Domingo IV de Pascua (B)

3-5-2009 DOMINGO IV DE PASCUA (B)
Hch. 4, 8-12; Sal. 117; 1 Jn. 3, 1-2; Jn. 10, 11-18
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Queridos hermanos:
Celebramos hoy el domingo IV de Pascua y también el domingo del Buen Pastor, es decir, a Jesús como el Pastor bueno, que conoce, ama y busca a sus ovejas. En este domingo quisiera hablaros de este Buen Pastor y de una de sus ovejas: Se llama Tini. De ella os he hablado ya el primer domingo de Adviento, en diciembre de 2007. ¿Os acordáis que os hablé de una mujer de Salinas que estaba muy enferma y le quedaba poco de vida y que de su boca salían unas “perlas preciosas”? Pues bien Tini murió el miércoles y el jueves oficié la Eucaristía de encuentro con su Amado Jesús.
La vida de Tini se prolongó un tiempo más del anunciado por los médicos. A finales de noviembre de 2007 dijeron aquellos que Tini no llegaría hasta las Navidades de ese mismo año. Sin embargo, ella estuvo aún año y medio más entre nosotros. En este tiempo su familia y tanta gente fueron testigos de los que Dios hizo en ella. Al llegar el jueves al templo una señora que la conocía bien dijo: “Tini era una santa”. Ella y yo entramos en contacto hace unos 4 años y desde entonces la acompañaba en dirección espiritual, o sea, cada cierto tiempo hablábamos, se confesaba y la orientaba en su vida espiritual.
Durante toda su vida Tini estuvo acompañada por el Señor. El fue su Pastor y ella quiso ser la oveja dócil y sumisa a su Amado Jesús. Así lo experimenté personalmente, pues la verdad es que siempre que estuve con ella en diversas ocasiones durante ese año y medio rápidamente yo escribía en un papel las palabras que salían de su boca, que para mí eran auténticas perlas de Dios.
- Fui a casa de Tini por primera vez el domingo 25-XI-2007 por la tarde después de avisarme su familia que su situación era muy grave. La más entera de todos los que encontré en su casa era ella. Tenía una paz que no era de este mundo. Las lágrimas se nos saltaban a sus hijos, a su marido, a mí…, pero a ella no. Ahí os van algunas de las perlas que he visto y escuchado en esa tarde del domingo:
* Al quedar a solas con Tini para administrarle los sacramentos me dijo que tenía una gran paz, que el Señor estaba haciendo con ellas cosas grandes y que notaba que la estaba preparando. Ella sentía como si estuviera subiendo una montaña y percibía que estaba ahora muy cerca de la cumbre.
* Una de sus hijas le decía: “Mamá, tú ¿por qué no lloras?” Y Tini le contestó: “Porque a mí no se me va a morir nadie”.
* Decía un yerno: “Es tan injusto esto, que le pase esto a ella”. Pero Tini lo vivía todo con gran paz.
* Algunos de la familia le pedían a Dios poder entender lo que le está pasando a Tini, pero después ya comprendieron que no es cosa de entender, sino de vivir.
* Me decía Tini que tenía que preparar yo la Misa de su fallecimiento: que quería que fuera una Misa de alegría, y no de un funeral de tristeza. Ella pasa a otro lugar en donde estará mejor, me decía.
- La vi otra vez el 10 de diciembre de 2007 por la tarde y éstas son otras perlas que copié de sus labios:
* Me decía Tini que la otra vez (25 de noviembre), cuando recibió la unción de enfermos, no notó el efecto en aquel instante, pero al día siguiente se sentía más fuerte, físicamente hablando, y más animosa. Y esto lo achacaba al sacramento recibido.
* Decía Tini que sí se encontraba algo mejor y que, si finalmente se curaba, sería gracias a Dios. Pero si Dios la llevaba con Él, entonces también era gracias a Dios. “Yo siento paz y, mientras la sienta, quiere decir que Dios me lleva con El”.
* Decía también Tini: “Noto que nada de lo que me hacen o me dicen me parece mal. Sin ningún esfuerzo por mi parte, todo lo disculpo. También es verdad que todos me tratan muy bien y son muy buenos conmigo”.
