Aceptación (Ap. Jorge Pompa)

Aceptación

Cristo esta hablando:

Mateo 10:40-42
40El que a vosotros RECIBE, a mí me RECIBE; y el que me RECIBE a mí, RECIBE al que me envió.
41El que RECIBE a un profeta por cuanto es profeta, RECOMPENSA de profeta RECIBIRA; y el que RECIBE a un justo por cuanto es justo, RECOMPENSA de justo RECIBIRA. 
42Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su RECOMPENSA.

Existen 2 maneras de recibir algo.
1.-Por gracia (Sin merecerlo)
2.-Por recompensa (Por haber hecho algo).

La palabra recibir tiene 4 significados: Discernir(Ver por debajo de la superficie), Percibir(Quien lo envío), Tomar, Aceptar.

Como lo recibes, así tendrás, eso tomaras, lo que toman de mi, toman del que me envío. (Si solo vemos a Jesus como un maestro, solo recibiremos bendición de maestro del que lo envío a él.

Mateo 10:1-2
1Entonces llamando a sus doce DISCIPULOS, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
2Los nombres de los doce APOSTOLES son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;

En un versículo son Discípulos, después de la autoridad se convirtieron en Apóstoles.

Los Discípulos de convierten a lo que era su mentor, si su mentor era un apóstol, ellos se convertirían en apóstoles, ellos lo recibieron como apóstol y recompensa de apóstol recibieron.

Lo que tomes eso recibirás.

Pedro no tomo a Jesus solo como apóstol, cuando Jesus le pregunto el dijo: Tu eres el hijo del Dios altísimo, entonces el tomo así a Jesus y esa fue la bendición que el recibió, (Porque fue Pedro el que camino sobre el agua, porque así lo tomo el, eso recibió).

No puedo recibir algo que no acepto.

Cuando desate lo que esta en mi papa podré desatar lo que esta en mi para los demás.

La ultima palabra de Mateo 10:40, "Envío", viene del griego "Apostolos", que es "Apóstol".

¿Cuando eres Apóstol?
Cuando aprendes a ser enviado (Obedeciendo).

Ap. Jorge Pompa

Domingo II de Cuaresma (A)

20-3-11 DOMINGO II CUARESMA (A)

DIA DEL SEMINARIO

Gn. 12, 1-4a; Slm. 32; 2 Tim. 1, 8b-10; Mt. 17, 1-9



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

En el día de hoy se nos acumulan las celebraciones. Por una parte, conmemoramos el segundo domingo de Cuaresma con el evangelio de la narración de la Transfiguración del Señor; por otra parte, celebramos en toda la Iglesia española el día del Seminario.

En la homilía de hoy quisiera reflexionar sobre este segundo tema: sobre el Seminario, sobre los seminaristas, sobre las vocaciones al sacerdocio. El lema que este año se ha escogido es un poco atrevido, o quizás no. Juzgar por vosotros mismos: “Sacerdote, regalo de Dios para el mundo”. ¿Realmente un sacerdote, cada sacerdote es un regalo de Dios para nosotros, para todo el mundo?

- Empieza la primera lectura diciendo: “El Señor dijo a Abrahán: -‘Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré’ […] Abrahán marchó, como le había dicho el Señor”. Fijaros en cómo Abrahán por la fe salió de su tierra, de su familia, de sus amigos, de lo conocido, de sus seguridades y salió sin saber a dónde iba. Sí, él se fió de Dios y de su promesa. Y lo hizo, no a los 20 años, sino a los 75 años. Hay una pregunta que me hago en muchas ocasiones desde que era seminarista, en este caso y en otros: ¿Qué sabemos de los que se quedaron en Ur de los caldeos, la tierra que vio nacer a Abrahán? Nada, no sabemos nada. Pero lo más importante es ¿qué sabe Dios de ellos? Quien sigue la voluntad de Dios, permanece; quien no la sigue, ¿dónde está? ¿Cómo está?

