Domingo de la Ascensión del Señor (B)


20-5-2012                               DOMINGO DE LA ASCENSION (B)
                                            Hch. 1, 1-11; Sal. 46;Ef. 1, 17-23; Mc. 16, 15-20

Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            Dice el evangelio que Jesús, antes de su ascensión al cielo, dio estas instrucciones a sus discípulos: “ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. En la homilía de hoy no quisiera profundizar en estas palabras y su significado para los discípulos de Jesús misioneros, ni para los discípulos de Jesús sacerdotes, ni para los discípulos de Jesús monjas o religiosas, ni para los discípulos de Jesús catequistas en las parroquias, ni para los discípulos de Jesús voluntarios de Caritas…, sino para los discípulos de Jesús que estáis ahora sentados en los bancos de la Catedral o en los bancos de una parroquia cualquiera. Mi labor hoy será tratar de ayudaros a vosotros a que llevéis a la práctica este mandato que Jesús os renueva en este día de su Ascensión a los cielos. Vamos a hacer un planteamiento de toda la cuestión en la que iremos dando un paso tras otro o subiendo un peldaño tras otro:
            Primer peldaño: Jesús estuvo tres años entre nosotros predicando el Evangelio de su Padre Dios y enseñándonos dónde estábamos, hacia dónde teníamos que caminar, cómo teníamos que avanzar y con quién podíamos hacer este avance. Al término de esos años, Jesús, muerto y resucitado, vuelve al Reino de Dios con su Padre.
            Segundo peldaño: Jesús retorna con su Padre y nosotros nos quedamos aquí, en la tierra, en nuestra realidad cotidiana. ¿Qué tenemos que hacer aquellos que nos confesamos discípulos de Jesucristo? ¿Cuál es nuestra tarea? Nos la dice Jesús: “ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
            Tercer peldaño: Pero ¿de qué manera puedo yo realizar esa tarea evangelizadora…, yo que no soy ni seré misionero en África o América o Asia, yo que no soy ni seré sacerdote, yo que no soy ni seré monja o religiosa, yo que no soy ni seré catequista, yo que no soy ni seré voluntario de Caritas, yo que vivo en medio de mi familia, con mi trabajo o en paro y que vengo a Misa los domingos? ¿Cómo puedo ir al mundo entero sin moverme de Oviedo y cómo puedo anunciar el Evangelio a todos los hombres que me rodean?
            Cuarto peldaño: Tengo que dar por supuesto lo que os he predicado en estos domingos anteriores: la necesidad de una experiencia personal de Dios (domingo II de Pascua), que Jesús mismo nos haya abierto el entendimiento para comprender las Escrituras (domingo III de Pascua), haber percibido claramente en nuestra vida a Jesús como Buen Pastor y no como asalariado, pues Él ha dado y da su vida por nosotros (domingo IV de Pascua), sentir cómo nuestro Padre Dios nos va podando: cortando lo que sobra y corrigiendo en lo que es necesario (domingo V de Pascua), y cómo vamos practicando en nuestra vida diaria ese mandato de Jesús de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (domingo VI de Pascua). Digo que doy por supuesto todo esto, porque, si todo ello no ha acontecido ni sucede en nuestras vidas, entonces… nada tenemos que decir a los demás o, aunque lo digamos, nuestras palabras no serán creíbles.
Quinto peldaño: Observar la realidad que nos rodea: El domingo pasado estuve en una 1ª Comunión a la que fui invitado. En la comida posterior participaba un familiar que manifestó en un momento concreto, con gestos y con palabras, lo lejos que le quedaba todo lo de la fe, lo de Dios, lo de la Iglesia, lo de los curas… Y yo me pregunté entonces cómo abrir el corazón de aquella persona para que recibiera en su interior a Jesús y su Evangelio.
            Durante la Misa de la 1ª Comunión a la que había asistido previamente miraba para los niños, y también miraba a los padres y familiares. Sabéis que en una Misa de 1ª Comunión hay mucho ruido, poco espacio para el recogimiento y supongo que muchos estarán simplemente asistiendo a un acto social. No obstante, hubo tres cosas que me llamaron la atención: -En una pantalla se ponía la letra de las canciones y mucha gente cantaba, incluso entre los familiares que había acudido sólo para ese día, es decir, se participaba. –Estaba todo muy bien preparado y se veía que había habido muchas horas y dedicación por parte de los niños, de los catequistas, de los padres y del párroco, y eso se notaba a lo largo de toda la Misa. –Me fijé especialmente en un padre, de unos 35 años, el cual vivía con auténtica fe y entrega la Misa y la 1ª Comunión de su hija, y en su rostro percibí que se sentía tocado por Dios: creía en lo que cantaba, creía en lo que rezaba, creía lo que veían sus ojos: una comunidad unida en la misma fe en Jesús... Y me acordé de unas palabras que me dijo el párroco minutos antes de empezar la ceremonia: algunos padres había llevado a sus hijos allí porque “tocaba”, pero ellos se habían sentido “tocados” por la mano de Dios a través de la acción de sus hijos, de los catequistas, del sacerdote y esto les había servido para retomar una vida de fe que tenían bastante abandonada. ¿Qué quedará de todo ello al cabo de unos meses? No lo sé; lo sabe Dios y eso basta.
            Sexto peldaño: Repito: ¿De qué manera puedo yo realizar la tarea evangelizadora que Jesús me encomendó antes de subir al cielo? ¿Cómo puedo ir al mundo entero sin moverme de Oviedo y cómo puedo anunciar el Evangelio a todos los hombres que me rodean? Aquí van algunas ideas:
            +Cuando el domingo pasado el familiar aquel “saltó” en diciendo algo contra la fe, contra la Iglesia… la madre de la niña que hacía la 1ª Comunión no se calló y no me dio opción a que yo dijera nada. Ella misma contestó de modo sencillo y natural contando su experiencia de fe. Al final, quedó claro que cada uno tiene su opinión y su opción de vida, que es tan respetable una como la otra.
            +El lunes pasado leía un artículo del periodista Esteban Greciet, el cual como católico que es expuso su fe en la Iglesia desde el respeto y desde la verdad, al menos, desde unos datos objetivos que no siempre sale en los medios de comunicación.
            +El discípulo de Jesús ha de hablar sin miedos ni complejos de lo que vive en su interior, de sus convicciones y experiencias, y esto lo hará en la familia, en el trabajo, en el bar, en las fiestas, en la alegría, en la enfermedad, en la muerte…
            +El anuncio que ha de hacer todo discípulo de Jesús no es ni nunca ha de ser una imposición; es un ofrecimiento. Quien lo escucha es libre de aceptarlo o no. Si Dios no se impone a nadie, tampoco nosotros debemos de imponerlo. Pero el anuncio no es sólo con palabras, sino también con el testimonio de nuestra vida de cristianos. Ya que, si la única diferencia entre el discípulo de Jesús y el que no lo es, consiste en que el primero viene a Misa y confiesa por Pascua flori­da, que por otra parte es indispensable hacerlo, dicha diferen­cia es mínima.
            Séptimo peldaño: En realidad, no somos nosotros quienes hemos de realizar el mandato de Jesús, sino que será el Espíritu Santo quien nos sugerirá lo que en cada momento hemos de hacer para proclamar, de palabra y de obra, “el Evangelio a toda la creación”.