Domingo XIV del Tiempo Ordinario (C)



7-7-2013                                 DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (C)
                         Is. 66, 10-14a; Slm. 65; Gal. 6, 14-18; Lc. 10, 1-12.17-20

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Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:
            En estos días hay un revuelo muy considerable en la diócesis de Oviedo. Sí, dicho revuelo acontece en muchas parroquias, en bastantes sacerdotes que son removidos de las tareas pastorales que venían desarrollando hasta ahora y se les traslada a nuevos destinos, en muchos fieles que ven cómo se les arrebatan a estos sacerdotes para enviarlos a otros lugares, y en los periódicos de Asturias, que se hacen eco de todos estos movimientos. Se están produciendo heridas en algunos fieles y en algunos sacerdotes, y hay muchos comentarios por parte de unos y otros, que son fruto del dolor, del desconcierto y del enfado. Realmente he visto (y veo) hecha realidad en estos días aquella frase de la segunda lectura del domingo pasado en donde san Pablo decía a los gálatas: “Atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente”.
No es mi intención entrar a valorar en esta homilía todos estos hechos ni las intenciones de todos los que, de un modo u otro, estamos implicados en tales acontecimientos: arzobispo, sacerdotes, religiosos y seglares. Pero también es cierto que no se puede dejar pasar la ocasión para tratar de iluminar estos sucesos con la Palabra de Dios, la cual dará un sentido de fe a todo lo que está pasando y dará paz a nuestros espíritus y a nuestra querida y vapuleada Iglesia. En efecto, como ya decía san Pablo, "para los que aman a Dios, TODO les sirve para el bien"(Rm. 8, 28).
Además, con estas sencillas reflexiones quisiera ayudar, aunque sea sólo en una pequeñísima parte, a vivir con paz los hechos por los que estamos pasando. No es mi intención juzgar, ni para bien, ni para mal, las decisiones que se han tomado, pero sí siento la llamada de Dios a consolar a su Pueblo (“¡Consolad, consolad a mi pueblo, dice el Señor” Is. 41, 1), un Pueblo que sufre y está desconcertado. Pues –repito- no quiero que nos suceda lo que san Pablo denunció ante los gálatas: "Atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente".      
En el evangelio de hoy Jesús nos da unas indicaciones preciosas para estos momentos que estamos viviendo. Personalmente quiero vivir, situarme ante Dios y ante los hermanos en la fe, y orar… de acuerdo con tales indicaciones:
            -“Designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante [...] Y les decía: ‘[...]  ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos’”. Tenemos que tener muy claro que es el Señor Jesús quien nos llama a evangelizar y quien nos envía ante todos los hombres y especialmente ante sus hermanos en la fe. Si no tenemos esta visión de fe, entonces todo se mirará y se verá desde una perspectiva humana, en el peor sentido de la palabra.
Pero, ¿no es acaso cierto que el obispo pueda equivocarse (en el fondo y/o en la forma) al tomar alguna de sus decisiones? Pues, ¡claro que sí! Pero también es cierto que Dios puede usar esa decisión equivocada para que Su Voluntad sea realizada y para que el evangelio de Jesucristo se siga expandiendo. A mí siempre me llamó mucho la atención el enfrentamiento que tuvieron dos santos entre sí (sí, dos santos se enfrentaron por un tercero). San Bernabé y san Pablo se enfrentaron por causa de san Marcos, sobrino del primero, y, gracias a ello, cada uno se fue por su lado y ello sirvió para que predicaran en distintos lugares y el evangelio se conociera más rápido en el imperio romano (Hch. 15, 36-41).
            - “Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’”. La principal señal de la presencia de Dios en una persona y en una comunidad de fieles es la paz. Esta paz no es el fruto de la tranquilidad, o de que todo va bien, o de que no hay problemas. NO. Esta paz es únicamente fruto de Dios. Y Dios la puede dar y regalar cuando las cosas van bien o cuando las cosas van mal, cuando hay problemas o cuando no los hay... Como digo muchas veces, la fe es un don de Dios: sólo Él nos la puede dar y sólo Él nos la puede quitar (no nos puede quitar la fe ni el cura de la parroquia, ni el obispo de la diócesis, ni Rouco...). Pues con la paz sucede lo mismo: si sólo es Dios quien la puede dar y regalar, no podemos permitir que las personas que nos rodean ni los acontecimientos que nos suceden nos la arrebaten. Además, sólo podemos transmitir paz a los demás, si la poseemos nosotros y a eso hemos sido llamados por Jesús en este evangelio: "Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’".
            - “Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: ‘Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre’. Él les contestó: [...] ‘No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo’”. Lo mismo que acabo de decir de la paz se ha de afirmar de la alegría. Ésta es un regalo de Dios y signo de su presencia entre nosotros. Cuando falta esta alegría, que no se funda en triunfos meramente humanos, sino en la esperanza que todos hemos de tener en Dios, entonces es que algo falla.
Todo esto que acabo de decir no significa que un cristiano no sufra, o que le tiene que dar lo mismo 'ocho que ochenta', o que no pueda protestar y luchar por lo que considere justo. Pues, ¡claro que no! Pero un cristiano no puede permitir que les sean arrebatadas la paz y la alegría que Dios mismo le ha regalado, ni puede andar 'mordiendo' a los otros, como si fuera un pagano o un hombre si fe.