Si me lo permitís voy a hablaros un poco ahora de mi vocación, de cómo sentí yo la llamada. Comprobaréis que no tiene nada de extraordinario: Cuando tenía 10 años, salía un día al recreo en la escuela. Cursaba de aquella 5º de la EGB. Salía del aula y el maestro le dijo sobre mí a una persona con la que estaba hablando: ‘Éste es Andrés. Es tan bueno que va a ser cura’. Pero yo me volví y repliqué de modo inmediato: ‘No, yo voy a ser ingeniero’. Tiempo después, a los 12 años, cursando 2º de bachiller, un sacerdote que nos daba clase de religión en el Instituto habló del sacramento del orden sacerdotal. Yo escuchaba y, al salir de aquella clase, me dije a mí mismo que quería ser sacerdote. Sin saberlo, yo estaba siendo llamado por Dios. Aquel sacerdote hoy está secularizado. Después de diversos avatares, entré en el Seminario de Oviedo con 17 años para cursar el COU. Recuerdo aquellas tardes lluviosas y frías de otoño e invierno, cuando mis amigos se iban para Avilés a divertirse, mientras yo cogía el ALSA de paradas para venirme al Seminario de Oviedo. Sí, yo entonces salía de mi tierra de Las Vegas (mi barrio y casi lo único que conocía), salía de la casa de mi padre tras esa llamada de Dios. Yo quería ser sacerdote.

Al llegar al Seminario todo era nuevo: lugar, personas, circunstancias, estudios largos y a veces tediosos. Sabía del esfuerzo económico que mis padres realizaban para pagarme los estudios. Tuve que dejar muchas cosas conocidas y seguras. Aprendí mucho… en los estudios y de la vida, y maduré rápidamente. Dios me acompañaba… directamente y a través de otras personas que fue poniendo a mi lado, como D. Laurentino, el párroco de La Corte.

Sé que para otros seminaristas o novicios fue mucho más doloroso que para mí ese salir de lo conocido, de lo seguro…, pero todos, de una forma u otra tuvimos de cumplir el mandato de Dios a Abrahán: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré”. Por otra parte, cuando yo me fui de mi casa para el Seminario (en 1976), el sacerdote gozaba aún de un cierto prestigio social. Hoy ocurre todo lo contrario, al menos, a nivel general. Hoy y siempre, pero sobre todo más hoy quien opta por el camino sacerdotal ha de saber que no hay prestigio social alguno en ello; todo lo contrario. Hoy y siempre quien sigue el camino del sacerdocio debe hacerlo por seguir esa llamada de Dios, que le invita a salir de su tierra, de su familia, de sus seguridades… para ir hacia la tierra de Dios.

Sólo puede dar este paso quien ha tenido una experiencia personal con Jesús. De lo contrario no se entiende que se deje familia, casa, amigos… para ser cura, para ser de Dios.

- En la segunda lectura le dice San Pablo a su discípulo Timoteo: “Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé”. En estos días estoy leyendo de modo repetido en los medios de comunicación social que ha habido dos sucesos muy desagradables en dos universidades españolas: una en Madrid y la otra en Barcelona. En Madrid, en la capilla de una universidad se estaba celebrando una Misa para los estudiantes católicos y, de repente, un grupo de chicas de ideología radical entraron de mala manera: dando voces e insultando a la Iglesia católica y al Papa. Rodearon el altar las chicas y varias de ellas se han quitado la ropa de la cintura para arriba. Se hicieron varias fotos que colgaron en Internet para mostrar al mundo su “hazaña”. Parece que el rector de la universidad de Madrid no está haciendo demasiado, a pesar de que esto no es un hecho aislado. Igualmente, en una universidad de Barcelona la capilla católica estuvo cerrada durante un mes por las agresiones y pintadas de jóvenes radicales. Este lunes se abrió de nuevo la capilla y se han repetido las agresiones verbales. Leo: “Minutos antes de que comenzara la misa en la capilla un grupo de estudiantes católicos ultimaba una campaña de recogida de alimentos para los más desfavorecidos. En ese momento, un grupo de alumnos laicistas llegó a las puertas de la capilla para volver a provocar a sus compañeros. Para ello, trajeron una pancarta en la que se podía leer ‘No pasarás sin carné de cristiano’. Ésta iba ilustrada con una imagen que quería representar a un dios que tenía el brazo elevado en actitud fascista mientras sostenía una cruz con la otra mano”.

