Domingo VI del Tiempo Ordinario (B)

12-2-2012 DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO (B)
Lv. 13, 1-2.44-46; Slm. 31; 1 Co. 10, 31 - 11, 1; Mc. 1, 40-45
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Del evangelio de hoy podemos sacar dos temas para profundizar, reflexionar y orar: 1) el diálogo entre Dios y el hombre, y 2) la obediencia de Dios hacia el hombre, pero la desobediencia del hombre hacia Dios.
- 1) Observamos cómo dialogan el leproso y Jesús. Por parte del hombre se dan estos elementos en el diálogo: * Es el hombre necesitado (enfermo de lepra) quien se acerca a Jesús; * el leproso se pone de rodillas ante Jesús; * el leproso le suplica a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme”. Por parte de Jesús los elementos del coloquio son los siguientes: * Jesús siente lástima; * también Jesús se acerca al leproso, pues nos dice el evangelio que Jesús “extendió la mano y lo tocó”; Jesús contesta al hombre: “Quiero: queda limpio”.
Voy a leeros a continuación un trozo de una carta de un seminarista que está estudiando en China. Nos narra él su relación con el dinero y cómo Dios le va educando en este ámbito: “El Señor me ha hablado de mi relación con el dinero, pues la fe pasa por el bolsillo: ‘No podéis servir a Dios y a la mamona’. Yo intento ser responsable a la hora de usarlo, pero sólo me sale tacañería. La verdad es que estas dos cosas están muy mezcladas en mí. Mi manera de utilizar el dinero es también consecuencia de la educación recibida, y de cómo he respondido siempre. Como siempre he tenido poco dinero, creía que ahorrarlo todo era la cosa más responsable, pero… ‘la virtud está en el justo medio’ y yo he exagerado. Cada día me he vuelto más avaro y eso hace que vivir con una persona tan generosa como Matteo (otro seminarista con el que está en China), me cueste más. Cada vez que gastamos algo y la relación calidad-precio me parece inconveniente, no solamente me disgusta, sino que me provoca una ira profunda. Por eso digo que todavía soy un inmaduro para entender mi avaricia y mi responsabilidad. Por ejemplo, un día le pedí a Dios que me iluminase sobre esto y al día siguiente, tras haber comprado unos billetes caros para ir a Hong Kong, perdimos el tren y tuvimos que volver a comprarlos. Mi frustración fue tan grande que entré en el baño de la estación y me puse a llorar. Definitivamente, tengo un gran problema con el dinero, pero por otra parte no desespero, porque no son los sanos quienes necesitan un médico, sino los enfermos; no son los justos lo que Jesucristo ha venido a llamar, mas los pecadores. Como me dijo una persona: ‘Dale al dinero solamente y nada más que el valor que tiene’”. Está claro que el Señor va enseñando a su futuro sacerdote, como un padre enseñaría a su hijo. Perder el tren y tener que gastar de nuevo mucho dinero en comprar otros billetes, pueden parecer un trato cruel por parte del destino o de Dios, pero estas situaciones son aprovechadas por el Espíritu para enseñar al seminarista: es más importante servir a Dios que a la mamona (dinero).
¿Tenéis experiencia de cómo Dios dialoga o ha dialogado con vosotros a través de los acontecimientos de la vida o de las mociones-palabras-sentimientos en vuestro espíritu?
- 2) Jesús obedece al hombre que le pide la curación: “Quiero: queda limpio”. Pero no sucede al revés. Cuando Jesús le dice al leproso recién curado que no diga nada de la curación (“Él lo despidió, encargándolo severamente: ‘No se lo digas a nadie’”), ¿qué hace el leproso? Pues el hombre aquel no obedece a Jesús: “Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones”.
Hay un rito en la ordenación del sacerdote por parte del obispo en que éste unge con aceite consagrado en la Misa Crismal de la Semana Santa las manos del neopresbítero. Recuerdo que una vez ordenado por D. Gabino (mi arzobispo de entonces) me quedé por la noche mirando mis manos y haciéndome esta pregunta: ¿pero de verdad que estas manos pueden traer cuando yo quiera al altar el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad? ¿Pero de verdad que estas manos pueden perdonar cuando yo quiera los pecados de los hombres? ¿Pero de verdad que estas manos pueden bendecir cuando yo quiera alimentos y objetos, según la petición de los fieles? ¿Pero de verdad que basta mi mera voluntad de un hombre corriente para que Dios me obedezca? Y la respuesta era y es SI. Y a la vez, consciente de mis limitaciones y de mis pecados, me preguntaba y le preguntaba a Dios: ¿Cómo puedes, Señor, obedecerme a mí que soy un pecador, que te dejo en la estacada a cada instante, que te desobedezco continuamente y hasta setenta veces siete en un día de 24 horas? Y la respuesta era y es SI.
El lunes hacía dirección espiritual con una señora y ésta me preguntaba si conocía el hecho de un sacerdote (creo que catalán) había entrado en el programa televisivo “Gran Hermano” y que había sido cesado en sus funciones sacerdotales por su obispo. Le contesté que sí. Y me preguntó de nuevo la señora: ‘Un sacerdote así o securalizado, si consagra el pan y el vino, ¿realmente se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo? ¿Un sacerdote secularizado deja de ser sacerdote o es sacerdote toda su vida? A todo esto le contesté que sí: la consagración de un sacerdote suspendido de sus funciones o secularizado es válida y un sacerdote lo es para siempre, incluso en el cielo o en el infierno sigue siendo sacerdote.
Sí, Dios obedece al hombre y el hombre desobedece a Dios. Sí, Dios es fiel al hombre y el hombre es infiel a Dios. Pero lo más terrible es que, a pesar de saber Dios de antemano lo que va a suceder y lo que vamos a hacer, Él nos obedece y nos obedecería una y mil veces.