Natividad de la Virgen María

8-9-2011 SANTINA DE COVADONGA (A)

Cant. 2, 10-14; Lc. 1, 46-55; Ap. 11, 19a; 12, 1.3-6a.10ab; Lc. 1, 39-47



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- A principios de agosto me preguntaba una persona por el libro del Apocalipsis, ya que había muchas cosas que no entendía en él (hablo de esto, porque la segunda lectura de hoy pertenece a este libro de la Biblia). Y es que en el Apocalipsis aparecen muchos símbolos y figuras, que tienen un determinado significado. Contrasta este libro y su redacción con la redacción y con el contenido de los evangelios, en los que Jesús habla de modo sencillo y todo el mundo es capaz de comprenderlo. En el Apocalipsis todo es mucho más complicado de entender. ¿Por qué y para qué se escribió este libro, y por qué se escribió de esta manera tan incomprensible hoy día para nosotros?

Históricamente, se sabe que el Apocalipsis fue escrito a finales del siglo I o principios del siglo II, cuando las persecuciones romanas contra los cristianos se hicieron más cruentas, en tiempos del emperador Domiciano. Éste, como algunos otros emperadores, exigían que sus estatuas fueran adoradas a lo largo de todo el imperio, cosa que los cristianos se negaban a hacer por motivos religiosos: los Césares se autoproclamaban 'Señor de Señores', además de 'hijos de Dios', títulos que los cristianos reservan exclusivamente para Jesucristo. Ante la negativa de los cristianos de adorar como dioses a los emperadores, estos los persiguieron a muerte. En este contexto histórico y en este clima de muerte y de persecución se escribió el Apocalipsis. Por ello, en este libro se hace referencia a estas persecuciones y a los consejos que se daba a los cristianos para que se mantuvieran en la fe y soportaran todos los sufrimientos, poniendo la esperanza final en el Reino de Dios[1]. Por lo tanto, el objeto de este libro es triple: 1) consolar a los cristianos en las continuas persecuciones que los amenazaban, 2) despertar en ellos "la bienaventurada esperanza" (Tito 2, 13) y 3) a la vez preservarlos de las doctrinas falsas de varios herejes que se habían introducido en el rebaño de Cristo.

Acerca de la simbología utilizada en el Apocalipsis recuerdo que, cuando yo estudiaba en el Seminario, le preguntamos a nuestro profesor de Sagrada Escritura sobre la utilidad de ese lenguaje simbólico del Apocalipsis y nos contestó que los cristianos de entonces estaban muy perseguidos, “que se les cazaba como a conejos”, que todo el mundo les denunciaba, incluso los propios familiares de los cristianos y, por ello, inventaron un lenguaje para comunicarse entre sí y que los demás no lo comprendiesen. Por ejemplo, no sé si sabéis que el símbolo del pez fue muy usado por los primeros cristianos. En griego, pez se dice "IXTHYS" (Ijzýs). Puestas en vertical, estas letras forman un acróstico[2]: "Iesús, Jristós, Zeú, Yiós, Sotér" = Jesús, Cristo, de Dios, Hijo, Salvador. De esta manera, cuando un cristiano se encontraba con otro, para saber si el otro también era cristiano dibujaba el pez y, si el otro respondía del mismo modo, es que los dos tenían la misma fe: en Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador del mundo[3]. Pues de la misma manera, el autor del Apocalipsis escribió este libro, que si caía en manos de no cristianos no pudieran entender gran cosa, pero para los creyentes en Cristo fuera perfectamente comprensible. Así, la “gran Babilonia” era Roma y su imperio que los estaba masacrando, la “bestia” o el “dragón” era Satanás o el mismo imperio romano, el “Cordero” es Jesucristo, las “doce estrellas” son los doce apóstoles, etc.

- Ya por lo que se refiere a la segunda lectura, vemos que en ella se menciona en dos ocasiones a una mujer. En un primer momento se dice que esta mujer estaba “vestida de sol, la luna por pedestal, coronada de doce estrellas”. En un segundo momento se nos dice que esta mujer estaba embarazada, que iba a dar a luz a un niño, que, después de dar a luz, la mujer tuvo que huir al desierto. Pues bien, el significado de esta mujer es doble: en primer lugar, se refiere a la Virgen María, a la cual se le representa en muchas ocasiones con la luna de pedestal y rodeada de las doce estrellas, o también es la Virgen María quien dio luz a un hijo, a Jesús, y tuvo que huir de Herodes al desierto. Pero, en segundo lugar, esa mujer es la Iglesia, que tiene el sol (el sol representa a Dios), que tiene a los apóstoles (las estrellas), que tiene que huir al desierto por ser perseguida por el gran dragón.