Nunca fue fácil anunciar a Jesucristo y su evangelio. Hoy menos aún. Por eso se entienden muy bien las palabras de San Pablo a Timoteo y eso que están dichas hace 20 siglos. Sólo desde la fe pueden vivirse estas dos palabras de la primera y de la segunda lectura. Así, desde la fe lo vivió Van Thuan, cardenal vietnamita. Él fue encerrado por los comunistas en 1975 y estuvo en la cárcel muchos años. Le hicieron la vida muy difícil, pero él se mantuvo fiel a su fe. El 7 de octubre de 1976 escribía esto: “Amadísimo Jesús, esta noche, en el fondo de mi celda, sin luz, sin ventana, calentísima, pienso con intensa nostalgia en mi vida pastoral. Antes celebraba con patena y cáliz dorados; ahora tu sangre está en la palma de mi mano. Antes recorría el mundo dando conferencias y reuniones; ahora estoy recluido en una celda estrecha, sin ventana. Antes iba a visitarte al sagrario; ahora te llevo conmigo día y noche, en mi bolsillo. Antes celebraba la Misa ante miles de fieles; ahora, en la oscuridad de la noche, dando la comunión por debajo de los mosquiteros. Antes predicaba ejercicios espirituales a sacerdotes, a religiosos, a laicos…; ahora un sacerdote, también él prisionero, me predica los ejercicios a través de las grietas de la madera. Antes daba la bendición solemne con el Santísimo en la catedral; ahora hago la adoración eucarística cada noche a las 9, en silencio, cantando en voz baja el Tantum Ergo, la Salve Regina, y concluyendo con esta breve oración: ‘Señor, ahora soy feliz de aceptar todo de tus manos: todas las tristezas, los sufrimientos, las angustias, hasta mi misma muerte. Amén’. Soy feliz aquí, en esta celda donde crecen hongos blancos sobre mi estera de paja enmohecida, porque Tú estás conmigo, porque Tú quieres que viva contigo. He hablado mucho de mi vida; ahora ya no hablo. Es tu turno, Jesús, de hablarme. Te escucho: ¿qué me has susurrado? ¿Es un sueño? Tú no me hablas del pasado, del presente; no me hablas de mis sufrimientos, angustias… Tú me hablas de tus proyectos, de mi misión. Acepto tu cruz y la planto, con las dos manos, en mi corazón. Si me permitieras elegir, no cambiaría ¡porque Tú estás conmigo! Ya no tengo miedo: he comprendido, te sigo en tu pasión y en tu resurrección”.

Podcasts (Ap.Guillermo Maldonado.)


¿Quien mejor que el Ap. Guillermo Maldonado para enseñar principios espirituales?

1.-Como ganar la batalla legal.
Parte 1
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Parte 2
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Ap.Guillermo Maldonado.

