Domingo IV del Tiempo Ordinario (IV)



3-2-2013                                 DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)

Homilía del Domingo IV del Tiempo Ordinario (C) from gerardoperezdiaz on GodTube.

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En la primera lectura escribe el profeta Jeremías unas palabras que un día Dios mismo le dirigió a él: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré”. Y en el Salmo 70, que acabamos de escuchar, se dice: “Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas”. Y estas dos palabras golpearon mi espíritu, pues en tantas ocasiones miro para los jóvenes y adolescentes que me rodean y percibo una serie de deficiencias y carencias importantes. En otras ocasiones miro dentro de los templos y no veo casi jóvenes ni adolescentes. Ellos están alejados de la Iglesia católica en Asturias, y la Iglesia católica de Asturias está alejada de ellos. Es como si se dieran la espalda mutuamente, como si no se necesitaran: una a los otros, ni los otros a la una. Finalmente, tantas veces, padres o abuelos o los mismos jóvenes y adolescentes me comentan los problemas que tienen entre sí en sus casas. Sé que lo que planteo es un caso muy complejo, pero, al menos, sí que quisiera decir algo que nos ayudara a pensar-orar sobre este tema.
Sería de una gran miopía ver la mayor parte de la problemática de los jóvenes y adolescentes únicamente en… su relación con la Iglesia católica. Su problemática abarca al ámbito de la religión, de la escuela y del instituto, de sus amistades y diversiones, de la sociedad y de su familia. Así, están teniendo una cierta fama dos programas televisivos: ‘Supernanny’ y ‘Hermano mayor’, los cuales tratan, el primer programa, de diversos casos de niños, de muy pocos años de edad, y que son los auténticos ‘reyezuelos’ de sus casas y, el otro programa, trata de adolescentes y jóvenes que hacen la vida imposible a sus padres con comportamientos que rayan casi en la delincuencia. Voy a narraros ahora un caso que copié del periódico ABC (27-9-09):
“La Fiscalía General del Estado alertaba esta semana del ‘preocupante’ incremento de las agresiones de adolescentes contra los miembros de su familia. Con la intención de entender esta problemática, ABC se ha introducido en el infierno vivido por uno de sus protagonistas: Rafa ha cumplido la mitad de la medida judicial que le impuso el juez, cinco meses, de los cuales dos estuvo completamente aislado de su familia debido a una orden de alejamiento. Aún le quedan otros cinco para reflexionar, aprender a controlarse y a aceptar que quien tiene la autoridad no es él, sino sus padres. ‘Todavía nos queda mucho trabajo por hacer’, explica este chico de 17 años, cuya vida ha cambiado por completo desde que convive con otros siete chavales que, como él, cometieron un delito de violencia doméstica contra sus progenitores. ‘Al principio yo pensaba que quienes estaban equivocados eran mis padres y ellos que era yo. Cuando los psicólogos les decían que tenían que cambiar el modo de actuar, a ellos no les gustaba y a mí tampoco, porque yo me creía el cabeza de familia, y se tenía que hacer lo que yo decía’.
‘Estás denunciado’
Un día de abril todo se nubló para la familia de Rafa. Algo, una nimiedad como tantas otras veces, desencadenó una ‘bronca’ en el domicilio. Además de los gritos y amenazas, el trauma finalizó con un padre lesionado y con toda la paciencia que quedaba por gastar. ‘Estás denunciado’, fueron las últimas palabras que Rafa escuchó esa noche de su magullado padre, pero no se las creyó, porque no era la primera vez que las escuchaba -hasta cuatro veces llegó a acudir la policía en los años anteriores a su casa, una de las cuales el conflicto finalizó en un hospital- y pensaba que no sería la última. A la mañana siguiente, la Policía se dirigió al instituto donde Rafa cursaba 1º de Bachillerato para detenerlo. Durante las nueve horas que permaneció en la comisaría, hasta que fue conducido a las dependencias judiciales a la espera del juicio, Rafa sólo pensaba en que esa tarde debía quedar con sus amigos. ‘Cada día era como si estuviera en fin de semana para mí; tenía que hacer por fuerza lo que yo quería’. Y ese día, Rafa sólo sentía impotencia, porque esa tarde no podría salir.
