Domingo VIII del Tiempo Ordinario (A)



2-3-14                          DOMINGO VIII TIEMPO ORDINARIO (A)

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Seguimos un domingo más con el sermón de la montaña y Jesús continúa desgranando su mensaje y, al mismo tiempo, va retratando al género humano. En esta ocasión Jesús contrapone el dinero y Dios: Nadie puede estar al servicio de dos amos. […] No podéis servir a Dios y al dinero.
1.- Dinero. ¿Creéis que el dinero[1](los bienes materiales) es importante? Sí, lo era en tiempos de Jesús, lo es ahora, lo era hace cuatro siglos y lo seguirá siendo en el futuro. Supongo que recordáis aquella famosa poesía de Francisco de Quevedo.
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero
.
[…] Quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero
.
[…] Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero
.
[…] Pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero
            Sí, como bien dice Quevedo, con dinero podemos hacer todo cuanto queremos. Con dinero nos transformamos en bellos, aunque seamos feos, en jóvenes, aunque seamos viejos (mirad esos artistas o futbolistas que se juntan con chicas hermosas, que no tendrían si fueran albañiles o pescadores; mirad en esos ancianos ricos que se juntan con chicas hermosas y jóvenes, que no tendrían su fuesen jubilados del campo o de una oficina). Con dinero se compra todo o casi todo, a todos o a casi todos. Con dinero adquiere fama y fuerza el que nada tenía (Jan Koum es el creador de WhatsApp. Creció en Ucrania, migrando a principios de los años noventa a Estados Unidos cuando era un adolescente. Vivió de subsidios estatales y cupones de alimentos. Ahora ha vendido su compañía por 19.000 millones de dólares). Por eso, hemos de decir, con Quevedo. ‘Poderoso caballero es don Dinero’.
            Pero el dinero, lo mismo que nos eleva en la sociedad y ante los demás, también nos puede destruir o hacer mucho mal. Sí, por el dinero y los bienes materiales se rompen las familias al repartir herencias. Por el dinero se mata con cuchillo, con pistola o en el corazón a quien está a nuestro lado. Por el dinero nos humillamos ante los que tienen. Con dinero humillamos a los que no tienen. El dinero nos llena de soberbia y nos aleja de Dios, pues nada necesitamos de Él.
            2.- Dios. Con este evangelio Jesús nos invita a agarrarnos de la mano de Dios y no de la mano de don Dinero. ¿Qué sucede cuando lo hacemos así? (Sí, es posible agarrarse de la mano de Dios y no de don Dinero). Voy a contaros algún ejemplo (algunos de los que seguís este blog ya lo conocéis). Una vez prediqué en unos ejercicios espirituales y enseguida una señora que hacía los ejercicios me entregó el siguiente escrito: “Querido amigo Don Andrés: Lo que voy a hacer ya lo tenía muy pensado y decidido, pero hoy, al escucharlo a Vd., es cuando más decido hacerlo. No es para mí ningún sacrificio, aunque sí un poco de tristeza. Sí, para qué voy a engañarlo. En mi vida anterior fui soberbia, presumida y un poco ‘gilipollas’, perdón por esta palabra. Yo deseaba siempre tener un abrigo de visón, pero no todos me gustaban. Quería el mejor. Hace trece años (en 1997) mi mejor amiga de Madrid me regaló uno de ella (regalo de su suegra), cuyo abrigo había costado 1.600.000 pts. de las de antes. Yo vi el cielo abierto cuando ella me lo regaló. Fui inmensamente feliz con este abrigo. Digo ‘feliz’ entre comillas. Esto me hacía presumir como un pavo real y no ser yo. Ahora he bajado de arriba. Tengo los pies en la tierra y pienso: ‘Fulanita, no te pertenece ahora este lujo. Ya no eres como antes’. Y quiero que Vd., amigo D. Andrés, se lo dé a la persona más pobre o, por lo menos, que hubiese deseado tener un abrigo así me desprendo de lo material; me desprendo de lo material; me desprendo de mi hipocresía, de mi soberbia y mi manera de ser como era. Deseo tanto ser feliz con mi pobreza, con tener a Dios, a mi Madre, mi Virgen Santísima, y, por favor, recójalo junto con otro chaquetón, también bonito y bueno. No quiero tenerlo. No soy digna de llevarlo. Me ‘pesa’. Me gustaría que se lo dé a alguien que tenga esa ilusión, que alguien sea feliz con ello. Yo lo fui, pero –repito– en mi situación de pobre, porque pobre soy, no lo merezco. Pobre, pero no de humildad, sino de fe en Dios y estos días han sido aprovechados al máximo. Quiero que me vea, D. Andrés, lo que era antes: en mi época en León, en Madrid. No era yo, la Fulanita que soy ahora; y gracias al Cursillo de Cristiandad me he bajado toda esa fantochada que era. Que Dios le bendiga y le ilumine siempre”.
            Sí, esta señora servía al dinero, pero, en cuanto se encontró cara a cara con Dios, quiso servirle sólo a Él.
            - Termino con dos ideas:
            La primera es que, para los cristianos, don Dinero tiene que convertirse en un medio, en un instrumento y no en un fin como muchas veces hemos hecho y hacemos con él.
            La segunda es transcribiros aquí una poesía de Santa Teresa de Jesús que nos invita a la confianza absoluta en Dios y no en otras cosas. Esta poesía está en sintonía con lo dicho por Jesús en la última parte del evangelio de hoy:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta
.

[1] Ya el año pasado os hablaba en una homilía del dinero; en la homilía del 22 de septiembre.