Domingo III del Tiempo Ordinario (B)

22-I-2012 DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (B)
Jon. 3, 1-5.10; Sal. 24; 1 Co. 7, 29-31; Mc. 1, 14-20
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Empieza el evangelio de hoy con las palabras iniciales de Jesús en su predicación: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed la Buena Noticia”. En la homilía de hace 3 años, es decir, en el Domingo III del Tiempo Ordinario de 2009 prediqué sobre la palabra “convertíos” y hablé de la conversión. Hoy quisiera hablaros sobre el final de la frase de Jesús: “creed la Buena Noticia”.
Sí, Cristo es quien nos trae la Buena Noticia a todos los hombres. Los cristianos somos los hombres de la Buena Noticia. A nosotros se nos ha anunciado y nosotros hemos de transmitirla a los demás. Voy a poner un ejemplo. No es un ejemplo de un santo, sino de un ateo. Es un ejemplo de cómo un ateo ve a los cristianos, en este caso en África. (Es una cita un poco larga, pero muy jugosa). “Yo, ateo, digo que África no necesita dinero, sino a Dios y los misioneros -así lo explica el periodista ateo, exdiputado y experto en África Matthew Parris-. Poco antes de Navidad regresé, tras 45 años de ausencia, a Malaui. Viajé allí con una pequeña ONG británica, que ayuda a comunidades rurales a instalar pozos sencillos para proporcionar agua limpia, para ver su trabajo. Este viaje, además de renovar mi fe en las organizaciones de ayuda al desarrollo, me refrescó otra creencia que he intentado en vano desterrar de mi vida, que siembra la confusión en mi ideología, que se niega testarudamente a encajar en mi visión del mundo y que ha dejado en mal lugar mi idea de que Dios no existe. Aunque soy un ateo convencido, tengo que reconocer la enorme contribución que el cristianismo realiza en África: totalmente distinta del mundo de las ONG seculares, los proyectos gubernamentales y los esfuerzos de ayuda internacional. Todos los anteriores, por sí mismo, no bastan. En África, el cristianismo cambia los corazones de la gente y trae una transformación espiritual, un nuevo nacimiento y un cambio que es real. Hace años intenté evitar confrontarme con esta verdad limitándome a aplaudir el trabajo práctico de las misiones en África. Solía razonar así: es una pena que la salvación sea parte de esta labor, porque los cristianos —blancos y negros— que trabajan en África curan a los enfermos, ayudan a la gente a leer y escribir. En aquella época yo concedía que si la fe motivaba a los misioneros, muy bien; pero lo que contaba era la ayuda, no la fe. Pero me he dado cuenta de que esto no corresponde a la realidad. Teníamos amigos misioneros, y cuando yo era niño a menudo nos quedábamos con ellos en la aldea africana. En la ciudad, teníamos empleados africanos que se habían convertido y que eran unos grandes creyentes. Los cristianos siempre eran diferentes. Su fe, lejos de haberlos achantado, parecía haberlos relajado y liberado. Eran personas que tenían una vivacidad, una curiosidad, un compromiso con el mundo y una manera directa de tratar a los demás que parecían estar ausentes en la vida tradicional africana. Cuando tenía 24 años, un viaje largo por el continente me reafirmó en esta impresión. Viajé por tierra en un Land Rover con otros cuatro amigos estudiantes. Cada vez que entramos en un territorio donde había misioneros teníamos que reconocer que algo cambiaba en las caras de la gente que encontrábamos y con los que hablábamos: algo presente en sus ojos, la forma de acercarse a ti directamente, sin bajar la cabeza ni tener la mirada perdida. Esta vez en Malaui ocurrió lo mismo. No encontré a ningún misionero. Nadie se los encuentra en los salones de los hoteles de lujo discutiendo documentos de desarrollo estratégico, como ocurre con las grandes ONG. Encajaría mejor en mi mentalidad pensar que la honradez, diligencia y optimismo que derrochaban en su trabajo no tenía conexión con su fe personal. Pero, aunque el trabajo de los cristianos era secular, estaba influido por lo que eran, y su ser estaba influido por una concepción del lugar del ser humano en el universo que les ha enseñado en cristiano. La ansiedad, el miedo a los malos espíritus... penetra profundamente toda la estructura del pensamiento africano tradicional, donde un enorme peso cae sobre el individuo, sofocando su curiosidad y haciendo que la gente no tome la iniciativa y no lleve las riendas de su vida... Los que quieren que África camine con la cabeza alta en el siglo XXI deberían pensar que los medios materiales y lo que llamamos el desarrollo, no efectuarán el cambio por sí mismos. Primero, hay que suplantar todo un sistema de creencias. Un África sin cristianismo dejará el continente a merced de la nefasta fusión entre Nike, el hechicero, el teléfono móvil y el machete. El cristianismo libera.
