Domingo XXX del Tiempo Ordinario (B)



28-10-2012                 DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
            En la homilía de hoy quisiera hablaros sobre el precioso salmo que acabamos de escuchar: el salmo 125.
            A) En primer lugar hemos de situar históricamente la composición de este salmo: Nabucodonosor había arrasado Jerusalén y se había llevado cautivos a Babilonia a casi todos los judíos. En esta ciudad habían sufrido mucho los desterrados y se acordaban constantemente de su país ansiando regresar. Lo ansiaban, como la mujer que os contaba el otro día suspira por la vuelta del marido, que la ha dejado "tirada" en la casa; lo ansiaban, como el enfermo que busca la salud perdida; lo ansiaban, como los emigrantes en países extraños que desean volver a sus hogares... Pero pasaban los años, algunos iban muriéndose y tenían que ser enterrados en tierra extranjera y la vuelta "a casa" cada vez estaba más lejos. Mas, de repente, un día el nuevo rey persa les permite volver a Jerusalén. Rápidamente los judíos empaquetan sus cosas, cogen a su familia y retornan a Israel. Y es en esta situación cuando el pueblo de Israel experimentó una parte de este salmo 125: "Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres".
            Sí, los judíos cantaban y reían porque regresaban a sus casas, a sus ciudades y a su tierra. Sí, los judíos cantaban y reían, y las gentes que los veían pasar, al conocer su historia, se alegraban por ellos y reconocían que el Dios de los judíos les estaba ayudando muchísimo. Sí, los judíos decían y cantaban: "El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres".
            Sin embargo, no todo fue alegría: 1) Al llegar a su tierra, a sus pueblos y ciudades, a su tierra... toda sus antiguas pertenencias estaban ocupadas por otras personas: algunos eran judíos, que Nabucodonosor no había llevado desterrados, y otros eran gentes extranjeras traídas por ese rey y que habian ocupado aquellas casas y aquellas tierras. Fuera como fuera, ni unos ni otros estaban dispuestos a devolver a aquellos que llegaban lo que les había pertenecido hacía ya unos 80 años. NO. Sólo unos pocos de los recién llegados recuperaron sus pertenencias. Los demás tuvieron que adaptarse a la nueva situación: malvivir, construir nuevas casas, que eran peores que las que les habían "robado" aquellos advenedizos, y luchar para salir adelante.
            2) Por otra parte, los recién llegados se encontraron con el hecho de que los extranjeros y los judíos que ocupaban sus tierras, sus casas y sus ciudades creían en otros dioses o seguían creyendo en Dios (Yahvé), pero a su modo. Esto también les hacía sufrir bastante.
            3) Y muchos de los que volvieron empezaron a quejarse interior y exteriormente de su situación y a echar la culpa a Dios (Yahvé); empezaron a pensar que quizás no había sido tan buena idea el regresar a Israel, que quizás hubiera sido mejor quedarse en Babilonia, como sí habían hecho unos pocos de los judíos desterrados. Ahora aquéllos estarían mejor y ellos se encontraban allí pasando penalidades sin fin.
            Y es entonces cuando uno de los judíos que había regresado de Babilonia, habiendo sido inspirado por Dios, compone este bello salmo. Este salmista les recuerda cómo se alegraron, cómo cantaron, cómo se rieron al saber que volvían a Israel y cómo estuvieron así durante todo el viaje de vuelta. El salmista les quiere dar, de parte de Yahvé, ESPERANZA. Ahora lloran, pero reirán: "Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas". Sí, ahora lloran porque no tienen nada. ¿Nada? Tienen las semillas de fe y de Dios; tienen las semillas de trigo y de uvas y de aceitunas...; tienen las semillas de sus habilidades como trabajadores... ¡Tienen tantas semillas en sus manos! El salmista les dice de parte de Yahvé que las siembren y entonces, y sólo entonces, es semillas darán frutos. Y en ese momento podrán cantar: "Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas". Y así sucedió con el tiempo.
            B) Ahora vamos a aplicar este salmo 125 a todos nosotros. Cada uno de nosotros conoce su propia situación de dolores y de preocupaciones: en tantas ocasiones nos sentimos como desterrados y no aceptamos nuestra historia personal (familia, trabajo, carácter, vivienda, enfermedad, la edad que tenemos...); en tantas ocasiones sentimos cómo hemos sido tratados injustamente o nos han robado lo que es nuestro (la herencia, un puesto de trabajo mejor, la fama...); en tantas ocasiones pensamos y/o experimentamos que Dios no nos ha tratado bien; en tantas ocasiones nos podemos sentir reflejados en estos judíos a los que antes aludí. Tengamos ESPERANZA. Todo cambiará. Tenemos nuestras lágrimas y semillas de Dios en nuestras manos: "Al ir, iba llorando, llevando la semilla..." En un primer momento pensamos que estamos viviendo una auténtica desgracia, pero, vivida desde la experiencia de Dios y una vez superada, nos damos cuenta que el fruto, la ganancia, la madurez y la fe conseguidas superan con mucho a todo el mal que hemos pasado. Y entonces reconocemos que ha sido Dios quien nos ha acompañado en todo momento y, por eso, seguimos cantando: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.