* “¡Cuánto noto la oración que hacen por mí! ¡Qué poder tiene la oración!”
* “Quiero ir a Miranda del Ebro a estar con Nieves (una hija suya), que está sola este fin de semana que viene” (Tini se preocupaba más de los demás que de sí misma).
* “¡Qué alegría poder recibir otra vez los tres sacramentos (penitencia, unción y comunión)!”, dijo Tini al llegar yo a su casa para darle los sacramentos.
- Otro momento en que la vi fue el 18 de julio de 2008 y también recogí unas cuantas perlas:
* “No puedo pedir nada más a Dios. Sólo darle gracias”.
* “Tenía que estar de rodillas en cada momento. Es una maravilla todo lo que estoy viviendo”.
* “Con esta enfermedad estoy descubriendo cosas que no podría descubrir por mucha oración que hiciera”.
* “El tiempo que Dios me da aquí, lo usa para poner en orden las cosas de mi familia”.
* “Si Dios me da más tiempo para educar a David (su hijo pequeño que entonces tenía unos 9 años), pues bien. Si no es así, me lo educará El”.
* “No puedo expresar todo lo que Dios me está dando en este tiempo”.
- Lo último que tengo recogido de ella es del 18 de octubre de 2008:
* “Lo único que hago es dar gracias a Dios. No me sale otra cosa. Bueno, miento, pido a Dios que me deje acompañar un poco más a David. Pero, por lo demás, doy gracias”.
* “Es una gracia tan grande lo que estoy viviendo que no sé explicarlo. No me salen las palabras”.
* “Cuando viene un sacerdote a verme, y me trae la comunión, o la unción, o me confiesa siento una alegría grande. Incluso me la notan las compañeras de la habitación de la Residencia (de Avilés)”.
¿Qué conclusiones saco yo de todo esto? 1) Tini, como dice S. Pablo, sembró espíritu durante su vida, por eso ahora cosecha y recoge Espíritu. Pero quien siembra en esta vida sólo para la “carne”, únicamente cosechará y recogerá luego “carne”.
2) Una muerte santa no se improvisa y una vida santa tampoco. Durante años Tini quiso vivir al lado del Señor, con muchos pecados y fallos, pero –repito- al lado del Señor. Quiso vivir ella y que viviera su familia y las gentes cercanas a ella de un modo muy próximo al Señor. Tini quiso ser del Señor y para el Señor, y sembró, y ahora está recogiendo los frutos.
3) Estamos en el tiempo Pascual, tiempo de resurrección y de vida. Me enteré del fallecimiento de Tini por un mensaje de móvil de su hija Nieves, quien me escribía que su madre estaba ya viendo el rostro de Dios. Sí, para quien muere y vive en la fe de Cristo resucitado, sabe y sabemos que la muerte no es el fin, sino que es la continuación de todo lo que aquí vivimos, pero de un modo purificado y para siempre.
4) En Tini se cumplen perfectamente las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen”. Y es que Tini aprendió en este tiempo a conocer mucho más a su Amado y eso mismo queremos para nosotros.

Domingo III de Pascua (B)

26-4-2009 DOMINGO III DE PASCUA (B)
Hch. 3, 13-15.17-19; Sal. 4; 1 Jn. 2, 1-5; Lc. 24, 35-48
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Queridos hermanos:
Quisiera hoy, domingo III de Pascua de Resurrección, predicaros sobre la ESPERANZA.
- El domingo pasado, por la noche, moría repentinamente una prima mía de 37 años. Deja marido, un niño de 9 años y otro de 3 meses, al que estaba dando el pecho. Fue y es algo muy duro. Al conocer la noticia me quedé completamente anonadado. Fue como un mazazo y llevo desde ese momento un gran peso encima. Enseguida me acordé de su familia: de sus hijos, de su marido, de su madre viuda (mi tía), de sus hermanos… ¡Qué vacío tan grande queda ahora en ese hogar con el fallecimiento de mi prima!