Podcasts (Danilo Montero)

100% Recomendables


1.- Pasos para vivir en la presencia de Dios.
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2.-Encuéntrate con Dios y cambiara tu vida.
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3.-El proposito del valle.
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4.-La encrucijada del Cambio.
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Sobre la confrontación que debemos experimentar para experimentar un verdadero cambio. Basado entre las diferentes características fariseo y el publicano(Lucas 19) que oraban a Dios, y un poco en un momento clave de la vida de Jacob(Gen).
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Danilo Montero

Domingo I de Cuaresma (A)

13-3-11 DOMINGO I CUARESMA (A)

Gn. 2, 7-9; 3, 1-7; Slm. 50; Rm. 5, 12-19; Mt. 4, 1-11



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

- Comenzó el miércoles pasado el tiempo de Cuaresma y ésta se prolongará hasta la Pascua del Señor. Este tiempo de Cuaresma hace referencia a los cuarenta años que estuvieron los israelitas en el desierto del Sinaí, a los cuarenta días que estuvo Jesús en el desierto siendo tentado por Satanás. La Iglesia nos presenta estos cuarenta días como tiempo personal y comunitario de conversión, de purificación y de caminar hacia Dios. En este tiempo de Cuaresma Jesús nos pide que dejemos de lado todo lo que no es Dios o de Dios, y que volvamos nuestro rostro hacia Dios.

La Iglesia nos exhorta a los cristianos para que en este tiempo de Cuaresma recobremos la gracia del Bautismo. Esto se logra con nuestro esfuerzo personal y con la acción misericordiosa de Dios, que nos da su fuerza y su santidad. En cuanto al esfuerzo personal, la Iglesia nos pide que hagamos ayuno tan solo dos días: miércoles de ceniza y viernes santo. Además, nos pide que nos abstengamos de comer carne todos los viernes de la Cuaresma e igualmente el miércoles de ceniza. A través de las lecturas de la Biblia y de la predicación, la Iglesia igualmente nos anima a intensificar la oración personal, la confesión sacramental de nuestros pecados, la lectura de la Palabra de Dios, a compartir nuestros bienes por medio de la limosna… Y muchos fieles añaden ellos mismos otras exigencias o mortificaciones que duran todo el tiempo cuaresmal. Aquí “cada uno sabe dónde le aprieta el zapato” y hace un plan cuaresmal a su medida. Por ejemplo, una persona se ha propuesto lo siguiente: - Esforzarme en la oración. - Ayunar un día cada semana, además del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo. - Rezar el Vía Crucis los martes y los jueves. - Acompañar más tiempo a mi tía. - Caminar 2 Km diarios. Esto es porque hay días que no salgo ni a la puerta de casa”.

- Propio de este tiempo de Cuaresma es el salmo 50. Hemos leído un trozo de dicho salmo hace un momento. Sería importante que en algún momento de estos cuarenta días oráramos sobre el salmo 50 completo. A este salmo se le conoce como el “Miserere”. Es la primera palabra que inicia la oración: “Misericordia…” Se dice que este salmo lo compuso el rey David tras la denuncia que le hizo el profeta Natán, de parte de Dios, por haber mandado asesinar a Urías, con cuya mujer, Betsabé, se había acostado David. Dios hizo ver a David toda la profundidad y la maldad de su pecado. Fruto de esta gracia de Dios y de su arrepentimiento David compuso este salmo.

Por la lectura de esta oración se ve que hay dos grandes pilares en los que David se apoya: 1) la culpa y responsabilidad del pecador; 2) la bondad de Dios, que perdona. A Él se le súplica, pues sólo de Él puede proceder la salvación y la transformación del hombre pecador en un hombre santo.

1) David, el pecador, no echa la culpa a otros de su maldad, ni se escuda en su propia debilidad e igualmente tampoco David se justifica diciendo que fue más grande la tentación que su fuerza. No. Dice y ora David: “Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces”. Aquí resalta David que fue él quien pecó y no otro. Es cierto que a Urías lo mataron los soldados enemigos y que fue su general Joab quien lo puso en primera línea, donde más peligro había, pero también es cierto que fue el rey David quien envió una carta por medio del mismo Urías para el general Joab. En esa carta, que era su sentencia de muerte, se daban órdenes precisas para que a Urías se le pusiera en lo peor del combate y muriera, y de este modo se taparía el embarazo adúltero de su mujer por la violación de David. Sólo David violó a una mujer casada. Sólo David engañó a Urías. Sólo David firmó su sentencia de muerte en la carta que le entregó. Sólo David puso a Urías a la muerte. Su pecado contaminó a Betsabé, la mujer de Urías. Contaminó a éste por el engaño de que fue objeto y que le llevó a la muerte. Contaminó a Joab, al que le hizo cómplice de su asesinato. Pero también contaminó al mismo Dios. Nuestro pecado contamina y mancha y destroza al mismo Dios. Por eso, David escribió: “Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces”.

