Domingo III del Tiempo Ordinario (A)

27-1-2008 DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (A)


Is. 8, 23b-9, 3; Slm. 26; 1 Cor. 1, 10-13.17; Mt. 4, 12-23


Queridos hermanos:

Empieza la primera lectura, del profeta Isaías, diciendo: En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí.” Después de la muerte del rey Salomón, el reino de Israel se dividió en dos. Diez tribus siguieron a un nuevo rey y se formó el reino de Israel, en el norte. Las otros dos tribus, entre ellas la de Judá, siguieron al descendiente del rey David y quedaron en el sur. Hacia el año 732 a.C. el reino del norte sufrió muchas invasiones y deportaciones de la población hasta el punto de que llegó a desaparecer. De hecho, de aquellas gentes prácticamente no se sabe nada y no queda rastro de ellas, pues se mezclaron con los lugareños en donde fueron deportados. En aquellos tiempos fue una gran tragedia para los descendientes de Abraham. Unos 200 años más tarde el profeta Isaías, que estaba en el reino aún sobreviviente del sur, el reino de Judá, se hace todavía eco de esta tragedia. Es más, Judá también estaba a punto también de desaparecer por la acción de Nabucodonosor II y, en medio de tantas desgracias, el profeta habla en nombre de Dios y transmite palabras de esperanza para aquellas gentes: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande […] Acreciste la alegría, aumentaste el gozo […] Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste.”
¿Cuándo sucedió esto, cuándo el Señor hizo que sus hijos vieran una luz grande en medio de su oscuridad, cuándo el Señor aumentó su gozo y quebrantó las botas del dictador? Nos lo dice el evangelio de hoy: con el nacimiento de Jesús y su venida a este mundo: Dejando Nazaret, (Jesús) se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: ‘País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande.’ Pero esto no sucedió a los pocos días, semanas o meses de haber desaparecido el reino del norte, de haber sufrido aquellas gentes agresiones, muertes, violaciones, deportaciones… (+- 732 a.C.). Tampoco sucedió a los pocos días, semanas o meses de haber desaparecido el reino del sur (+- 500 a.C.). Las palabras de esperanza del profeta Isaías se cumplieron 7 siglos después, para unos, y 5 siglos después, para otros, cuando todos los que habían sufrido en propia carne aquellas desgracias ya habían muerto.
Parece que os estoy contado una historia para no dormir o que os estoy dando una clase de historia sagrada y, sobre todo, parece que os estoy diciendo algo que no tiene nada que ver con nuestras vidas de hoy, del año 2008. ¿Es cierto esto? No. También hoy nosotros sufrimos desgracias en “nuestros reinos del norte y del sur”:
* Como tantas veces os insisto, vemos que las iglesias están bastante vacías y/o sólo con gente mayor. En estas Navidades vino a esta Misa de 11 una chica que reside fuera de España y me decía que aquí no había niños y que sólo había gente mayor.
* Hace pocas semanas un sacerdote joven asturiano “ha colgado” los hábitos. El viernes me he enterado que otro sacerdote joven también los va a “colgar”. Y este año sólo se ordenarán dos nuevos sacerdotes.
* El viernes me contaban de una parroquia asturiana, en una villa, en donde hay unos 100 niños que asisten al colegio. Ni uno solo de este centenar de niños acude a la iglesia ni al catecismo.
* El otro día se me olvidó despedir públicamente en esta Misa a las religiosas Misioneras de María Mediadora. Habitualmente nos acompañan en esta Misa de 11 y llevan la pastoral misionera en la diócesis. Pues bien, el gobierno central de esta congregación religiosa va a cerrar la casa el 8 de febrero por falta de vocaciones. Había tres hermanas y van a ser trasladadas a otras comunidades. La de Oviedo dejará de existir.
* Tantos hijos, hermanos, nietos, familiares, amigos… educados en la fe católica la han dejado en la práctica. Pueden ir un día al santuario de Ntra. Sra. de Covadonga, pero habitualmente pasan de la fe y de la Iglesia y de los sacramentos.
* Podíamos seguir diciendo un largo etcétera.
Ante todos estos hechos, ¿no nos entra la desesperanza, no quedamos con angustia y desconcertados porque Dios lo permite? Por ello, Dios y la Iglesia nos regalan hoy este precioso salmo 26 para que lo oremos y lo hagamos nuestro: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? […] Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.” Sí, hemos de esperar en el Señor. Sí, hemos de preparar el camino de Dios. Hemos de prepararlo, aunque no sea para nosotros, aunque sea para nuestros descendientes…, años o siglos después de que nosotros ya no estemos en este mundo.
Recuerdo un texto muy bello, que ilumina esta idea que os estoy diciendo. El libro de Judit, del Antiguo Testamento, nos narra que estaban los judíos sitiados por el ejército de Nabucodonosor, que quería rendirlos por hambre y por sed. Los judíos aguantaron lo que pudieron y luego acordaron esperar otros 5 días más a que Dios les liberara. Si no lo hacía en ese tiempo, entonces se entregarían a Nabucodonosor. En aquellos momentos surge una mujer, Judit, que dice lo siguiente: “‘Escúchadme, por favor, jefes de la población de Betulia. Os equivocasteis hoy ante el pueblo, al jurar solemnemente que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos, si el Señor no viene a ayudarnos en el término fijado. Al fin de cuentas, ¿quiénes sois vosotros para tentar así a Dios y usurpar su lugar entre los hombres? ¡Ahora vosotros ponéis a prueba al Señor todopoderoso, pero esto significa que nunca entenderéis nada! Si vosotros sois incapaces de escrutar las profundidades del corazón del hombre y de penetrar los razonamientos de su mente, ¿cómo pretendéis sondear a Dios, que ha hecho todas estas cosas, y conocer su pensamiento o comprender sus designios? No, hermanos; cuidaros de provocar la ira del Señor, nuestro Dios. Porque si él no quiere venir a ayudarnos en el término de cinco días, tiene poder para protegernos cuando El quiera o para destruirnos ante nuestros enemigos. No exijáis entonces garantías a los designios del Señor, nuestro Dios, porque Dios no cede a las amenazas como un hombre ni se le impone nada como a un mortal. Por lo tanto, invoquemos su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará, si ésa es su voluntad’ (Jdt. 8, 11-17).