Domingo VI de Pascua (A)

29-5-11 DOMINGO VI DE PASCUA (A)

Hch. 8, 5-8.14-17; Slm. 65; 1 Pe. 3, 15-18; Jn. 14, 15-21



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- Hace pocos días una mujer me comentaba el siguiente caso que le había sucedido: un amigo le llamó por teléfono y le contó una discusión fuerte que acababa de tener con su madre. Para terminar la conversación entre madre e hijo, éste había dicho algo así como: “Hasta aquí hemos llegado; no te aguanto más”, y colgó. Este hombre le comentaba lo sucedido con todo lujo de detalles y todo el listado de agravios que su madre le había hecho a lo largo de su vida. A medida que se lo iba contando el hombre iba “calentando motores” por dentro, pues revivía todo lo sucedido en su vida en relación con su madre y no había sido nada agradable. Ya no quería aguantarla más. Le decía este hombre a su amiga que iba a cortar con su madre para siempre. La mujer escuchaba atentamente, pero al llegar a este punto, algo saltó dentro de la mujer y se echó a llorar, y entre lágrimas le dijo a su amigo que no se le ocurriera decir eso de que cortaba para siempre con su madre, que ella tenía[1] tres pisos en una zona de Oviedo de niños abandonados por sus madres, que sus madres eran prostitutas, pero, a pesar de ser niños abandonados e hijos de prostitutas, ellos quieren a sus madres. Y si esos niños quieren a sus madres, él (su amigo) no puede cortar con su madre por mucho que le haya hecho, según dice él, pues no le habrá hecho ni la mitad de lo que las madres prostitutas han hecho a los niños de los pisos. El hombre se quedó helado. No esperaba esta reacción por parte de su amiga; no esperaba sus lágrimas, pero tampoco sus palabras. Este hombre reaccionó al fin diciéndole que no se preocupara, que iba a hablar con su madre y aclarar todo. No iba a cortar con ella.

Estamos terminando el mes de mayo, el mes de María. Puede ser éste un buen momento para que nos replanteemos la relación con nuestra madre, con nuestros seres queridos, familiares o no, pues es cierto que, con relativa frecuencia, emponzoñamos las relaciones con los que nos rodean por cosas sin importancia, y no valoramos ni cuidamos lo que tenemos.

Pongo otro ejemplo de esto: También en esta semana me contaba otra persona que se está abriendo a la fe, que vivió, religiosamente hablando, una Semana Santa muy buena, que asistió a la Vigilia Pascual del Sábado Santo y le pareció algo extraordinario y emocionante. Asimismo, esta persona había participado en los preparativos de varias procesiones. Pues bien, resultó que en una de las procesiones estuvieron dos cofradías. Las dos tenían banda de música, pero una no dejó a la otra tocar y se quedó con todo el protagonismo musical. En la siguiente procesión pasaba la cofradía que no dejó tocar a la banda de la otra cofradía por delante de la iglesia en donde estaba esta segunda cofradía y se avisó a los cofrades que salieran ante la puerta de la iglesia como signo de devoción y respeto ante las imágenes que procesionaban. Sin embargo, algunos no quisieron salir como para darles en la cara por su mala actuación. Esta persona que se está abriendo a la fe se quedó muy sorprendida y escandalizada por esta reacción, pues pensaba que eso no debía de existir en una cofradía, “pensaba que la cofradía era otra cosa” (palabras textuales), sino que debía de haber perdón, como dice el evangelio.

Como vemos, con frecuencia, damos importancia a unas cosas y en base a ello nos relacionamos o dejamos de relacionarnos con la gente.

- Creo que alguna vez ya me habéis escuchado esta idea que os voy a decir ahora. Me habréis oído decir que todos nosotros tenemos “muertos vivientes”. ¿Quiénes son estas personas? Pues son aquellos que se han enfadado con nosotros y ya no nos hablan, o también cuando nosotros mismos nos hemos enfadado con ellos u otros y ahora ya no nos tratamos. Si pasamos a su lado, no los saludamos y/o no nos saludan. Pueden ser familiares, antiguos amigos, vecinos del portal, compañeros de trabajo, etc. Es lo que llamo yo “muertos vivientes”. Para mí es como si no existieran y/o yo para ellos… lo mismo. Según esta descripción, ¿tenéis algún “muerto viviente” en vuestra vida?

¿Qué podemos y debemos de hacer ante estas situaciones? Ante todo hemos de pensar que las cosas tienen la importancia que tienen, PERO SOBRE TODO TIENEN LA IMPORTANCIA… QUE LES QUERAMOS DAR. Voy a narraros una historia para explicar mejor lo que quiero deciros: “Erase una vez un sacerdote tan santo que jamás pensaba mal de nadie. Un día, estaba sentado en un restaurante tomando una taza de café –que era todo lo que podía tomar, por ser día de ayuno y abstinencia- cuando, para su sorpresa, vio a un joven miembro de su congregación devorando un enorme filete en la mesa de al lado. ‘Espero no haberle escandalizado, padre’, dijo el joven con una sonrisa. ‘De ningún modo. Supongo que has olvidado que hoy es día de ayuno y abstinencia’, replicó el sacerdote. ‘No, padre. Lo he recordado perfectamente’. ‘Entonces, seguramente estás enfermo y el médico te ha prohibido ayunar…’ ‘En absoluto. No puedo estar más sano’. Entonces, el sacerdote alzó los ojos al cielo y dijo: ‘¡Qué extraordinario ejemplo nos da esta joven generación, Señor! ¿Has visto cómo este joven prefiere reconocer sus pecados antes que decir una mentira?’” En efecto el sacerdote podría haberse enfadado y montado un espectáculo y una bronca por el cinismo del novicio, pero su reacción le condujo a la paz, a la comprensión, a ver lo bueno, a ganarse al joven… ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Abroncar al novicio o no dar importancia a su acción? Comparar estas posibles reacciones con las palabras del sacerdote. Ahora lo que hemos de hacer es trasladar estos hechos a situaciones parecidas que hemos vivido o que estamos viviendo con otras personas y aprendamos a no obsesionarnos ni enquistarnos con lo accesorio. Porque en tantas ocasiones dejamos que “un filete de carne comido en viernes de Cuaresma destroce una relación humana”. Digo “un filete” y puedo decir “una banda de música”, o unas palabras a destiempo de una madre, o…

- ¿De qué manera nos orienta hoy la Palabra de Dios en estas reflexiones que estamos comentando? Dice S. Pedro en la 2ª lectura: “Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

Y Cristo en el evangelio nos decía: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él”. Estas son las virtudes que Jesús trata de inculcarnos: amor, perdón, respeto, comprensión, humildad, huir del amor propio, de la ira, de la soberbia, del rencor… Sólo de esta manera podremos resucitar en este tiempo de Pascua con Cristo resucitado.

¡Que así sea!



[1] Trabaja como educadora atendiendo a niños abandonados y/ o con graves problemas familiares, y recogidos por la Comunidad Autónoma de Asturias.