Domingo de Jesucristo, Rey del Universo (A)

20-11-11 JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (A)

Ez. 34,http://www.blogger.com/img/blank.gif 11-12.15-17; Slm. 22; 1 Co. 15, 20-26a.28; Mt. 25, 31-46


Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

Celebramos hoy el último domingo del año litúrgico: Cristo Jesús: Rey del Universo entero; Rey del Cielo y de la Tierra; Rey de nuestro corazón.

Todo el evangelio que acabamos de escuchar es precioso, pero sólo voy a fijarme en un aspecto del texto. Hay dos grupos de personas ante Jesús: aquellos que han sido misericordiosos durante su vida con las personas que han pasado o estado a su lado, y aquellos otros que han sido egoístas y no han tenido misericordia con los demás. A los primeros, “el rey les dirá: ‘Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’”. Y poco más tarde dice a los segundos, a los que no atendieron las necesidades de comida, de vestido, de sed, de hospitalidad, de visita en la enfermedad o en la cárcel, lo siguiente: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo”.

- Pienso que para Jesús lo fundamental no es hacer el bien, ni siquiera llevar una lista completa de las obras buenas realizadas: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al que está preso, y otras muchas cosas buenas que pueden hacerse. Porque, al final, si uno pone el acento en hacer cosas buenas, lo que importaría realmente sería: 1) uno mismo que hace eso bueno y 2) las cosas buenas que se hacen. En esta misma línea está el fariseo, que ante Dios enumera sus virtudes y méritos, pero desprecia al publicano que está detrás de él. Es decir, lo que le importa al fariseo es: 1) lo bueno que él hace y 2) quien es el autor de las cosas buenas, o sea, él mismo… Pero no importa nada de esto. O al menos, no le importa a Jesús. A Jesús lo que le importa de verdad es el hombre necesitado: el que tiene hambre y sed, el que es forastero y no conoce a nadie, el que está desnudo o solo en un ambiente hostil, como es la enfermedad y el dolor o la misma cárcel. Importa el hombre concreto: sus ilusiones, sus anhelos, sus necesidades materiales y morales, su soledad y su compañía… Y en el evangelio de hoy, y a fin de animarnos a ejercer ese bien sobre los hombres dolientes, Jesús se identifica con ellos. Quien le hace algo bueno a un hombre, se lo hace al mismo Jesús. Quien le hace algo malo a un hombre, se lo hace al mismo Jesús. Quien no hace nada bueno a un hombre, es al mismo Jesús a quien deja de hacérselo.

Por lo tanto, lo importante no es qué se hace, ni quién lo hace, sino A QUIÉN SE HACE: AL HOMBRE CONCRETO, QUE ES EL MISMO JESUCRISTO. Algunos, por Jesucristo, llegan al hombre doliente. Otros, por el hombre doliente, llegan a Jesucristo. Uno (Jesús) nos lleva al otro (hombre), o el otro (hombre) nos lleva al uno (Jesús). Pero, al final, los dos están juntos. Para mí, está aquí lo fundamental de la parábola de hoy, y no tanto en si el destino de los hombres es el Reino de Dios o la condenación eterna. Estos destinos no dejan de ser consecuencia del amor o del desamor por el prójimo.

- Por otra parte, como ya se ha dicho más arriba y con las palabras del fariseo, cuando busco hacer el bien, en realidad me puedo estar buscando a mí mismo. Sin embargo, cuando pienso en el hombre que tengo junto a mí al modo de Jesús, entonces me importa él y sólo él. Vamos a ver un ejemplo concreto de preocupación por el hombre y no tanto por hacer simplemente el bien:

“Dos hermanos, el uno soltero y el otro casado, poseían una granja cuyo fértil suelo producía abundante grano, que los dos hermanos se repartían a partes iguales. Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un día en que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado todas las noches, pensando: ‘No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que en mi ancianidad tendré cuanto necesite. ¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es, evidentemente, mayor que la mía’. Entonces se levantaba de la cama, acudía sigilosamente adonde su hermano y vertía en el granero de éste un saco de grano. También el hermano soltero empezó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: ‘Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Pero yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo, acaso, que mi pobre hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?’ Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero de su hermano. Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda. Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los ciudadanos decidieron erigir un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél”.

¡Ojalá nunca se hubieran encontrado los hermanos, y así hubiera pasado desapercibido el hecho, pues es mejor hacer y que no se sepa! Esto es lo más perfecto.

¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!