Desde que me enteré del fallecimiento de mi prima levanté la mirada y el espíritu hacia Dios y le he preguntado: “¿Por qué, Señor? ¿Qué sentido tiene esta muerte?” Enseguida han venido a mi espíritu trozos del evangelio: Una palabra de Dios que ha venido a mi espíritu es aquella que dice “estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Sí, estamos en una época de muchos avances técnicos y científicos. Hace muy poco se nos decía que habían salido unas pastillas con una sustancia extraída del vino que puede rejuvenecernos, pero la muerte nos está alcanzando antes o después. Somos hijos de la vida y somos hijos de la muerte. Creemos que tenemos algo o que somos algo, y un acontecimiento como éste nos dice que en cualquier momento podemos pasar de la vida a la muerte. Pero, ¿cómo podemos prepararnos para un hecho así? Pienso que vivimos demasiado materialmente, y que dejamos poco espacio en nuestra vida para lo espiritual. Vivir lo espiritual significa tener más tiempo para Dios, y no me refiero simplemente para rezar, sino para orar. Orar significa hablar con Dios, y sobre todo escuchar a Dios. Vivir lo espiritual significa dejar que Dios entre más en mi vida con la lectura y la meditación asidua de su Palabra. Y todo esto ¿para qué sirve? No sirve para nada y sirve para todo. No nos da nada físico o material, pero nos aporta más paz y equilibrio personal, nos da una mayor serenidad y comprensión a la hora de relacionarnos con los demás, y nos da una luz nueva ante los éxitos de la vida y ante los sufrimientos de la misma. Sí, científicamente está demostrado que las personas que tienen fe en Dios, cualquier tipo de religión, estas personas asumen mejor las dificultades de la vida.
También recordé otra Palabra del Señor, por ejemplo, cuando San Pedro le dijo a Jesús “¿a dónde vamos a ir, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?” Sí, ante el fallecimiento de nuestros seres queridos podemos encerrarnos en el dolor o renegar de esta vida o de Dios, pero no me parece que esto sea bueno. Por eso mi espíritu se vuelve una y otra vez hacia Dios, pues entre sus brazos encuentro consuelo y comprensión. Hoy quisiera decir a mi tía, al marido de mi prima, a mis primos, hermanos de mi prima difunta, y a todos vosotros que nos volquemos en Dios para que sea El quien enjugue nuestras lágrimas y nos ayude a caminar en esta vida.
- Para predicaros sobre la esperanza en el día de hoy me acordé del libro de un obispo vietnamita, que fue prisionero en su país desde 1975. El pasó muchos años en diversas cárceles y, entre otras cosas, narra lo siguiente: Que fue trasladado a un campo de reeducación “en medio de otros prisioneros tristes y enfermos, en las montañas. Sobre todo, la larga tribulación de 9 años en aislamiento, solo con dos guardias, una tortura mental, en el vacío absoluto, sin trabajo, caminando en la celda desde la mañana hasta las 9,30 de la noche para no ser destruido por la artrosis, al límite de la locura. Muchas veces me vi tentado, atormentado por el hecho de tener 48 años, edad de la madurez; de haber trabajado 8 años como obispo, adquirido experiencia pastoral, ¡y encontrarme ahora aislado, inactivo, separado de mi pueblo! Una noche, desde el fondo de mi corazón, oí una voz que me sugería: ‘¿Por qué te atormentas? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo lo que has hecho y deseas seguir haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, de hogares para estudiantes, misiones para evangelización de los no cristianos… todo eso es una obra excelente, son obras de Dios, pero ¡no son Dios! Si Dios quiere que abandones todas esas obras, poniéndolas en sus manos, hazlo pronto y ten confianza en El. Dios hará las cosas infinitamente mejor que tú; confiará sus obras a otros que son mucho más capaces que tú. ¡Tú has elegido sólo a Dios, no sus obras!’ Después fui trasladado a otra prisión, en una celda sin ventana, hace muchísimo calor, me ahogo, siento que mi lucidez flojea poco a poco hasta la inconsciencia; a veces la luz permanece encendida día y noche; a veces está siempre oscuro; hay tanta humedad que crecen los hongos en mi lecho. En la oscuridad veo un agujero en la parte baja de la pared –para que corra el agua-; así que me paso más de cien días tumbado, metiendo la nariz por ese agujero para respirar. Cuando llueve, sube el nivel del agua, y entonces entran por el agujero bichos, ranas, lombrices y ciempiés desde fuera; los dejo entrar; ya no tengo fuerzas para echarlos. Escoger a Dios y no las obras de Dios: Dios me quiere aquí y no en otra parte. Es verdad, Señor, aquí está mi catedral.
