Epifanía del Señor (A)



6-1-2014                                            EPIFANIA (A)
Homilía en vídeo. HAY QUE PINCHAR EN EL ENLACE ANTERIOR PARA VER EL VIDEO. Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Celebramos hoy la fiesta de Epifanía. Es la segunda fies­ta más importante de la Navidad. La primera es el nacimiento de Jesucristo.
En el evangelio de hoy se nos dice que los Magos de Oriente “entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. Y esto es lo que hoy celebramos en la fiesta de Epifanía o de la Manifestación del Señor. El Niño Jesús, el Dios hecho hombre, es reconocido como tal por algunos hombres, y le adoran y le ofrecen sus dones.
Hace unos años vi por la televisión trozos de dos cabalgatas: una en Oviedo y otra en Madrid. *Me llamó la atención en esta última, vista desde el punto de vista de la fe, que, en vez de una manifestación de fe, era un mero desfile de modelos para lucirse y alimentar los ojos (con música de brasileños y espectáculo de banderas de gente de Siena-Italia). *Me llamó la atención que en la cabalgata de Oviedo también tenía mucho de espectáculo de desfile, pero hubo un hecho correcto históricamente y es que los Reyes Magos se arrodillaron ante la imagen del Niño a adorarlo. ¿Qué pasaría por la mente de los que hacían las veces de los Reyes? ¿Se darían cuenta de lo que representaban en aquellos momentos?  ¿Estarían realmente adorando en su corazón al Niño Dios? Pues eso es lo fundamental, como vimos más arriba: los Magos de Oriente “entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.  
            En medio de todas estas festividades mundanizadas de las Navidades, o de las fiestas de la familia, o de las fiestas de las vacaciones de invierno, o de las fiestas de la comida y de la bebida, el Espíritu Santo actúa en personas concretas y les hace pararse a reflexionar sobre sus actuaciones, sobre su vida. Aquí van dos ejemplos, por si nos pueden ayudar a nosotros.
1) Este primero es de una señora que me escribió por Internet un 5 de enero: “Hola Andrés, estoy en hora tonta de tienda, de esas que la cabalgata está en pleno furor y a ratos podemos parar.- Ya tengo ganas de que pase.- Este año y por vez primera, no he gastado ni un ‘chabo’ para nadie; no me sale, y he decidido que sin ver necesidad, ni tener ilusión, es una tontería.- Bueno, son cosas mías.- Espero mañana con la pregunta de ver qué hace mi familia, pues es justo la antítesis de toda la vida. Hasta otro momento.”
2) Otra persona me escribió al principio de las Navidades y me dijo esto: Como sabes, he pasado por una infancia dura. He vivido la violencia a mi alrededor y en carne propia. He tenido suerte porque mi madre, que había vivido una infancia en un hogar cristiano, no se venía abajo y luchó por sacarnos adelante a sus 4 hijos. Mi padre no era malo; simplemente no sabía  amar. Y yo, además, era el paño de lágrimas y el desahogo de mi madre. Una niña teniendo que cargar con los problemas de los adultos. Está claro que todo esto te hace ser de una manera particular: Un sentimiento de ‘justicia’ hipertrofiado, un hambre de amor y atención que no se sacia con nada. Miedos, inseguridades, rencores, evasiones y huidas... Dolor y pecado. He estado haciendo un ejercicio que viene en el libro ‘Encuentro con Jesús’ de Marcelino Iragui sobre el perdón. He hecho la lista de las personas por las que me he sentido herida y, voy por la mitad o un poco menos, y me he dado cuenta que tenía muchas cosas contra mis hermanos. Así que he pensado que todas las Misas a las que he ido no han debido servir para mucho, pues mi ofrenda ante el altar estaba contaminada con el odio y el rencor. Te copio la oración que hago por cada persona por la que me he sentido herida: ‘Fulanito, una vez me sentí herida por ti, probablemente porque no te comprendí bien. Si no lo hice antes, ahora te perdono de todo corazón, y te pido perdón por haberte juzgado. Señor Jesús, que ves el pasado como el presente, sana cualquier herida que quede en mí y en Fulanito desde entonces. Que tu amor penetre plenamente esa parte de mi vida y de la suya. AMÉN.’”
            ¡Qué esta celebración nos ayude a adorar al Niño Dios en verdad y sencillez!