Los dos significados no tienen por qué ser excluyentes entre sí: la Mujer, la Virgen María, ayuda hoy a la mujer, Iglesia. La Mujer (María) que estuvo en la tierra y ahora está en el Cielo ayuda ahora en los momentos difíciles a la mujer (Iglesia-cristianos) que hoy estamos en la tierra y que somos perseguidos por el gran dragón. En efecto, hoy 8 de septiembre de 2011 celebramos a la Santina de Covadonga. Ella ayudó, en los principios del siglo VIII, a aquellos cristianos que estaban rodeados en las montañas asturianas y a punto de ser aniquilados. Ella nos ayuda hoy día ante tantas dificultades que tiene la vida. El gran dragón también está pendiente de tragarse los buenos frutos que hace Dios en nosotros, pero Dios y su Madre, María, nos ayudan en esta lucha diaria.



[1] Os aconsejo que leáis despacio y meditando los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis. Creo que os encantarán.

[2] Acróstico es una palabra griega que significa la primera letra de cada línea o párrafo.

[3] Recuerdo que, estando en Roma estudiando la licenciatura (era en el bienio 1988-1990) se produjo la caída del muro de Berlín. Entonces comenzaron a llegar muchas peregrinaciones de católicos a Roma de los países del este ya con los permisos de los gobiernos comunistas, y nos comentaron que, en una peregrinación que venía en tren desde Checoslovaquia, había infiltrados de la policía secreta a fin de espiar a los católicos. Estos, sin embargo, utilizaron un método para descubrirlos: pedían a los que estaban en los vagones del tren que dijeran el credo en latín y, los que no lo sabían, eran identificados inmediatamente como los infiltrados. Entonces, se les señalaba y sólo hablaban libremente cuando estos no estaban presentes.

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (A)

4-9-11 DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO (A)

Ez. 33, 7-9; Slm. 94; Rm. 13, 8-10; Mt. 18, 15-20





Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- En el salmo 94 acabamos de oír cómo se nos dice: '¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor!: -No endurezcáis vuestro corazón'. Cuando iba a preparar esta homilía, abría antes un correo electrónico en el que una persona me decía: Sigo con altibajos en mi vida espiritual; te soy sincera: el mundo se pega mucho, pero me arrepiento y voy a confesarme. Dios es misericordioso y le doy gracias porque quiso salvarme. Sí, el mundo que nos rodea nos hace endurecer nuestro corazón para no escuchar al Señor. Y en este tiempo de verano puede ser más fuerte esa voz del mundo y ese “bajar la guardia” por nuestra parte en las cosas de Dios. Por todo ello, la Iglesia nos presenta al inicio de este nuevo curso que comenzamos este salmo maravilloso: “¡Ojalá escuchéis hoy su voz!: -No endurezcáis vuestro corazón”.

1) La primera lectura nos llama la atención para todos aquellos que hablamos en nombre de Dios a nuestros hermanos los hombres. No se refiere sólo a los sacerdotes, sino a todos aquellos que tienen sus oídos atentos a la Palabra de Dios. Y Dios mismo nos dice: “Cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.’” Sí, Dios mismo nos pide a todos los que escuchamos su Palabra que no endurezcamos nuestro corazón y que, cuando Él nos pide que hablemos en su nombre a los hombres, lo hagamos sin miedo: sin miedo al rechazo, sin miedo al ridículo, sin miedo al insulto, sin miedo al escarnio o la crítica. Dios es muy claro: Si “tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.

2) Pero también Dios nos llama la atención a todos aquellos que, no teniendo una conducta correcta, según la voluntad de Dios, Él mismo nos envía profetas en su nombre para que cambiemos de modo de obrar.

No, no debemos endurecer el corazón ni los que hablan (o hablamos) en nombre de Dios, ni los que somos destinatarios de las Palabras de Dios.