- El viernes supimos que en España ya hay más de 4 millones de personas que están en paro y se nos dice por parte de los expertos que la cifra seguirá subiendo. Pero detrás de cada cifra está una persona, una familia, unas necesidades, unas angustias, una incertidumbre… Hay bastante gente que dice que no se trata sólo de una crisis económica, sino también de una crisis de valores. Entiendo que ante esta situación hemos de adaptarnos a vivir con lo necesario, prescindiendo de tantas cosas superfluas. Hemos de ayudarnos unos a otros, compartiendo lo que tenemos sin caer en un egoísmo de sálvese el que pueda.
Ante estas situaciones y otras muchas Jesús nos llama a la esperanza. También El estuvo preso y torturado. También El murió, no a los 37 años, sino a los 33. También El supo lo que era pasar hambre, necesidad, perder su casa y vivir en el extranjero, como un extraño (en Egipto). Cristo Jesús no nos abandona. Al ver a sus amigos solos y tristes después de su muerte, El regresa para darles la paz, para transmitirles esperanza. Y pienso que es el mensaje que un domingo como hoy quiere darnos a todos y a cada uno de nosotros.
¡QUE ASI SEA!

Domingo II de Pascua (B)

19-4-2009 DOMINGO II DE PASCUA (B)
Hch. 4, 32-35; Sal. 117; 1 Jn. 5, 1-6; Jn. 20, 19-31
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Queridos hermanos:
A finales del siglo XX el Papa Juan Pablo II instituyó el segundo domingo de Pascua como DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA. ¿De dónde viene esto? Una joven monja polaca, María Faustina Kowalska, que fue canonizada en abril de 2000, escribió un diario por indicación de su director espiritual en el que narraba las revelaciones que Cristo Jesús le hizo. Esta religiosa no tenía estudios primarios y falleció en 1938. Lo que ella escribió en el diario y que le fue revelado por Jesús es lo que ya se contiene en el evangelio: Dios es misericordioso y nos perdona, también nosotros debemos ser misericordiosos con los demás y perdonar. No importa lo grandes que hayan sido nuestras faltas, el mucho tiempo durante el cual hayamos pecado. Su Misericordia es más grande que nuestros pecados y todos ellos han sido borrados por la sangre derramada por Cristo en la cruz.
La Misericordia de Dios, por lo que he visto siempre, no se derramada sólo sobre los pecadores. También Dios la entrega a raudales a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a las familias, a todos los hombres. Pues todos necesitamos esta Misericordia divina. Voy a contaros algunos ejemplos de esto:
- El Sábado Santo, estando en Panes, para celebrar los oficios de Semana Santa me trasladé a Cantabria para dar algunas charlas a unas personas que decidieron reunirse esos días para orar al Señor. Empezábamos a las 10 de la mañana con una oración en la que estábamos alrededor de unas imágenes sagradas con velas y se hacían algunos cantos. Luego se hacía un momento de silencio para que quien quisiera expresara en voz alta lo que su espíritu sentía. Había allí una mujer con su hija de unos 3 ó 4 años. La niña estaba sentada en las rodillas de su madre. Resultó que la niña estornudó y cayó al suelo algo que salió de su boca o de su nariz. Entonces la madre rápidamente se levantó, sentó a la niña en la silla, cogió un pañuelo de papel y se puso a recoger aquello que había caído al suelo para que nadie lo pisara. A ella no le daba asco recoger aquello, y luego coger el pañuelo sucio y metérselo en el bolsillo para tirarlo después. Mientras yo veía esto, a mi espíritu vino enseguida que aquella acción tan sencilla era imagen y reflejo de la acción misericordiosa de Dios con cada uno de nosotros: También El nos tiene en sus rodillas y nos rodea con sus brazos para que no nos caigamos y nos besa. También El se da cuenta cuando tiramos o escupimos algo al suelo y se levanta a recogerlo, a limpiarlo, y a guardarlo en su bolsillo. Tampoco El siente asco de lo nuestro. También El nos vuelve a coger y a sentar en su regazo.
