Toma de posesión en Tapia de Casariego



6-9-2013                     VIERNES XXII TIEMPO ORDINARIO (C)
                                                                  Col . 1,15-20; Slm. 99; Lc. 5, 33-39
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            El 4 de septiembre acabo de ser nombrado párroco de Tapia de Casariego, de La Roda, de Serantes, de Campos y Salave, de Tol y del Valle de San Agustín. Pues bien, deseo que esta homilía sea como un programa de vida y de acción y, por lo tanto, deseo mostrar algunos criterios y algunas perspectivas con los (entiendo y creo firmemente) que se ha de entender y vivir la fe de Jesucristo en la Iglesia.
            El 4 de septiembre, después de recibido el nombramiento por parte del Sr. Arzobispo, he llegado a estas parroquias. ¿Por qué vengo, para qué vengo a ellas?
            - Vengo como ministro de Dios y de su Iglesia. ‘Ministro’ es una palabra que etimológicamente (en su origen) significa ‘servidor’: servidor de Dios y servidor de su Iglesia. La Iglesia sois vosotros, por lo tanto, vengo a serviros a vosotros.
            - Vengo con autoridad, pero no con la autoridad del mundo, que se basa en la fuerza, en los títulos y en ser superior a otros o en ser más sabios que otros[1]. No. Vengo con la autoridad de Cristo Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir (cfr. Mt. 20, 28). Por eso, de un sacerdote no puede ni debe salir nunca la frase: ‘Aquí mando yo’.
            - Vengo sabiendo que vosotros, los seglares, no sois cristianos de segunda división en la Iglesia. NO. Sois cristianos de primera división como lo son los sacerdotes o los obispos o el Papa. Sí. Somos cristianos de primera división, porque todos tenemos el mismo y único bautismo. Hay unas palabras de los maridos que revienta a muchas mujeres: es cuando éstos les preguntan: ‘¿En qué te puedo ayudar?’ Ellas contestan: ‘¿A mí?, en nada. La casa es tanto tuya como mía, las tareas del hogar son tanto tuyas como mías, la atención de los hijos es tanto tuya como mía’. Todas éstas son responsabilidades compartidas y corresponden por igual al esposo y a la esposa, a la esposa y al esposo. Pues del mismo modo, un seglar no ayuda ni debe ayudar a un sacerdote, como si la responsabilidad mayor en la Iglesia o en la parroquia perteneciera al párroco. NO. La Iglesia y la evangelización son tareas y responsabilidad de todos los cristianos: seglares y sacerdotes, sacerdotes y seglares.
            - Vengo a Tapia de Casariego en el año 2013. No estamos en las mismas circunstancias que en 1984, cuando, recién ordenado sacerdote, fui enviado a Taramundi como párroco. Nuestra Iglesia asturiana es hoy mucho más pobre en activos humanos: somos menos y más viejos. Los jóvenes brillan por su ausencia en nuestra Iglesia asturiana.
            Es mi firme convencimiento que en 10 ó 15 años la Iglesia asturiana habrá desaparecido en un 20 % ó en un 40 %, tanto en sacerdotes como en seglares. Nos estamos quedando solos en nuestros templos y en nuestras parroquias[2].
            - Vengo en el nombre de Cristo. Decía Él a San Pedro y a sus apóstoles, cuando muchos lo abandonaron según el capítulo sexto del evangelio de San Juan: “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn. 6, 67). Y San Pedro contestó: “¿A dónde vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de Vida Eterna(Jn. 6, 68). Esas Palabras son las que yo quiero entregaros, en el nombre de Jesús y con la autoridad de Jesús, el tiempo que Dios me deje entre vosotros.


[1] Ya lo decía el profeta Jeremías: “Así habla el Señor: Que el sabio no se gloríe de su sabiduría, que el fuerte no se gloríe de su fuerza ni el rico se gloríe de su riqueza. El que se gloría, que se gloríe de esto: de tener inteligencia y conocerme” (Jr. 9, 22-23) y también San Pablo: “El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (2 Co. 10,17.
[2] En el periódico digital ‘Voz Populi’ salía publicado el 24 de agosto de 2013 lo siguiente: “Hace justamente un año, en agosto de 2012, el responsable de Rethink Marketing, compañía especializada en consultaría estratégica, publicó en la web corporativa una nota “gamberra” que a su obvio deseo de llamar la atención unía una evidente provocación intelectual, cuyo título rezaba, nunca mejor dicho, literalmente así: ‘¿Qué tienen en común la Iglesia Católica y El Corte Inglés?’ Para su autor, José Luis Pastor, ‘la Iglesia es una de las empresas con mayor volumen de clientes y presencia física en todo el mundo, siendo, al mismo tiempo, una de las que soporta una mayor tasa de deserción de fieles’. Tras hacer recuento del potencial de la “marca” (un logotipo imbatible -la cruz-; una promesa de marca única -la vida eterna-; una red de sucursales con presencia hasta en la aldea más remota; el manual corporativo más leído de la historia -la biblia-; una red comercial formada por trabajadores dedicados en cuerpo y alma a propalar las ventajas del producto -curas y monjas-, y un CEO capaz de generar publicidad gratuita con un simple chasquido de dedos –el Papa-), Pastor se preguntaba ‘¿Cómo es posible que tal acumulación de ventajas competitivas no sea suficiente para frenar su caída y evitar la expansión de productos sustitutivos (cienciología, budismo, evangélica, etc.) que mantienen una tendencia de alto crecimiento? ¿Cómo explicar que la industria de la fe sea incapaz de explotar sus activos?’ […]ECI y la Iglesia tienen, sin embargo, un elemento en común: todo ha cambiado a su alrededor, pero ellos parecen no haberse dado cuenta. En consecuencia, su mercado se está extinguiendo. ‘Las nuevas generaciones ni compran en ECI ni acuden a misa los domingos’. El corolario es claro en ambos casos: pérdida de clientes y/o fieles y caída de ingresos”.