Domingo V de Cuaresma (B)

25-3-2012 DOMINGO V CUARESMA (B)

Jr. 31, 31-34; Sal. 50; Hb. 5, 7-9; Jn. 12, 20-33

Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Ya estamos a las puertas de la Semana Santa. Jesús, en los días anteriores al domingo de Ramos, habló con mucha frecuencia a sus discípulos de su muerte, del final de su vida, de su miedo, de su agitación interior, de lo cercano que sentía a su Padre Dios…

- Es unos de esos días Jesús pronunció las palabras que hoy recoge el evangelio: “El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”. Jesús nos dio pruebas a lo largo de su vida de poner a los hombres antes que Él mismo: Nos dice el evangelio en diversos momentos que casi no tenía tiempo ni para dormir, ni para descansar, ni para comer. Su tarea era agotadora. Jesús no se cuidaba, porque nos cuidaba. Jesús no dormía demasiado, porque velaba nuestro sueño con su oración nocturna ante Dios Padre. Jesús no se protegía, porque nos protegía a nosotros.

También hoy seguidores y fieles suyos siguen sus palabras, su ejemplo y su vida estén donde estén. Ahí os va el caso de una misionera en Centroamérica: “Cuando voy a llevar la comunión a la gente, casi siempre voy con sufrimiento: cuando voy en la mañana, me da una renitis y se me tapan los oídos, la respiración y se me va la voz; cuando voy en la tarde, es un calor insoportable. En ambos tiempos voy de mucha prisa, porque siempre tengo algo pendiente y tengo que vencerme, porque hasta pereza me da -aunque sé que allí le encuentro (a Jesús) muy claramente-. Siento una gran nostalgia (no sé de qué) en mi corazón; tengo que agarrarme muy fuerte a Él y decirle: ‘¡Señor!, devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso’. Cuando termino de llevar la comunión, tengo una satisfacción que me dura toda la semana”.

Otros ejemplos de este amar más a los demás que a uno mismo, de amar más a Dios que a uno mismo, está en el plan de Cuaresma que muchos fieles están llevando a cabo en este tiempo: con las comidas, con la tele, con el ordenador, con el tabaco, con las compras, con la lengua, con un tiempo mayor de oración o de lectura espiritual, con limosnas, con mortificar el sueño o el cansancio, con atacar la soberbia y el amor propio, con buscar las obras de caridad para con los otros… Os animo a seguir por este camino de morir a nuestros propios gustos por el bien de los demás y por amor a Dios, pues ya sabéis lo que Cristo Jesús nos ha dicho hoy en el evangelio: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.

- Otra de las frases de Jesús en el día de hoy es ésta: “El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor”. Esto os lo explico con un cuento: “Tres obreros trabajaban en una enorme granja. Daniel se ocupaba de cuidar los caballos y se pasaba todo el día lamentándose de cuán duras eran sus tareas y qué poca paga recibía. A Ramón le tocaba ordeñar y llevar a pastar a las vacas. Siempre se le escuchaba maldecir y con frecuencia estallaba lleno de cólera pegando patadas a todo lo que se le ponía por delante. Por último, Carlos estaba encargado de cuidar los cerdos. Carlos, antes de comenzar su tarea, daba los buenos días a sus compañeros y les dedicaba una sonrisa. El trabajo de Carlos, al igual que el de Daniel y el Ramón, era muy pesado, pero Carlos nunca maldecía ni se quejaba. En los momentos más duros Carlos cogía un crucifijo de madera que tenía en su bolsillo, lo contemplaba un instante y continuaba con su labor con una gran paz. Este hecho provocó la curiosidad de sus compañeros y un día Daniel le preguntó: ‘Carlos, ¿por qué siempre llevas una cruz en el bolsillo’. Ramón burlonamente comentó: ‘Seguro que es su amuleto de la buena suerte’. Carlos sacó la cruz de su bolsillo y dijo: ‘Esta cruz la fabriqué yo con mis propias manos y tiene un gran significado para mí. Este trozo de madera representa la cruz que me ha tocada cargar en esta vida. Cada vez que la miro, a mi mente me viene el recuerdo del calvario y veo a tres personas que subiendo esa cima llevaron sus respectivas cruces. La primera persona a la que veo es a Dimas (el buen ladrón), que llevó su cruz obligado, porque no le quedaba más remedio. La otra persona a la que veo es a Gestas (el mal ladrón), que la llevaba maldiciendo y renegando de todo y contra todos. Por último, veo a Jesús que se abrazaba a su cruz mientras caminaba. Cuando el cansancio, la injusticia, la cólera… me amenazan con robarme la paz, entonces tomo esta cruz en mis manos, la miro y me hago la siguiente pregunta: ¿Cómo quiere Dios que lleve esta cruz que me ha tocado? ¿Como Dimas? ¿Como Gestas? ¿O como Jesús?’”.

Con nuestros labios decimos que queremos seguir a Jesús, pero en tantas ocasiones nuestra vida y nuestras reacciones se parecen bastante a las de Daniel-Dimas. Otras veces se parecen a las de Ramón-Gestas. ¡Qué pocas veces se parecen a las de Carlos-Jesús! Somos nosotros quien podemos llevar la cruz de la vida de la primera manera, o de la segunda manera, o, con la ayuda de Dios, del tercer modo. ¿Cómo sé yo de qué manera llevo la cruz? Muy fácil: si tengo resignación, llevaré la cruz al modo de Daniel-Dimas. Si tengo ira e impaciencia en mi corazón, llevaré la cruz al modo de Ramón-Gestas. Si tengo paz, entonces llevaré la cruz al modo de Carlos-Jesús, ya que donde está Jesús no puede haber más que paz, vida eterna y mucho fruto.