- El Domingo de Pascua vino Luz, de 23 años, a nuestra Misa de 11. Ella tiene un problema de movilidad y su madre pensó que sería bueno que recibiera la Unción de Enfermos. Ella aceptó y la recibió al finalizar la Misa. Antes de recibirla quiso leer una carta, que yo transcribo parcialmente: “Hola Padre (Dios): Voy a recibir la Unción de Enfermos. Me pareció como que me iba a morir enseguida, ¿qué tontería verdad? Bueno, pues yo quiero curarme, claro que quiero, ¡como no! La vida es tan dura y pienso que nadie puede entenderme. Sólo Tú no me dejas. Tendré muchos hermanos y gente que me quiere, pero considero que la sociedad no quiere ayudar, se cansa y te hacen sentir fatal. Odio pedir ayuda y más aún con malas caras. Pues bien, me dirijo a Ti, porque quiero recibir este sacramento con total afirmación y, pese a no tener suficiente fe, quiero que me cures. Quiero que me cures y que nunca olvide lo duro que es mover un pie, lo cansado que es acostarse o lo terrible que es ducharse. Quiero recordarlo todo para ser buena con los demás. Señor, esto es porque tú lo permites y tiene que ser bueno. Yo no me enfado contigo, pero siempre te pregunto por qué. Sé que no consigo saberlo; sé que ahora mismo estoy muy dudosa y me gustaría que me dijeras qué camino tomar. Quiero que me cures, pero si no lo haces, que esta Unción sea para que me des una vista inteligente en mi camino. Señor, no quiero ser cobarde; quiero luchar. Señor, gracias por estar conmigo y no dejarme a pesar de tener estas incomodidades. No me gusta ser calificada de ‘enferma’, pues mi cabeza creo que está bien y mi energía es vitalidad, pero bueno…, si la gente quiere decir ‘enferma’, yo no puedo cambiarlo. Por favor, Señor, que la Unción unja a toda mi familia y a los de mi alrededor. Llénales de vida y nunca les permitas sufrir tanto, que sean tan inteligentes de comprender el sufrimiento sin poder tenerlo. No quiero que lo pasen mal, pero que entiendan y que tengan paciencia conmigo. Dame esa casita, dame ese trabajo para verme profesionalmente capaz, y dame una persona con la que compartir mi vida, pero que sea super paciente y comprensiva viendo que la felicidad se puede conseguir si uno quiere y yo sí quiero. Señor, guíame, por favor, y que nunca vuelva a ser esa niña que no tenía problemas; quiero tenerlos, porque he visto que estoy más y más cerca de Ti”.
Que Dios derrame amor sobre todos y cada uno de nosotros como lo hizo sobre aquella madre y su hija, y sobre Luz y su familia.

Domingo I de Pascua (B)

12-4-2009 DOMINGO I DE PASCUA (B)
Hch. 10, 34a.37-43; Sal. 117; Col. 3, 1-4; Jn. 20, 1-9
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Queridos hermanos:
En esta noche santa (día santo) celebramos que Cristo Jesús ha resucitado. El ha padecido entre los judíos, entre Herodes, entre Pilatos…; Cristo Jesús ha muerto en la cruz tras 6 horas de agonía (desde las 9 de la mañana del viernes santo hasta las 3 de la tarde de ese mismo viernes). Posteriormente Cristo Jesús ha sido enterrado en un sepulcro de piedra. Pero esto, el que haya muerto alguien, de una manera u otra, y que lo hayan enterrado es algo muy común y normal entre los seres humanos. Lo que no es tan común fue lo que siguió a continuación y que nos es narrado por el evangelio que acabamos de escuchar.
