Domingo VIII del Tiempo Ordinario (A)

27-2-11 DOMINGO VIII TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 49, 14-15; Slm. 61; 1 Cor. 4, 1-5; Mt. 6, 24-34


Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- Confianza absoluta en Dios. El evangelio de hoy es precioso. Sólo puede decir este evangelio un lunático o un enamorado de Dios, pero, en este último caso, tiene que ser una persona que haya experimentado en su propio ser el cuidado y la ternura de ese Dios del que habla. Dice Jesús en esta parte del sermón de la montaña: “No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el vestido pensando con qué os vais a vestir […] No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos”. Pero ¡qué difícil es vivir así cuando todo el mundo que nos rodea y toda la experiencia de vida nos indica que hay que ser previsores! ¡Qué difícil es vivir así cuando va faltando el trabajo, van cerrando empresa tras empresa, no se llega a final de mes, no se puede pagar la letra de la hipoteca, has conseguido ahorrar 150 € en un mes y se te estropea la lavadora y, al comprarla te gastas, 500 €…! ¡Qué difícil es vivir fiándose de Dios cuando Él no parece tener prisa o, al menos, no tiene la misma prisa que nosotros p0r arreglar las cosas! Y, sin embargo, Jesús y los santos que han experimentado a Dios en sus vidas nos dicen y nos repiten: “Mirad a los pájaros: ni siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? […] Fijaros cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”

Haríamos muy mal si, al ver a un persona que practica este modo de vida y esta confianza, nos fijáramos en dicha persona y la admiráramos como a un ser extraordinario. Lo extraordinario no es que una persona viva así. NO. Lo extraordinario es comprobar cómo Dios cumple esa Palabra que acabamos de escuchar: realmente Dios alimenta a los pájaros, pero mucho más a nosotros sus hijos. Realmente Dios viste de belleza a los lirios y a las hierbas del campo, pero nos cubre mucho más a nosotros. Y, cuando esto no sucede en el mundo, no es por culpa de Dios, sino del hombre que roba al otro hombre.

El otro día me decía un hombre que vino a hacer dirección espiritual que le había llamado mucho la atención una entrevista que hicieron a Mourihno, entrenador del Real Madrid. Decía él que era muy creyente, que Dios era muy importante para él, que él debía ser un buen tipo, ya que Dios le regalaba tantas cosas: una familia, unos amigos, un trabajo que le gustaba, una salud, unos bienes materiales para cubrir sus necesidades y las de los suyos. Y, al hilo de esta entrevista, me decía el hombre que vino a hacer dirección espiritual que él se sentía también como Mourihno: un privilegiado, pues Dios le regalaba tantas cosas y eso a pesar de que tenía tantos problemas en su trabajo, en su familia, en su entorno…, pero él era capaz de ver la mano providente y misericordiosa de Dios.

Voy a contaros un relato de indios americanos, que enlaza muy bien con todo lo que os estoy contando aquí. Leo: “¿Conoces la historia del rito en el paso de la infancia a la juventud de los indios Cherokee? Cuando el niño empieza su adolescencia, su padre le lleva al bosque, le venda los ojos y se va dejándolo solo. Él tiene la obligación de sentarse en un tronco toda la noche y no puede quitarse la venda hasta que los rayos del sol brillan de nuevo en la mañana. Él no puede pedir auxilio a nadie. Una vez que sobrevive esa noche, él ya es un hombre. El niño está, naturalmente, aterrorizado. Él puede oír toda clase de ruidos: Bestias salvajes que rondan a su alrededor, lobos que aúllan... Quizás algún humano puede hacerle daño. Escucha el viento soplar y la hierba crujir, sentado estoicamente en el tronco, sin quitarse la venda; ya que es la única manera en que puede llegar a ser un hombre. Por último, después de esa horrible noche, aparece el sol y el niño se quita la venda… Es entonces cuando descubre a su padre sentado junto a él. Su padre no se ha ido, ha velado toda la noche en silencio, sentado en un tronco para proteger a su hijo del peligro sin que él se dé cuenta. Cuando vienen los problemas y la oscuridad en nuestra vida, lo único que tenemos que hacer es confiar en Él. Algún día vendrá el amanecer y lo veremos cara a cara tal cual es. En la noche más negra, recordemos quién es nuestro Padre. Esto mismo nos es recordado por el profeta Isaías con unas palabras bellísimas, que acabamos de escuchar en la primera lectura: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré. O también las palabras del Salmo 61: “Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré. Descansa sólo en Dios, alma mía, porque Él es mi esperanza; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré […] Pueblo suyo, confiad en Él, desahogad ante Él vuestro corazón”.

- “Nadie puede estar al servicio de dos amos […] No podéis servir a Dios y al dinero”. Quien no confía y se abandona en Dios como se ha dicho hasta ahora en la homilía, entonces es que confía y se apoya en el dinero, en el mundo, en su fuerza, en sus miedos, en sus títulos, en sus posesiones, en su salud… Y uno que quiere seguir de verdad a Cristo Jesús se apoya y está al servicio sólo de Dios. Para conseguir esto es necesario morir a un mismo y a las propias seguridades.

- “A cada día le bastan sus disgustos”. También dice Jesús en el Padre nuestro: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Vivamos el hoy…, con sus cosas buenas y con sus cosas malas. Si abrimos de verdad los ojos, veremos y percibiremos la presencia de Dios junto a nosotros, como el niño Cherokee. Tantas veces no somos capaces de reconocerlo por la venda que tenemos, por la oscuridad que nos rodea o por nuestros propios miedos y terrores, que nos impiden sentir la cercanía del Padre.

Ya para terminar quisiera aquí leeros algunos trozos compuestos por el Papa Juan XXIII, ya que, como os decía el domingo pasado, vivir así es sobre todo un don y un regalo de Dios, pero también en una pequeña parte un esfuerzo y una tarea nuestra. Veamos ahora cómo Juan XXIII se esforzaba en vivir en el día a día en total confianza con Dios:

“Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida en un momento.

Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.

Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se entere.

Sólo por hoy creeré firmemente –aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.

Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedos de gozar de lo que es bello y de crecer en la bondad”.