Voy a poner un ejemplo sencillo de cómo podemos endurecer el corazón ante las Palabras de Dios: Cuenta Pablo Domínguez, sacerdote de Madrid y que murió en una montaña después de predicar unos ejercicios espirituales a unas monjas, la siguiente anécdota que le pasó a él mismo en una ocasión: “Me acuerdo ahora de una penitencia que me puso un sacerdote una vez. Me dijo: –‘Haz una limosna’. Y, claro, esto me pasa por preguntar, le dije: -‘¿De cuánto?’ Y me respondió: -‘Hasta que te cueste’. ¡Fastidioso el asunto! Porque uno se desprende con cierta facilidad hasta de una cantidad un poquito…; pero, ¿y cuando te cuesta o te desgarra algo? Cuando de pronto dices: -‘Es que si doy esto, ya no me puedo comprar…, ya no puedo coger tanto el coche para ir a no sé dónde…, es que ya no voy a poder ir a cenar con mis amigos’. ¡Ahí me cuesta! Y dije yo: ¡Pues será aquí! ¡Hasta que cueste! ¿Cuándo hay auténtica conversión? Cuando uno dice: -‘¡Uf, uf, uf!’ Cuando produce un cierto abismo, ‘pero, ¿cómo yo voy a…?’ Ahí empieza la conversión. Si no, créanme, lo sabemos todos por experiencia, no hay auténtica conversión: Hay ficción de conversión. Y eso es peor todavía: la soberbia aumenta. Creo que me he convertido y lo que soy es más soberbio que antes”[1]. Si Pablo, después de haber hecho todo el razonamiento anterior, hubiera dado una cantidad de dinero como limosna que no le costase, entonces podríamos decir que él había endurecido su corazón. Sin embargo, si él hubiera dado una cantidad de dinero que le costase, entonces habría ablandado su corazón y habría escuchado las Palabras del Señor.

Dios nos dice a través del salmo 94 en este inicio del curso: “¡Ojalá escuchéis hoy su voz!: -No endurezcáis vuestro corazón”.

- La segunda idea que quisiera predicar es sobre las últimas palabras del evangelio que acabamos de escuchar. Dice Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Cuando leía estas palabras me acordé inmediatamente de las palabras dichas por el Papa Benedicto XVI en la Misa de Cuatro Vientos en las Jornadas Mundial de la Juventud de este año. Decía así a los jóvenes y a todos los que quisieran escuchar: La Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1 Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza. Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él. Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.


[1] P. DOMINGUEZ PRIETO, Ejercicios espirituales con el Padrenuestro, Ediciones Paulinas, Madrid 2011, 30s.

EL FUTBOL ES COSA DE HOMBRES

Pues nada chico, tú lo dijiste, el fútbol es cosa de hombres,por tanto sobran impresentables y cobardes como tú, porque meter el dedo y salir corriendo como un niño, con esa sonrisita de bobo en la cara es para eso, para quitarte del lado de los hombres. Ten mucho cuidado,pequeño taliban del futbol cuando adoctrines a tus descerebrados incondicionales, pobres de ellos, por lo menos hazlo predicando con el ejemplo,  no sea que con lo cortitos de sesos que andan gran parte de tus fanáticos seguidores le den un disgusto a mas de uno. El fútbol tiene unos limites y esos limites se están sobrepasando con creces, y empieza a tocarte las pelotitas de la entrepierna el escuchar las escusas de siempre, sobre todo cuando te viene de un tío que siempre había respetado e idolatrado a pesar de no ser del equipo de tus amores como es el caso de Casillas. Mou se esta cargando el fútbol y gente así sobra de este mundo, y se puede ser fanático pero por lo menos ser cuerdo, y  no lo digo yo, todo el que sabe y no es fanático pensará igual.
En este mes de agosto estaré fuera de Oviedo. No celebraré en la Catedral de Oviedo y no "subiré" las homilías. En septiembre nos vemos. Un abrazo y buen descanso. Dios os bendiga.

Andrés

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (A)

31-VII-2011 XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 55, 1-3; Slm. 144; Rm. 8, 35.37-39; Mt. 14, 13-21



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús muy preocupado por las diversas necesidades de los hombres: 1) Las enfermedades. “Al desembarcar vio Jesús al gentío, le dio lástima y curó a los enfermos”. 2) El hambre. Los discípulos se dieron cuenta que la gente tenía hambre y Jesús hizo el milagro de multiplicar cinco panes y dos peces, y con ello dio de comer a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. “Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras”.

Jesús ve y sabe que hoy día hay hombres, mujeres y niños que tienen necesidades, toda clase de necesidades, y nos dice a nosotros, sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Sí, vosotros que comisteis, “dadles vosotros de comer”. Sí, vosotros que tenéis, “dadles vosotros de comer”.

Pero, ¿hay hoy día necesidades? ¿Hay hoy que dar algo a alguien? En estos días se hacen diversas entrevistas en los medios de comunicación social y se pregunta a la gente cómo va llevando la crisis económica por la que está pasando el mundo. Unos cuentan una cosa y otros otra, pero el otro día sorprendió una persona que contestó: ‘¿Crisis, qué crisis?’ Aquí se hace realidad aquel refrán que dice: Cada uno cuenta la feria, según le va en ella.