- Se nos dice que “María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro”. El martes pasado, en la comida de despedida de D. Carlos (Arzobispo de Oviedo que es destinado a Valencia), coincidí con un compañero sacerdote, especialista en griego bíblico, el cual me dijo que esta expresión (“al amanecer, cuando aún estaba oscuro”) indica entre las 3 y las 4 de la madrugada. Pues bien, María Magdalena, que quería mucho a Jesús, apenas durmió, pues, habiendo contemplado cómo colocaba a Jesús en el sepulcro, se fue de allí lo más tarde que pudo. No podía dormir y enseguida se volvió a levantar (3 ó 4 de la madrugada) para retornar al lado de Jesús, ya cadáver. Nos dice el evangelio que, al llegar, “vio la losa quitada del sepulcro”. A ella le extrañó mucho aquello, y se dio cuenta que habían cogido el cadáver de Jesús. Por eso, se volvió a la ciudad a buscar a Pedro y a Juan.
- Los dos salieron corriendo para el sepulcro. El más joven, es decir, Juan “se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró”. Juan da un paso más: el ve también la losa quitada; se asoma al sepulcro y ve las vendas con las que Jesús había sido cubierto.
- Finalmente, llega Pedro y él sí que entra y vio la vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte”.
Nos damos cuenta que el evangelio en su narración va avanzando poco a poco a través del verbo “ver”. Se ve la losa del sepulcro, se ven las vendas tiradas por el suelo, se ve el sudario que cubrió la cabeza de Jesús, pero a Jesús no se le ve por ninguna parte. ¿Qué hubiéramos pensado nosotros ante todo esto? Seguramente nos hubiéramos puesto en plan policía o detective de novela y hubiéramos dicho: ‘alguien se ha llevado a Jesús’. Para nada hubiéramos pensado en la resurrección de Jesús, ni que Dios Padre lo había devuelto a la vida. Nosotros somos tan prácticos, tan matemáticos, tan materialistas que nuestra lógica nos hubiera llevado sin más a exclamar que alguien se había llevado el cuerpo de Jesús.
Sin embargo, el evangelio de hoy termina con una frase en donde se usa una vez más el verbo ver: “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó”.
Sí, unos vieron a Jesús durante 3 años haciendo milagros y creyeron. Otros le vieron durante 3 años haciendo milagros y no creyeron.
Unos vieron a Jesús enamorado de Dios y creyeron. Otros lo vieron enamorado de Dios y no creyeron.
Unos vieron a Jesús haciendo oración a todas horas del día y de la noche, y quisieron aprender a hacer oración del mismo modo y creyeron. Otros vieron a Jesús haciendo oración a todas horas del día y de la noche, y no creyeron.
Unos vieron que Jesús había muerto, que se le había enterrado, que había desparecido el cuerpo de Jesús del sepulcro; vieron y creyeron. Otros vieron que Jesús había muerto, que se le había enterrado, que había desparecido el cuerpo de Jesús del sepulcro; vieron, pero no creyeron.
Bien. Unos ven y creen. Otros ven y no creen. ¿Cuál es la diferencia? Hay muchas diferencias. Sobre todo hay diferencias en las consecuencias en su vida. Para quien ve y cree se cumple perfectamente lo que se dice en el pregón pascual de la Vigilia: “Esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos […] ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!” Si Cristo ha resucitado, verdaderamente nuestros pecados están perdonados. Volvemos a tener la inocencia de los recién bautizados y es posible el cambio[1], pues Dios ha bajado a la tierra para llevarnos con El al cielo.
Si Cristo ha resucitado, entonces la muerte no es final del camino
, como dice la canción. Después de esta muerte hay vida, y vida para siempre. Hace tiempo leí que una mujer inglesa, viuda de 55 años, tenía escrito en un papel pegado a la pared de su cocina unas palabras que ella toma como venidas de su marido. El escrito dice así: "¡Cariño!, la muerte no es nada. Es como si me hubiera ido a dormir a la habitación de al lado. Seguimos siendo lo mismo el uno para el otro. Llámame por el diminutivo, como solías hacer siempre. No cambies de tono. No me hables con solemnidad o con pena. Ríe como siempre de las pequeñas bromas que nos hacíamos. Disfruta, sonríe, piensa en mí, reza por mí, haz que mi nombre suene por casa con la misma alegría. La vida sigue igual; lo mismo que siempre. No se ha roto la continuidad. ¿Por qué habría de estar lejos de corazón estando lejos de vista? Estoy esperando por ti, muy cerca de ti, justo a la vuelta de la esquina. Todo está bien".
