Domingo V del Tiempo Ordinario (B)

5-2-2012 DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO (B)
Job. 7, 1-4.6-7; Sal. 146; 1 Co. 9, 16-19.22-23; Mc. 1, 29-39
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
Sigue el evangelio de este domingo desgranando las actividades de Jesús. Su trabajo es constante. El evangelio nos dice algún hecho concreto de Jesús: curó la fiebre de la suegra de San Pedro, pero también nos resume todos los hechos de Jesús de un día en una afirmación general: “Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron TODOS los enfermos y poseídos […] Curó muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios”.
En la homilía de este domingo quiero fijarme en algunos de los hechos realizados por Jesús y expuestos en el evangelio, pero también en sus actitudes. Éstas dan sentido a las acciones de Jesús:
- Jesús curaba y atendía a los enfermos y poseídos. En esta actividad no me detendré hoy, pues ya lo expliqué un poco en la homilía del domingo pasado.
- Jesús se levantó de madrugada y se marchó fuera del pueblo “y allí se puso a orar”. Sobre esto voy a contaros dos anécdotas: 1) Hace un tiempo me hablaron de una parroquia en la que al sacerdote se le ocurrió programar un tiempo de adoración ante el Santísimo. Dicho y hecho. Un día convocó a los feligreses y acudieron un grupo de ellos. El sacerdote se revistió de alba y estola, sacó el Santísimo del sagrario y lo expuso en el altar. Sacó unos papeles e iban saliendo algunas personas a leer esas meditaciones de los papeles, se hacía algún canto y, al final, se dio la bendición con el Santísimo. Todo parecía normal, pero hubo una persona, al menos, que se quedó muy extrañada con aquel rito. Faltaba algo. ¿Sabéis qué? Pues que no hubo ni cinco minutos de silencio ante el Santísimo para hablar con Él, pero sobre todo para que Él hablara con los feligreses y con el sacerdote. Sí, faltó silencio exterior…, para que así hubiera silencio interior…, para que así pudieran escucharle a Él o simplemente para estar con Él. 2) Esta segunda anécdota ya me la habéis escuchado otras veces, pero es muy aleccionadora. Resulta que la Madre Teresa de Calcuta tenía mucha fama en todo el mundo y un periodista occidental quiso hacer un reportaje sobre ella y las religiosas que estaban con ella. Pasó el periodista una semana con ellas y al cabo de este tiempo, al despedirse, le preguntó la Madre Teresa qué le había parecido todo. El periodista dijo que la labor realizada era admirable, pero que había observado un fallo y que lo decía por si podían corregirlo. La Madre Teresa le pidió que le mostrara el fallo y el periodista dijo: ‘Vds. se levantan a las 5 de la mañana y están hasta las 7 ante el sagrario rezando. Luego a las 7 ya se ponen a atender a los enfermos y necesitados. Les propongo que esas 2 horas de rezos las dediquen a cuidar a los menesterosos y así será más fructífera su actividad’. A esto le contestó la Madre Teresa que él no había entendido nada, y que se marchara. Si ellas eran capaces de hacer aquella labor tan admirable para los occidentales modernos, era debido a la fuerza y la luz que recibían del Señor, del Santísimo. Sin Él ellas no podrían hacer nada.
Esto mismo lo sabía Jesús: si Él era capaz de curar enfermos y poseídos, y de hacer tantas cosas buenas a los ojos de todos los judíos, no era por sus propias y solas fuerzas, sino que era Dios Padre quien le daba esas fuerzas y lo hacía a través de la oración diaria.
- Cuando por la mañana las gentes buscan a Jesús y así se lo dicen sus discípulos, Él, en vez de darse un baño de multitudes y dejarse alabar y ensalzar por ellos, contesta a los apóstoles: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido”. Fijaros que el evangelio nos habla de los milagros que hizo Jesús, de las curaciones y de los exorcismos que hizo Jesús y, cuando Él dice de ir a otras aldeas cercanas, no dice que irá allí para milagrear, curar y exorcizar, sino para predicar. Para predicar ¿qué? Pues… lo que se nos decía hace dos domingos: para predicar la Buena Noticia. Sí, para Jesús es muy importante curar y atender las dolencias físicas de los hombres, pero más importante es anunciar el amor y el perdón de Dios Padre. Pero que nadie se equivoque: la predicación que hace Jesús la realiza con la lengua, pero también con sus gestos, acciones y curaciones. Todo lo hace en el nombre de Dios Padre y todo lo hace para dar a conocer a Dios Padre.
Voy a contaros un cuento en donde se nos explica muy bien cómo es la predicación sobre Dios con acciones: “Había una vez un niño pequeño que quería conocer a Dios. Sabía que había que hacer un largo viaje hasta donde Dios vivía, por lo que se preparó una mochila con panecillos y un puñado de zumos de fruta y emprendió ilusionado el camino.
Cuando había recorrido casi tres manzanas, se encontró con una viejecita que estaba sentada en el parque observando las palomas. El niño se sentó junto a ella y abrió su mochila. Estaba a punto de beberse un zumo, cuando se dio cuenta de que la viejecita parecía hambrienta. Entonces le ofreció un panecillo. Ella lo aceptó muy agradecida. Su sonrisa era tan bella que el niño quiso verla otra vez. Le ofreció entonces un zumo. Y de nuevo ella volvió a mostrar su hermosa sonrisa. El niño estaba encantado. Ambos se quedaron allí toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo palabra alguna.
Cuando empezó a oscurecer, el niño estaba cansado y se levantó para irse a su casa. Antes de haber dado unos pocos pasos, se dio la vuelta, corrió hacia la viejecita y le dio un abrazo. Ella le obsequió con su mayor y más hermosa sonrisa.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa, su madre, sorprendida por la felicidad que mostraba, le preguntó la causa. Él le contestó: ‘He comido con Dios. ¿Y sabes qué? ¡Ella tiene la más bella sonrisa que he visto en mi vida!’
Mientras tanto, la viejecita, también muy feliz, regresó a su casa. Su hijo, asombrado por la paz que irradiaba su rostro, le preguntó: ‘Madre, ¿qué hiciste hoy que te ha hecho tan feliz?’
Ella contestó: ‘Comí panecillos en el parque con Dios. ¿Y sabes qué? Es más joven de lo que esperaba…’”