Domingo I de Adviento (B)

27-11-2011 1º DOMINGO ADVIENTO (B)http://www.blogger.com/img/blank.gif
Is. 63, 16b-17; 64, 1.3b-8; Slm. 79; 1ª Co. 1, 3-9; Mc. 13, 33-37

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Iniciamos hoy el año litúrgico nuevo. En este tiempo leeremos los domingos preferentemente el evangelio de San Marcos. Asimismo, en el día de hoy iniciamos el tiempo de Adviento como preparación para el nacimiento del Hijo de Dios: Jesús.
Se nos propone hoy por parte de Jesús una nueva parábola: se la conoce como la parábola del portero. La función de éste es estar de modo perenne ante la puerta esperando a que llamen. La gente viene a la puerta cuando le parece, o cuando puede, o cuando quiere. Cada uno tiene su vida y sus horarios, pero el portero ha de estar siempre ahí dispuesto a abrir al que llama, sea la hora que sea. Jesús quiere que nosotros seamos como esos porteros. A cualquier hora del día o de la noche, de la mañana o de la tarde, puede presentarse Jesús a nuestra puerta. Nosotros hemos de estar atentos y vigilantes para escuchar a Jesús y su llamada, y para abrirle la puerta de nuestro espíritu y de nuestro cuerpo: de nuestro ser. Así lo dice el evangelio de un modo insistente: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento […] Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa […]; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”
¿De qué manera podemos estar vigilantes y atentos a esa llamada de Dios a nuestra puerta, a ese paso de Dios por nuestra vida? Van aquí algunos modos y maneras de estar en vela:
- Vigilancia que implica un trato asiduo con Dios. Sin Él no tiene sentido nuestra vida de fe… y la otra tampoco. Hace algunos días hablaba con un amigo no creyente, y me preguntaba por mis padres. Yo le contestaba: “Están bien, gracias a Dios”. Y él me replicaba: “Será gracias a ti que los cuidas, será gracias a los médicos que los examinan y les dan medicinas; será gracias a tus hermanos que también los atienden… ¡Estos curas dicen que todo es ‘gracias a Dios’!” En un primer momento me quedé sorprendido de esta respuesta de mi amigo, pues en mí había surgido de modo natural y espontáneo lo de “gracias a Dios”, pero lo cierto es que para nosotros, los cristianos, todo es “GRACIAS A DIOS”, pues a Él se lo debemos todo, aunque sabemos que nosotros somos colaboradores suyos. También sabemos que nada podemos sin Él y sabemos igualmente que todo lo podemos con Él y todo lo esperamos de Él. Quien tiene fe, entiende lo que estoy diciendo; quien no la tiene, entonces… estará de acuerdo con mi amigo. En definitiva, buscar y procurar el trato frecuente con Dios es una de las maneras privilegiadas de estar vigilantes y atentos a la llamada de Dios a nuestras puertas.
- Vigilancia en la doctrina. En la sociedad de hoy estamos instalados en el relativismo: no hay verdades absolutas, y lo que hoy vale, mañana puede no valer. De aquí se siguen consecuencias como que la verdad está en la mayoría o lo de aquella expresión: “lo políticamente correcto”. Este tema de la doctrina, de lo que es relativo o permanente, etc., es un tema complejo y en unas pocas líneas no se puede exponer o aclarar todo lo que ello conlleva, pero sí que quiero llamar la atención en lo siguiente: los católicos hemos de estar vigilantes para ser fieles al credo de nuestra fe, el cual contiene el evangelio de Cristo y la doctrina de la Iglesia, resumida y comprendida en el Catecismo promulgado por el Beato Juan Pablo II. Recuerdo haber escuchado hace años cómo algunos cristianos anglicanos votaron si el adulterio era pecado o no. Ganó el no, o sea que rechazaron que el adulterio fuera pecado; con otras cuestiones del evangelio hicieron lo mismo. Pues bien, es Cristo quien nos expone y propone la verdad de Dios para creerla y vivir según ella, y no las televisiones o los libros de última moda (por ejemplo, el Código Da Vinci), ni tampoco las votaciones de los hombres. A este respecto recuerdo unas palabras de Casiano sobre este tema. Decía él refiriéndose a algunos cristianos: “Se dejaron seducir por el brillo de un lenguaje acicalado y por ciertas máximas de los filósofos. Éstas, a primera vista, no parecían estar en pugna con nuestros sentimientos religiosos ni en desacuerdo con nuestra santa fe. Tenían el brillo del oro; pero en realidad era un brillo falso, postizo. Por eso, después de haberse dejado engañar con esta apariencia de doctrina que, en la superficie, parecía inocua y verdadera, se encontraron de pronto en la miseria más absoluta, como quienes se han provisto sólo de moneda falsa”. En este caso concreto, la vigilancia en la doctrina significa lectura espiritual frecuente y formación permanente. Caso de no estar aquí vigilantes, cualquiera nos puede hacer callar o nos puede envolver con las doctrinas de moda, que no son las de Cristo y de su Santa Iglesia.
Ya no debo extenderme más en la homilía de hoy, pero os dejo de modo sumario otras ideas que había pensado para explicar. Quizás otro día…

- Vigilancia en las virtudes. Sabemos que ellas son don de Dios, pero también sabemos que “para con Dios hay que tirar por el carro”.
- A la vigilancia se opone la negligencia y la falta de prudencia en el actuar.
- Con la falta de vigilancia la voluntad se va debilitando, y nos volvemos flojos y perezosos. Los impulsos y las pasiones toman presa de nosotros y la tristeza nos cubre como la niebla. Al final, el pecado o determinados pecados ocupan nuestro corazón.