de Dios ha llegado hasta nosotros, pues para ella es más importante obedecer a Dios que a los hombres, salvar una vida humana que salvar una tranquilidad en su puesto de trabajo y en su vida.

¿Está el Reino de Dios presente en mi vida? ¿Cuáles son los signos concretos de ello?