2) David apela a la misericordia de Dios (Miserére mei, Deus…). “Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado”. ¿Podrán ser lavados y arrancados para siempre del corazón de David todos los horribles pecados cometidos por él? El hombre pecador sabe en lo más íntimo de su ser que sólo Dios puede hacer esto. Por muy grande que sea el pecado del hombre, más grande es la misericordia y el perdón de Dios. Por eso, David se acerca humillado, con dolor de corazón, arrepentido y le muestra a Dios, sin disimulo alguno, sus pecados y le pide su perdón. La respuesta de Dios, como bien nos dice el profeta Isaías, no se hace esperar: “Aunque vuestros pecados sean como escarlata, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como púrpura, quedarán como lana” (Is. 1, 18). ¿Recordáis el caso que os conté hace unos meses de un jugador italiano? Os lo voy a repetir, porque ilumina muy bien todo esto: En el 2004 hubo un campeonato de fútbol europeo. En uno de los partidos jugaba Italia contra Dinamarca. En un momento del encuentro Francesco Totti, jugador italiano, escupió sobre el danés Poulsen. Por este hecho, Totti fue descalificado y se le prohibió jugar durante 3 partidos. Al llegar a Italia, a su casa, descalificado y no pudo seguir jugando con su equipo. Totti cogió un papel y escribió: “Santísima Virgen del Divino Amor (nombre de la devoción de un santuario mariano muy famoso en Italia), te pido perdón y te ruego que nunca me abandones. Tu Francesco”. Este papel lo envolvió en su camisa de la selección y lo entregó al santuario a través de un sacerdote, al que conocía desde niño. Totti ha elegido el camino de la fe para borrar su feo gesto con otro jugador. Decía Totti: El modo más hermoso para pedir perdón es dirigirse al único que sabe perdonar. Y por eso he sentido la exigencia de regalarle a la Virgen del Divino Amor mi camiseta. En ella confío y me siento en paz con Dios y con los hombres”.

En efecto, sólo de Dios procede el perdón y la transformación del hombre pecador en santo. “¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme […] Devuélveme la alegría de tu salvación”. Si Dios únicamente nos perdonara, pero no nos transformara interiormente, volveríamos a la misma situación de antes. No basta el mero perdón, que es mucho. Es necesario que Cristo Jesús nos arranque el corazón de piedra y nos ponga uno de carne. Esta carne debe ser extraída del mismo corazón de Jesús: corazón puro, corazón que comprende y que espera pacientemente, corazón que perdona a los otros y a uno mismo…

El camino que aquí se ha trazado de la mano del salmo 50 es el siguiente: 1) existe un pecado del hombre que hiere y daña a otro hombre y a Dios mismo; 2) el hombre tiene luz para ver su pecado, pero únicamente puede verlo con los ojos de Dios; 3) ver el propio pecado así lleva a uno a un auténtico dolor de corazón y a un arrepentimiento total; 4) el hombre pecador y con luz para ver su pecado suplica a Dios su perdón; 5) el pecador humillado y suplicante es escuchado y perdonado por Dios; 6) Dios transforma a ese hombre y le da un corazón nuevo, un espíritu nuevo; 7) esta nueva situación produce en el hombre alegría. No cualquier alegría, sino la de Dios, la que sólo Dios puede dar.

Este es el itinerario que la Iglesia nos marca para esta Cuaresma… y para toda la vida.

¡Que así sea!