El calabozo, lo más duro
Desde la comisaría, Rafa fue conducido al Juzgado de Menores, donde pasó una de las noches más difíciles de su vida. ‘Entiendo que fue una decisión muy dura para mis padres y que lo hicieron para salvarme la vida en cierto modo, pero creo que no me lo merecía’. Rafael recuerda que compartió ‘castigo’ esa noche con delincuentes habituales, cuyas faltas para el adolescente eran mucho más graves que la suya: ‘Me metieron en un calabozo con chicos que habían robado o violado y, no creo que pegarte con tu padre sea comparable’, destaca. ¿Qué significó para él? Fue una auténtica jornada de reflexión. En ese instante se dio cuenta de lo que había hecho; no logró conciliar el sueño en toda la noche. Una vez allí, el susto fue enorme. ‘Me sentía fatal’. Los educadores de Rafa coinciden en señalar que fue duro, pero sin duda también lo fue para los padres; ‘es complicadísimo denunciar a tu hijo’ sostienen quienes trabajan en el centro con el caso de Rafa, pero es necesario hacerles comprender que es lo mejor que pueden hacer para ellos, cuando se produce una agresión de este tipo. Hoy, cinco meses después, Rafa es capaz de referirse a ese momento como un punto de inflexión en su trayectoria. ‘A mí me sirvió, me cambió mucho esa noche, porque empecé a arrepentirme de verdad, a reflexionar; antes nunca lo había hecho’. La noche anterior fue una vez más, ‘pegué a mi padre, porque no aguantaba que me mandase, que me diera órdenes’ y pensaba que ‘yo era el que dictaba las normas y debían hacer lo que quisiera’. Además, la distancia le ha otorgado la certeza de que el calabozo no hubiera sido suficiente: ‘Si hubiera regresado a casa a la mañana siguiente, tarde o temprano el episodio se hubiera repetido’. Cualquier cosa detonaba una discusión, y en el momento que protagonizaba su particular infierno, no era capaz, y tampoco lo intentaba, de controlarse. ‘No era yo mismo; quería pasar el fin de semana entero fuera de casa y aunque mis padres me dijeran que con 15 años no podía, por eso me escapaba’. Ahora tiene claro que no quiere volver a esa vida. Pero siente miedo de que la ira vuelva a aparecer y se repita el incidente”.
            - Conclusiones:
            * Para los demás: Lo mismo que, como dice el Salmo 70, Dios busca instruir a los jóvenes y eso queda en ellos grabado, de por vida, también nosotros hemos de procurar realizar lo mismo sin desfallecer en los que están a nuestro lado: cuando son bebés, cuando son niños, cuando llegan a la adolescencia, a la juventud y en todos los momentos de su vida. Nunca se puede dar nada por acabado. Estoy conociendo demasiados casos del llamado ‘demonio meridiano’ o ‘meridiano de los 40 a los 50’, en que hombres y mujeres (más hombres) echan por la borda su vida, su familia, su trabajo, sus amistades por una ‘juventud’ que se les escurre entre los dedos.
            * Para nosotros mismos: Dice San Pablo: “El que crea estar seguro, que tenga cuidado, no sea que se caiga”(1ª Co. 10, 12). Pues así nosotros. Nunca hemos de considerarnos ya salvados, ya sabios, ya fuertes, ya cristianos acabados en ningún momento de nuestra vida. Siempre hemos de estar en actitud humilde. No podemos ni debemos considerarnos buenos y santos por nuestras propias fuerzas. Sólo el Señor puede hacerlo en nosotros. Sólo así se entienden las palabras que Dios dirigió al profeta Jeremías: “Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país […] Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”.