¡¡Feliz Pascua de Resurrección!! ¡¡Dios está con nosotros para siempre!!
[1] Caso de convertido: Le pregunta un amigo cuestiones de fe (Apocatástasis, Filioque, infalibilidad pontificia [¿con católicos-romanos o con vetero-católicos?], asunción de María, ¿en vida o tras su muerte?). El es analfa­be­to y no sabe. Se burla el amigo de él y el otro le contesta: Antes de convertirme, yo era un borracho, mi mujer y mis hijos temían mi llegada a casa. Desde que encontré a Jesús, no volví a beber y mi familia espera con impaciencia mi regreso a casa. Eso es lo que ha hecho Cristo por mí.

Domingo de Ramos (B)

5-4-2009 DOMINGO DE RAMOS (B)
Is. 50, 4-7; Sal. 21; Flp. 2, 6-11; Mc. 14, 1-15, 47
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Queridos hermanos:
La entrada apoteósica de Jesús en Jerusalén, que hoy nos relata el evangelio que hemos leído al principio de la celebración, pudo durar como una hora y media o dos horas. Este tiempo es el que duraron las aclamaciones que el pueblo hizo a Jesús. Le reconocieron como rey, como el que venía en nombre de Dios, como el Mesías, como el Salvador. Parecía que ya todo estaba hecho. Que esta entrada con palmas, vítores y ramas era el reconocimiento a sus palabras, a sus milagros, a sus curaciones. En definitiva, era la respuesta de fe; FE que alegraba a los hombres y mujeres que gritaban y cantaban.
Sin embargo, después del evangelio del principio de la celebración, la Iglesia nos pone para nuestra escucha y reflexión la lectura de la Pasión de Cristo según S. Marcos. Hace un tiempo (durante unos ejercicios espirituales) leí de seguido los cuatro relatos de la Pasión de Jesucristo: el relato según S. Mateo, según S. Marcos, según S. Lucas y según S. Juan. Y, parecerá una tontería, pero me fijé en el siguiente detalle: Resulta que S. Juan no dice en qué hora fue crucificado Jesús ni a qué hora murió. Los evangelios sinópticos, que son el resto, dicen los tres que a las 12 de la mañana del viernes se oscureció el cielo, y que Jesús murió a las 3 de la tarde. Sólo el evangelio de S. Marcos nos dice que Jesús fue crucificado a las 9 de la mañana. Luego Jesús estuvo en total 6 horas en la cruz vivo, desde que lo crucificaron hasta que murió. Seis horas de agonía, seis horas que cambiaron al mundo. Desde que el Señor me hizo fijarme en esto siento en mí mucha más devoción a Cristo crucificado. Sobre todo mi espíritu está más pendiente los viernes por la mañana, de 9 a 3. Oro en esos momentos en instantes sueltos y pienso y siento en mi ser más profundo que Cristo subió a la cruz por mí y por mis pecados.
¿Por qué será que siempre dura más tiempo lo malo que lo bueno? Dos horas de gozo y cantos con la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Seis horas de agonía en la cruz hasta su muerte.
Termino diciéndoos que un cristiano ha de vivir, tanto la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como su agonía en la cruz, o dicho de otra manera, Jesús vive en nosotros, tanto los momentos alegres y gozosos como aquellos de dolor y sufrimiento sin sentido y sin fin. Una cosa y otra, alegría y dolor, forman parte de la misma moneda, de nuestra vida y Dios está en todo ello.
Que estas sencillas reflexiones nos ayuden a vivir desde El esta Semana Santa, estemos donde estemos sin perder el rumbo arrastrados por la vorágine de vacaciones y desplazamientos.