Bien, ésta es la visión y la experiencia que tiene un ateo de los cristianos africanos. Estos han recibido la Buena Noticia de Jesús y ella les ha transformado para bien suyo y de quienes les rodean. Pero, ¿cuál es esa Buena Noticia que nos anuncia Jesús? ¿Cuál es esa Buena Noticia que nos libera y que tanto llama la atención a muchas personas? ¿Cuál es esa Buena Noticia que hemos de creer?
- La Buena Noticia predicada y vivida por Jesús es que Dios nos ama. La semana pasada me contaban que en Asturias hay un matrimonio no creyente y a sus hijos los tiene sin bautizar. Una de sus hijas ha visto escrito en una pared: “Dios te ama”. Y la niña se pregunta: ‘Pero, ¿por qué me ama Dios?’ Sí, Dios nos ama a todos y, como dice Jesús, Dios “hace salir su sol sobre malos y sobre buenos, y manda su lluvia sobre justos y sobre injustos” (Mt 5, 45). Su amor es incondicional y eterno. No tenemos que hacer nada para que nos ame. No es que primero nos haya creado y luego nos ame. Es justo al revés: nos amó primero y por eso nos ha creado.
- La Buena Noticia predicada y vivida por Jesús es que Dios no es simplemente nuestro Rey, nuestro Creador… Dios es sobre todo nuestro Padre. Dios es sobre todo nuestra Madre. No se mira Dios al espejo de los hombres para aprender a amar como, por ejemplo, lo haría un padre o una madre humanos. Es justo al revés: son los padres quienes tienen que mirar al espejo de Dios Padre-Madre y así aprenderán cómo han de relacionarse con sus hijos.
- La Buena Noticia predicada y vivida por Jesús es que Dios no tiene en cuenta mis fallos eternamente. El lunes me decía un padre que su hija de 23 años sufre porque ve que otros, a su edad, ya han terminado sus estudios y ya trabajan, y ella aún sigue estudiando, le falta un tiempo para acabar, y ha perdido en tantas ocasiones miserablemente el tiempo. A Dios no le importa nuestro pasado de pecado. Para nosotros los pecados del pasado pueden ser una losa muy pesada: ¡cuántos errores, cuántos fallos, cuantos silencios culpables, cuántas palabras mal dichas, cuántas omisiones…! Todo esto nos importa más a nosotros que a Dios. Dios siempre mira para adelante, y nosotros tantas veces miramos sólo para atrás. Estamos anclados en el pasado y nos negamos a reconocer que cada día tiene sus 24 horas sin escribir. Cada día es nuevo para vivir. Estando Dios a nuestro lado, ¿por qué tenemos tanto miedo?
- La Buena Noticia predicada y vivida por Jesús es que no todo está mal, que hay esperanza para los hombres.
- La Buena Noticia es Jesús mismo. Quien le tiene a Él tiene a Dios. Quien tiene, acepta y acoge a Jesús consigo tiene todo.
Nuestra tarea, por lo que nos dice Jesús hoy, es creer en esta Buena Noticia y vivir según ella.