Domingo IV del Tiempo Ordinario (B)

29-1-2012 DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (B)
Dt. 18, 15-20; Sal. 94; 1 Co. 7, 32-35; Mc. 1, 21-28
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
El evangelio de hoy nos narra una situación con la que Jesús se halló en muchas ocasiones durante los tres años de su vida pública: el encuentro con hombres poseídos por espíritus inmundos u hombres endemoniados. Los entendidos en la Biblia tienden a interpretar estos endemoniados como personas con enfermedades misteriosas como la epilepsia, la histeria, las esquizofrenia, etc. Serían muy pocos –según estos estudiosos de la Biblia- los que realmente habrían estado poseídos por Satanás, tal y como se concibe hoy dicha posesión.
- Para entender mejor el relato que hoy se nos hace en el evangelio hemos de tener la misma visión (o lo más parecida posible) a la que tenían los judíos del tiempo de Jesús sobre los enfermos y los endemoniados: 1) Estos eran hombres dejados a su suerte, estaban incapacitados para ganarse el sustento, vivían en la mendicidad y, por tanto, en la miseria y el hambre. 2) Eran abandonados por sus familias, pues para los judíos la enfermedad y la posesión diabólica era un castigo de Dios por los propios pecados. 3) Estas personas eran una carga para sus familias, que no podían atenderlos ni con medicinas ni con médicos; también eran una carga, porque gastaban los pocos recursos familiares y no producían ni aportaban nada. 4) Eran un estigma por sus pecados y porque Dios les había castigado, y ello contagiaba y avergonzaba a sus familiares. Por eso, eran expulsados en muchos casos de sus familias o ya se iban ellos solos: pensemos en el caso de los leprosos.
Los enfermos y endemoniados padecían varios sufrimientos: sus dolencias físicas que no les dejaban dormir o les incapacitaban para llevar una vida normal; el abandono de su familia y de sus amigos, y así no podían participar en las actividades normales de su aldea: trabajo, fiestas, reuniones de vecinos, peregrinaciones…; sus crisis de fe y el verse alejados de Dios, pues todo el mundo les decía y ellos habían aprendido desde muy pequeños que la enfermedad y la posesión diabólica eran signo del castigo y abandono por parte de Dios por los pecados de la persona.
En el caso propiamente dicho de los endemoniados su situación era muy lastimosa. San Marcos nos da algunos datos de ello: hablo del endemoniado de Gerasa (Mc. 5, 1ss). 1) El endemoniado “corría por los montes” en un estado de soledad total; 2) “vivía en los sepulcros” excluido del mundo de los vivos; 3) estaba “atado con grillos y cadenas” por una sociedad aterrorizada por su presencia; 4) vivía “lanzando alaridos” en su incapacidad para comunicarse con los demás; 5) “se hería con piedras” víctima de su propia violencia.
- Jesús encontraba a estas personas tirados por los caminos, a la entrada de los pueblos o de las sinagogas tratando de conmover el corazón de las gentes. La respuesta de Jesús es ésta: 1) Se para ante ellos y los escucha. Les escucha la narración de sus miserias y, si no se las dicen, él las ve por sí mismo. 2) Jesús les acoge, se conduele de su situación, les toca. Les trata como personas dolientes y no como apestados o castigados de Dios. 3) Jesús les habla, les cura y les libera de su situación.
- No obstante, hemos de ser realistas. Con la curación de Jesús no se acaba la historia, no pone ‘fin’ la película, no es el ‘colorín colorado, este cuento se ha acabado’. ¿Qué pasa después con estas personas sanadas por Jesús? En la mayoría de los casos no se nos dice nada en el evangelio de lo que pasó tras la intervención milagrosa de Jesús. En otros casos –pocos- nos dice el evangelio algo: que si el curado quería permanecer al lado de Jesús y éste le dijo que se quedara por su pueblo anunciando el Reino de Dios, que si fuera el curado a presentarse al sacerdote para que constase su curación y pudiese ser plenamente admitido en la sociedad, ya que el castigo de Dios le había sido levantado. Pero vuelvo a preguntar: ¿qué fue de aquellas gentes al volver a sus casas, a sus familias, a sus pueblos? ¿Los recibirían bien o serían considerados como un estorbo al no creer del todo en su liberación de Satanás? Algunos en la familia puede que los recibieran bien, pero otros no tanto. Recuerdo el caso de una chica que era monja y venía por su casa en algunas ocasiones y todos la recibían con gran alegría. Pero un día esta monja dejó de serlo y volvió a la casa paterna y ya no fue recibida con la misma alegría: la cuñada la veía como un estorbo, el hermano como alguien que le iba a quitar la herencia, la sobrina como la tía que le obligaría a compartir su habitación que hasta entonces era para ella sola… Digo lo mismo cuando alguien se separa en su matrimonio y ha de volver a la casa paterna: solo o con hijos, y esto crea, vamos a decir, problemas de logística en la casa. Si esto pasa en la actualidad, no es raro pensar que pudiera pasar algo parecido con los enfermos y endemoniados curados por Jesús al volver a sus casas, a los entornos y ambientes que tenían antes de su enfermedad o posesión diabólica.
Por todo ello creo que unos recibirían con gran alegría la curación de Jesús, pero otros lo verían como un fastidio para su comodidad y para sus intereses.
- Termino: ¿Qué enseñanzas podemos sacar del evangelio de hoy para nosotros?
1) Sólo Dios es el que cura y libera al hombre de modo completo: en su físico, en su psicología y en su espíritu. En Él está nuestra salud y nuestra salvación. Por eso, le pido a Jesús en mi oración que increpe a los malos espíritus que hay dentro de nosotros y que los mande callar, pues nos atormentan y no nos dejan tener paz, y también le pido a Jesús que les ordene que se marchen de nosotros.
2) Nosotros hemos de aprender de Jesús a la hora de tratar a los hombres, tanto sanos como enfermos: pararnos ante ellos y escucharlos, acogerlos y hablarles, y, en la medida de nuestras posibilidades, liberarles de su situación.
3) Ser generosos y acoger a las personas que han sido liberadas por Jesús y no pensar egoístamente en nuestros intereses y comodidades.