Repito: ¿Hay hoy día necesidades? ¿Hay que dar algo a alguien? La semana pasada la ONU declaró la hambruna en el cuerno de África, que comprende Somalia, parte de Kenya, de Etiopía y de Uganda. ¿Qué es una hambruna? Es el estadio de mayor gravedad de una crisis humana. La última hambruna data de 1992, cuando perdieron la vida 300.000 somalíes. Los principales indicadores que la definen son:

- Tasa de desnutrición aguda por encima del 30% (muy por encima de los niveles de emergencia).

- Elevada mortalidad. Más de 2 fallecimientos por cada 10.000 personas al día. Creo que en estos días de atrás el número de muertes diarias es de 6.

- Imposibilidad de acceder a los alimentos y muy limitado acceso al agua (menos de 4 litros por persona al día).

- Desplazamientos masivos de población.

- Mecanismos de adaptación y resistencia agotados. Pérdidas de recursos y activos.

- Dependencia de la ayuda exterior.

Además, existe en ese lugar una combinación de conflicto e inseguridad, un acceso limitado para las organizaciones humanitarias ya que milicias musulmanas lo prohíben, una sucesión de malas cosechas y la ausencia de ayuda humanitaria han puesto en peligro a toda la población en el sur de Somalia. Generalmente tienen dos temporadas de lluvias, una en otoño y otra en primavera. Este año, no llegó ninguna de ellas y la tierra está completamente seca. La hambruna en Somalia ha provocado la muerte de decenas de miles de personas en los últimos meses, y la situación podría agravarse aún más a menos de que se actúe con urgencia. Y al igual que se necesita ahora ayuda alimentaria, hay que apoyar inmediatamente a los campesinos con semillas, aperos y acceso a agua, y a los ganaderos con forraje para evitar más desplazados y la inanición. Esto auxiliará a los campesinos y sus familias para conservar sus ganados y cultivos, y para continuar con la producción de alimentos. El número de somalíes necesitados de ayuda humanitaria se ha incrementado desde 2,4 millones a 3,7 millones de personas en los últimos seis meses. En total, cerca de 12 millones de personas en el Cuerno de África necesitan actualmente ayuda de emergencia.

Por todo esto y por muchos más casos a lo largo de todo el mundo, incluso a la vuelta de la esquina de nuestras casas, Jesús nos dice hoy y siempre: Sí, vosotros que comisteis, “dadles vosotros de comer”. Sí, vosotros que tenéis, “dadles vosotros de comer”. Es imperioso que demos de lo que tenemos, que nos desprendamos de lo que tenemos. Lo que tenemos no es nuestro. Es de Dios. Dios es el auténtico propietario de lo que tenemos: de nuestras casas, de nuestro coches, de nuestra ropa, de nuestros dineros, de nuestros ordenadores… Nosotros somos sólo administradores de lo que tenemos. El propietario es Dios.

Tengo miedo que, nosotros que comemos todos los días y que tenemos lo suficiente para subsistir, estemos llenos de egoísmo, de soberbia, de dureza de corazón. Tengo miedo que, nosotros que comemos todos los días y que tenemos lo suficiente para subsistir, estemos ciegos e insensibles ante las necesidades de los demás, sean estos de lejos o de cerca. Tengo miedo que en nosotros se cumpla el evangelio de Cristo Jesús: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y su ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber…” (Mt. 25, 41-42). Tengo miedo que, pudiendo vivir en el Cielo de Dios, vivamos en el Infierno de nuestro egoísmo.

“En aquel tiempo, un discípulo preguntó a su maestro. –Maestro, ¡cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno? Y el maestro respondió: -Es muy pequeña, y sin embargo de grandes consecuencias. Vi un gran monte de arroz cocido, listo para comer. A su alrededor había muchos hombres casi a punto de morir de hambre. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en las manos unos palillos de dos o tres metros de longitud. Es verdad que podían coger el arroz, pero no conseguían llevárselo a la boca, porque los palillos eran demasiado largos. De este modo, hambrientos y moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterna delante de una abundancia inagotable. Y eso era el Infierno.

Vi otro gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. Alrededor había muchos hombres, hambrientos pero llenos de vitalidad. No podían aproximarse al monte de arroz, pero tenían en las manos unos palillos de dos o tres metros de longitud. Llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevárselo a la boca, porque los palillos eran demasiado largos. Pero, en vez de utilizar los largos palillos para llevarse el arroz a su propia boca, los usaban para servirse unos a otros. Y así aplacaban su hambre insaciable en una gran comunión fraterna, cercana y solidaria, gozando a manos llenas de los hombres y de las cosas, en casa. Y eso era el Cielo.

Cristo nos dice una vez más: “Dadles vosotros de comer”. Sólo así podremos estar en el Cielo.